11. En la sangre

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Viernes, viernes, viernes🥳🥳✨✨

Como saben, hoy es nuestro día de actualización y espero estén listos porque esto esta MUY BUENO

¡¡ A leer !!

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Fueron los días más abrumadores para Colombia, aunque fingía a la perfección que nada estaba pasando, la conversación que había escuchado se seguía reproduciéndose en su cabeza como un disco rayado, una y otra y otra vez, haciendo al rubio perder la poca calma que le quedaba.

Esos días, Colombia se dedicó a observar detalladamente a Noruega, sus acciones, sus palabras, todo lo que el vikingo hacía, el cafetero lo registraba en su memoria, notando de forma alarmante como el vikingo se veía cada vez más cansado y pálido. Aunque este aseguraba que eran impresiones suyas, Colombia sabía lo que significaba, el invierno le estaba tomando ventaja y apenas estaban en los primeros días de diciembre.

Las señales estaban ahí, manos frías, cansancio, mareos, orejas profundas y violetas y debilidad general. Todo esto solo significaba que el frio, aunque no estaba afectando duramente a los humanos, si estaba afectando al país, cosa que tenía a Colombia asustado, preocupado y sin saber que hacer realmente.

Una de las razones por las que la runa de la alianza fue aceptada tan rápidamente, era porque remplazaba de forma eficaz y práctica, la antigua tradición de compartir recursos a través de la sangre. Dicho ritual era demasiado íntimo y peligroso, pues conectaba a los países rápidamente y solía enloquecer a los que tenían mayor autoridad (imperios, dictaduras, reinos) terminando el intercambio en actos de sumisión extrema, agresiones o incluso violaciones.

Dicha tradición se había dejado hace años, pero teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba Colombia, con la runa incompleta, era lo mejor para salvar a Noruega, pues si seguía desmejorándose, no solo los noruegos empezarían a sentirse mal, el cafetero también podría caer enfermo o peor.

Era una decisión difícil, pero no había marcha atrás, por lo que, poniéndole un par de huevos al asunto, el moreno camino esa noche por el imponente castillo en completo silencio, hacia rato estaba esperando por Noruega en la habitación, pero este brillaba por su ausencia, acabando con la poca determinación que tenía.

Una vez más sus pasos lo llevaron hasta el despacho de su esposo, la imponente puerta de roble seguía igual de estoica como la última vez, mientras una luz amarilla y cálida escapada de la parte inferior, iluminando el pasillo.

Sin pensarlo, Colombia toco la puerta, tres suaves toques que distrajeron al castaño del informe que estaba leyendo, dando permiso al intruso para que atravesara el umbral.

-Colombia... ¿Qué haces aquí? -Pregunto el vikingo, restregándose con pereza los ojos.

-Eso debería preguntártelo yo- Respondió el rubio- Esta tarde, deberías ir a descansar

-Ohhh ¿Acaso me extrañas precioso? – Volvió a decir el vikingo, entre divertido y curioso por la respuesta del rubio.

-...Si- Colombia respondió franco, cruzándose de brazos.

La verdad era que, toda esa semana, Colombia se había ido a dormir solo, pues su pareja solía quedarse hasta tarde en su oficina, siendo el rubio y Tyr, quienes usaran la cama hasta que por fin Noruega decidía descansar. Para el rubio era extraño dormir solo, aunque fueran pocas horas, pues se había acostumbrado a la presencia del otro, a su calor y lo más importante, a la seguridad que solían darle esos brazos cuando lo envolvían con cariño.

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