Brístol, Inglaterra.
Presente.
El resultado de la junta de Willy y Kevin fue desastroso. El cuarto de los juguetes del pequeño estaba hecho un remolino de carros, piezas de puzle y disfraces que su padre tenía en réplicas más grandes. Esa tarde descubrí que el empeño que ponía John en unírsele no solo era para hacerlo feliz. A sus dos años y medio, Kevin ya imitaba las escenas que veía en la gran y pequeña pantalla. Desde que llegamos había soltado unas cuantas líneas con expresión de adulto que hicieron sonreír a una decaída Mags.
─Kevin, cielo, ¿por qué no ayudas a Willy a recoger tus juguetes? Ya casi es hora de la cena. Luego te bañarás y dormirás, pero esto estará desordenado y mami no lo puede limpiar con tu hermanito dentro.
─¿Hablas conmigo? ─citó con su vocecita a Travis Bickle, interpretado por Robert De Niro, en Taxi Driver. Cuando vio que su mamá no se reía, la abrazó─. Mami linda. Limpiaré.
─Eso espero ─respondió Luz sin tono alguno. Tras verlo darse la vuelta y esperar que se alejase para que no nos oyera, me dijo emocionada─: ¡No sé como lo hace! Es tan pequeño todavía. Hablamos con el pediatra porque estábamos preocupados por estarlo etiquetando desde niño, pero nos dijo que lo mejor que podíamos hacer era acompañarlo en cada movimiento que haga. ─Su sonrisa se hizo más hacha, vibrante y llena de luz─. Tendré un actorcito.
Apreté su mano─. No me sorprendería que terminara siéndolo.
Lo vi haciéndole una interpretación a Willy, que reía en el piso al no entender lo que decía y se abrazaba a sus rodillas. A diferencia de Mags, él era muy joven para entender del todo lo que hizo su madre. Su sanación y perdón era más fácil de obtener. Los niños eran así. No pensaban en detalles. Simplificaban. No juzgaban porque no conocían el verbo en sí. Superaban.
─Lo apoyaré en todo.
─No creo que sea necesario que intervengas demasiado ─confesé tomando un sorbo de mi té frío con durazno─. Él tiene tus genes de artista y está desarrollando la personalidad inhibida de John. ─Reí─. No sabes cuánto lo envidio. Amaría ser capaz de hacer lo que sea sin miedo a lo que digan los demás. ─Mi sonrisa se tornó triste─. Sin miedo a lo que yo misma piense.
─Compartimos el sentimiento.
─¿Sí? Creí que era la única.
Asintió─. Sí, Marie, no eres la única que busca la aprobación de los demás. ─Esta vez fue ella la que apretó mi mano─. No debes sentir vergüenza de ello. Si te importa lo que piensen es porque valoras su opinión. Está bien que sea así. No puedes ser tan indiferente de tu entorno. No es saludable. ─Me imitó y llevó la taza de té, el de ella caliente, a sus labios─. Pero tampoco puedes dejar que sean ellos quienes tomen las decisiones por ti. Puedes hacerlas tomándolos en cuenta, pero nada más. ─Juntó los labios como si un debate interno entre decir lo siguiente o no se estuviera efectuando dentro de su mente, lo primero ganó─. Rachel me llamó. Me contó todo. Está preocupada por ti.
No me extrañé. Ellas también eran cercanas.
─¿Te contó «todo»?
─Todo.
─¿Incluso que me mintió de la forma más vil?
─Incluso que te mintió de la forma más vil para no herirte.
─No tiene justificación, Luz. ─Apreté el vaso de cristal con fuerza─. Ella sabía lo mucho que sufrí por él. Conocía mis sentimientos. El hecho de que estábamos... volviendo. ─Mi voz sonó vacía. Ya no podía romperse más─. Ya no puedo verlo sin pensar en ellos dos juntos.
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Deseos ocultos © (DESEOS #2)
Ficção GeralTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...