Capítulo 38: Brístol.

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Brístol, Inglaterra.

Viernes, 6 de julio de 2010.


La vida tiene graciosas formas de entrecruzar el pasado con el presente. Por lo general lo hace a través de recuerdos, punzantes y nostálgicas imágenes, correteando y destruyendo todo a su paso como perros rabiosos que finalmente son libres al toparse con algo que los desencadena. Pero a veces el destino es más cruel y en vez de un «algo», sea una canción o un objeto, es un «alguien». También me hacía gracia amarga el hecho de que ella, la nueva inquilina, apareció después de dos años. Lo hizo justo cuando estaba a punto de olvidarla y dejarla ir del todo. Porque sí. Conseguí sobrevivir sin Marie.

Costó un par de pactos con el diablo y un millón de plegarias, pero por fin respiraba sin que la melancolía bloqueara el paso de aire a mis pulmones. Tenía un puesto en la policía de Brístol y daba clases de baile en un gimnasio, así me mantenía ocupado y Gary y yo estábamos cómodos con los gastos. Ya Suecia estaba lo bastante superada. Estaba listo para intentarlo con alguien más. Los años pasaban y ya los clubs, las mujeres de una noche y la adrenalina del trabajo no me satisfacían: maldita crisis de los treinta. A medida que los días pasaban, el anhelo de llenar el vacío en mí con algo propio se hacía más grande. No importaba que en el fondo supiera que jamás sería igual. Quería hallar una compañera para formar mi hogar.

Y ciertamente había detalles sobre ella que ya no recordaba. Su olor, por ejemplo, no era más que una idea en mi mente. Lo mismo sucedía con la sensación de su piel y el sonido de su voz, la longitud y la ubicación precisa de sus curvas, el largo de su cabello. Recordaba solo lo que me decía a mí mismo, no porque hubiera alguna evidencia o sentimiento dentro de mí. Las facciones de su rostro, en cambio, eran lo único que me atormentaba por las noches. La razón: llevaba una foto suya en mi cartera.

Una que en ese momento pareció cobrar vida frente a mí.

─Ryan, esta es Rachel. La nueva inquilina. ─Salté de la encimera de la cocina para estrechar su mano. Era suave─. Rachel, este es Ryan. Mi hermano.

Sus labios se curvaron en una sonrisa─. Un placer, Ryan.

─No. ─Besé su mano. Su aroma era tan femenino─. El placer es mío. ─No me molesté en ocultar mi interés al evaluarla. Su figura era saludablemente curvilínea. Era unos cuantos centímetros más alta. Su cabello era del mismo negro antinatural que el suyo, pero sus ojos eran grises con motitas azules y verdes. Eran mi ancla. De otro modo pensaría que estaba frente a otra persona─. ¿La sacaste de una revista de inmuebles?

Ella desencajó la mandíbula─. No solo las agentes inmobiliarias se visten bien.

Volví a mi sitio en la encimera. Tomé de vuelta mi cereal para la cena.

─No. También las azafatas.

Rachel separó esos lindos y gruesos labios suyos para replicar, pero Gary se le adelantó y la acompañó a la que sería su habitación arrastrando la pequeña maleta azul que al parecer era su único equipaje. En un principio me sentía incómodo con la idea de alquilar una habitación. Habitar en Vienne, el edificio más pintoresco de Old City, era caro, pero entre Gary y yo podíamos con los gastos. Tener a alguien más con nosotros haría su cancelación más cómoda, pero no podía decir lo mismo de la convivencia. Mi casa era un sitio de paz después de un puto día en la comisaría y quería que así se mantuviera. Rachel, sin embargo, me hacía replanteármelo con sus curvas y su tenebroso parecido con Marie. De lo que sí estaba seguro era que no debían ser familia. La bailarina de ballet que conocí formaba parte de la nobleza. De ninguna forma acabaría viviendo con dos sujetos en Brístol o sería prima de alguien que sí.

Deseos ocultos © (DESEOS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora