Capítulo 28.5: Todo fue un sueño.

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Nunca había estado en coma, pero cuando me desperté a la mañana siguiente fue como si estuviera saliendo de uno. Estaba en la habitación que antes alquilaba mi hermana. Alguna de sus cosas seguían allí: un tocador de princesa lleno de bisutería cara, la cuna que Madison usó su primer año de vida y otros diversos objetos personales que por una razón u otra decidió dejar. Me levanté para dirigirme a su armario a buscar algo de mi talla. Lo último que recordé de la noche anterior fue a Ryan sacándome del pub y trayéndome aquí, no sabía por qué, a dormir. Suponía que tenía que ver con su instinto sobrenatural de guardaespaldas.

Cambié el traje del show por un pantalón de algodón y una franelilla blanca. Tomé también una chamarra debido al frío que hacía. Metí mis pies en un par de pantuflas de felpa que tenían tiempo sin ser usadas, pero que se sentían tan bien envolviendo mis pies. No era capaz de usar su cepillo, así que cepillé mis dientes con el dedo índice antes de lavarme el rostro con agua fría y hacerme una trena. La situación, por más extraño que fuera ser estar siendo un doble de mi hermana, fue relativamente soportable hasta que salí y me crucé con Gary en la cocina. Él me caía muy bien. No era una persona complicada como su hermano. Ni siquiera sus gustos eran complicados. En lo que se refería a su estilo de estilista punk, usaba una camisa de Linkin Park y un pantalón oscuro. Iba descalzo y con su cabello lacio despeinado.

Comía cereal.

―Hey ―dijo pasándome un tazón.

Saqué la leche del refri y me senté a su lado―. Hola.

―¿Cómo dormiste?

―Más o menos. ―Hice una mueca―. Dejé la ventana abierta e hizo mucho frío. La manta no me dio tanto calor como debería. ―Pat si lo hubiera hecho―. ¿Tú?

―No dormí aquí, pero dormí bien ―dijo con una sonrisa que tenía dueño: Eduardo.

Ellos eran tan algodón de azúcar que me dolían las muelas. No eran de los que causaban diabetes como mi hermana y su marido, pero sí de los que te llevaban a terminar en el odontólogo por caries si pasabas mucho rato a su lado.

Eran lindos por separado, pero juntos más.

―Acabas de llegar, ¿no?

―Sí. El clima no fue el mejor anoche. Por cierto, Rachel me escribió esta mañana. Dijo que se tuvieron que ella y Luz se tuvieron que quedar hasta las ocho de hoy en la fiesta por la tormenta. ―Puso los ojos en blanco―. Nathan estuvo llamando a todos ayer por tu hermana. No había señal. Le preguntaré a John qué tan cerca estuvo de llamar a la poli.

Sonreí. Rachel tuvo su dosis de desgracia.

Eso le pasaba por lanzarme a los tiburones.

Tomé una cucharada de mi desayuno―. ¿Ryan?

―No se ha despertado aún. ―Batió su mano―. Y siendo tú no esperaría que se despertara hasta más tarde, a eso del mediodía. Somos como leones. Nos tumbamos bajo el sol tras el golpe que representa satisfacer un apetito tan voraz.

Escupí. Por suerte presioné la servilleta contra mi boca a tiempo―. ¿Disculpa?

―Por Dios, Marie. Soy gay, pero no dejo de ser hombre. Sé cómo es.

―¿Có-cómo es qué?

Alzó sus cejas negras. Era tan parecido y diferente a Ryan―. El agotamiento post-coital.

Solté una risita nerviosa que no se parecía a mí. Qué malentendido―. Debes estar confundido.

―¿No lo hicieron?

―No. Nosotros no-no lo hi-hicimos.

Su rostro se volvió pervertido y burlón. Me tenía atrapada en la incomodidad y lo sabía. Aunque estuviera casi seguro de que no hubiéramos hecho nada inapropiado en su casa, disfrutaba oyéndome consternada y agitada. Sabía lo mucho que «detestaba» a su hermano.

Pues, en ese caso, necesitaba una actualización del estado.

Ya no nos odiábamos tanto.

―¿No hicieron qué, Marie? Dilo.

―Tengo novio. Nosotros no... no...

―¿No qué?

―Nosotros no follamos ―completó Ryan, semidesnudo, bostezando.

Estaba apoyado en el marco de la entrada. Solo cagaba su pantalón de pijama puesto. Intenté no ver su torso desnudo, pero me resultó imposible. Era el mayor reto para una mujer no ceder a la tentación de lamerlo como lo que era, una barra de chocolate. Escondí el sonrojo de mis mejillas tras los mechones de cabello que escapaban de mi trenza. Mi respiración, sin embargo, se aceleró cuando se acercó para servirse cereal. Olía tan bien que me estremecí, sintiendome como la peor mujer del mundo después. Patrick debía ser el único que me hiciera sentir así, no Ryan.

Y él...

Y él ojalá no se diera cuenta jamás de lo mucho que aún me afectaba.

―Entonces... ¿no lo hicieron? ―repitió Gary cuando su hermano tomó asiento a mi lado, extendiendo su mano para alcanzar la leche como si nada.

―No lo hicimos ―negamos a la vez.


♡ Consideren esto una venganza por no pasarse por el grupo de lectoras 

Acaban de ser trolleadas.

P.D: No me maten. 

Deseos ocultos © (DESEOS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora