Brístol, Inglaterra.
Presente.
El jueves me levanté con un único propósito: sacar a Mags de la cama y ayudarla a dar el primer paso hacia su recuperación. Debía hacerle entender que el mundo sigue, que no para por nada ni por nadie, a pesar de las caídas de quiénes habitan sobre él. Debía hacérselo entender antes de que terminara perdiendo el tiempo como yo que pasé casi media década llorando por un amor que nunca me traicionó a causa de un simple malentendido. Solo faltaba un par de días para la competencia en la que había depositado parte de su corazón. No permitiría que este también le fuera arrebatado cuando más falta le hacía.
El día anterior había pasado por Collingwood, dejándolos en el coche que alquilé por unos momentos, después pasar la mañana visitando a su madre en el hospital y la tarde en casa de Hugo. Fue suficiente con exponer mis argumentos. Tras saciar cada gramo de su curiosidad, Cornelia me permitió hacer los cambios que tenía en mente y más. Hugo ya no se encontraba en condiciones para bailar junto a Mags y era demasiado tarde para enseñarle una nueva coreografía a otro joven bailarín, pero ella sí conocía de otra gracias a mí. Y lo bueno de esa «otra» coreografía, de las coreografías de ballet y jazz en general, era que podía ser adaptada a otra música con la misma facilidad con la que también los dúos, en especial los que nunca lo fueron, podían convertirse en solos.
─Marie, de verdad no estoy de ánimos para estar aquí ─murmuró con un la barbilla temblorosa cuando entramos al mismo salón de clases en el que los sentimientos entre ella y Hugo florecieron─. No puedo.
─Estoy de acuerdo contigo, dulzura ─contestó la voz de una persona que entró tras nosotras. Mags abrió los ojos de par en par al ver a Hugo ingresar al aula con James arrastrando su silla de ruedas─. No puedes. Debes ─dijo con tono suplicante─. Debes hacerlo, Mags. Por ti, por mí, por la academia, por tu madre... debes intentarlo. Enséñale al mundo que aún existe la esperanza.
─Hugo...
─Si no lo puedes hacer tú, la persona más buena que conozco, nadie podrá.
─¿Pero cómo se supone que lo haré? ─Me miró como la niña que en el fondo seguía siendo: en búsqueda de respuestas a un problema que no tenía la capacidad para si quiera formular y mucho menos entender─. Sin Hugo no entraré a la competencia. No bailaré con nadie que no sea él.
Le sonreí─. No te estoy pidiendo que lo hagas.
─¿Qué es lo que me estás pidiendo?
Estreché su hombro en una muestra de cariño que no pude evitar.
─Te estoy pidiendo que sigas siendo tú misma, Mags. Sé que no soy tu madre, pero... ─Agachó la mirada al recordar su pequeño arrebato de frustración. Alcé de nuevo su rostro con un empujoncito a su barbilla─. Tampoco pretendo serlo. Solo quiero estar ahí para ti y para Willy si me lo permiten. Entiendo que prácticamente les impuse mi decisión de hacerme cargo de ustedes al actuar como una especie de salvadora que, créeme, estoy lejos de ser. ─Solté una especie de risa corta al imaginarme con capa─. Lo siento por eso. Me disculpo si sientes que de alguna forma me aproveché de su situación para arrastrarlos egoístamente a mi solitaria vida de instinto maternal de un cactus. ─Con la mirada le hice saber que estaba bien para mí si esa era la verdadera razón tras su incomodidad. Yo entendía─. Pero la verdad es que ambas sabemos que fue lo mejor que pude haber hecho por los tres, porque de cierta forma que aún no eres capaz de comprender porque afortunadamente no has experimentado el dolor de una vida vacía, yo también los necesito ─admití─. Necesito que me enseñen a transformar el torbellino de emociones que soy en una cosa más calmada para permitirme amar a quién decida sin hacerle daño.
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Deseos ocultos © (DESEOS #2)
Ficción GeneralTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...