Cornwall, Inglaterra.
Presente.
Tras lo sucedido con Mags y Hugo, decidí que lo mejor era declinar el millón ofertas para «ensayar» el sábado, que todos sabíamos en qué terminarían, y por fin aceptar la invitación de mi madre a Dionish. Quería despejar mi mente en el campo que me vio nacer, cosa que en efecto no lograría al lado de la dosis de locura proporcionada por Brístol y uno de sus habitantes bien parecido. Menos después del gesto que tuvo con Hugo y el millón de bichos que se arrastran por mi estómago, luchando por manifestarse en acciones, desde entonces.
«Maldito Ryan Parker», lo culpé de una más de mis crisis internas.
Por otro lado, el embriagador olor a la más dulce cosecha de uvas nos recibió a Pat a lo largo de los tres kilómetros de sembradíos hasta por fin el taxi nos dejó en el portal de mi viejo hogar. Al bajarnos evalué el contraste entre lo viejo y lo nuevo antes de tocar. La última vez que estuve aquí lucía diferente. En el cumpleaños de Madison mamá había dicho algo acerca de hacer remodelaciones. Lo que nunca pensé fue que se tratara de un cambio tan extremo. Las antiguas columnas romanas que sostenían el balcón ya no estaban. Fueron suplantadas por una pared de cristal y hierro muchísimo más moderna. La puerta ya no era de pino, sino de hierro plateado. Ya no había rosas y otras flores adornando la entrada, sino muchos cactus. Cuando una de las chicas del servicio me abrió, descubrí que el piso de mármol ya no estaba. Ahora era de madera. Ese cambio no lo aprobé. El viejo suelo se limpiaba más fácil.
─¡Marie! ─gritó mi madre bajando la nueva e imponente escalera de caracol.
─Mamá. ─La abracé cuando llegó a mi lado─. ¿Qué hiciste con la casa?
─La llevé al siglo veintiuno, cariño. ─Alisó la tela de su camisa al separarse. Nuestro afecto la arrugó─. Patrick, querido.
─Señora Van Allen ─murmuró con adoración mientras besaba el dorso de su mano y ella soltaba una risita─. Es un placer estar aquí. Estoy seguro de que...
─Estoy seguro de que descansarás lo debido en tu dormitorio ─completó mi padre saliendo de entre las sombras haciendo énfasis en el «tu»─. En tu cama. En el cuarto que preparamos para ti. ─Estrechó su hombro─. Exclusivamente para tu uso y en el que no entrará nadie más que tú. ─Centró todo su poder de intimidación Van Allen en mi novio─. Porque debes estar cansado por el viaje, ¿no?
─Se-señor...
─¡Lucius! ─lo riñó mamá─. Esa no es forma de tratar a tus invitados.
─A Nathan lo traté con cortesía y Maddie, regalo de Dios, vino al mundo sin que yo tuviera la más mínima idea de que él era el padre. ─Me miró─. Sé que no quieres hijos, Marie, pero tus ovarios y sus espermatozoides no piensan lo mismo. A ellos les da igual si quieres o no... si están casados o no. ─Le ofreció una sonrisa de dientes blancos a Pat─. En mi casa dormirán separados.
─Papá... ─empecé a protestar, pero Patrick me interrumpió con su diplomacia.
─No se preocupe, señor. ─Me miró con una sonrisa llena de ternura que me estremeció desde los huesos. ¿Por qué tenía que ser tan encantador como un príncipe? Si fuera un ogro todo sería más sencillo─. Su hija y yo no intercambiaremos nada más que palabras bajo su techo.
─Eso espero, muchacho ─le respondió el magnate del alcohol sin importarle en lo absoluto que Patrick no fuera precisamente un «muchacho», sino un hombre de treinta años que ha traído al mundo a sus dos únicos nietos─. ¿Hasta cuándo se quedarán? ─me preguntó cuando Pat y mamá subieron las escaleras con las maletas─. Podrías extender tu fin de semana unos días, ¿no?
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Deseos ocultos © (DESEOS #2)
Ficción GeneralTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...