Estocolmo, Suecia
Pasado
La yakuza no me culpó por no ganar mi categoría. Jamás en mi vida, exceptuando que quedarse en un gimnasio reforzara el espíritu, entrené para una competencia callejera de artes marciales mixtas. Hice mucho acabando con los primeros cuatro. Al quinto caí. Pero el asunto estaba en que ni siquiera deseé entrar en la jaula. Me empujaron. Y si aventé mi primer golpe fue porque alguien me dio primero. Lo que sucedió después de ello fue historia. Uno tras otro fueron siendo derrotados por mí hasta que llegó mi turno de ceder a manos de T-Rex, un ex luchador profesional de la liga real de boxeo.
Es decir, me jodió un boxeador de la liga real. Real.
No fue cualquier mortal. Eso debía contar, ¿no?
El lado bueno del asunto fue que la comida de Marie estaba paga. Solamente la de ella. La mía aún la debía, detalle que los japoneses pasaron por alto por... Suponía que por amabilidad. La cortesía de Nigiri Zushi debía venir tras hacerle ganar dinero al samurái dentro del mundillo mafioso.
―Oh, mierda ―soltó Teresa al abrirme la puerta. Sostenía una taza de sus tés raros para adelgazar―. ¡Henry! ―Me ayudó a entrar. Taiga fue mi muleta hasta la piso―. ¿Dónde estabas? Estuvimos preocupados... ¿Eso en tu ceja es sangre?
Me aferraba a ella de tal forma que mi ego masculino quedaba reducido a cenizas―. Llama a Sad, Teresa. ―Ocupé asiento en el sofá como pude―. Por favor.
―Sí, por supuesto. ―Le echó un último vistazo a mis heridas antes de ir a hacerlo―. ¡Sad! ―gritó tocando su puerta―. ¡Saca tu culo de la cama!
―¡¿Qué?! ―lo oí contestar sin que hubiera salido de la habitación―. ¡¿Qué quieres ahora, Teresa?! ¡Estoy ocupado! ¡Son las jodidas tres de la mañana! ¡¿Por qué nadie me respeta?!
Hice una mueca. ¿Sad? ¿Ocupado?
¿Haciendo qué? ¿Sacándose los mocos mientras duerme?
―¡Es Henry, imbécil!
―¡¿Qué sucede con él?! ―Por fin apareció. Sus anteojos estaban al revés. Cubrí mi estómago al reír. Dolía―. ¡Maldita sea! ―Acudió rápidamente a mí―. ¿Qué te pasó, hombre? Te ves como si un camión hubiera defecado toneladas de carga sobre ti.
Torcí el gesto. ¿Tan malo era?
―Me peleé con alguien saliendo del bar ―mentí―. El sujeto estaba borracho, pero logré quitármelo de encima y hacerlo pagar.
―Oh, bueno... ¿Qué hacemos? ¿Te llevamos a la cama?
Con el brazo envuelto sobre mis costillas no rotas por la existencia de la divinidad de la lucha, asentí―. Por favor.
―Yo iré por alcohol, creo que algunas heridas abiertas se deberían limpiar. ―Teresa se dirigió al baño en búsqueda del botiquín mientras Sad empezó a echarme una mano―. ¡¿Qué tan alta es tu tolerancia al dolor, Ry?! ―la escuché preguntar desde el baño.
¿Cómo nadie se despertaba con sus gritos?
―Eh... ¡Tú solo haz lo que tengas que hacer! ―le respondí en mi alcoba.
Cuando la volví a ver estuve a punto de retractarme de mis palabras. Tenía una expresión de macabra concentración que asustaba―. Después no digas que no te lo advertí, bebé.
Sad, que no se daba cuenta del detalle de sus lentes, se estremeció. Debía haber estado en el quinto mundo cuando Teresa lo despertó. Andaba con su no tan masculina pijama de rayas. Bananín y Bananón invadían mi mente al verlo. Era algo jodidamente escalofriante.
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Deseos ocultos © (DESEOS #2)
General FictionTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...