Capítulo 3: La Santa Ciel

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Mi padre viene de la región oriental del continente y pertenece a una importante familia de comerciantes. En uno de sus múltiples viajes conoció a mamá, se enamoraron y se casaron, y cuando ella quedó embarazada decidieron venir a vivir a este pequeño pueblo porque les era más conveniente, ya que en su país se había desatado una guerra civil, por lo que regresar sería demasiado riesgoso.

Vivimos durante muchos años en paz ya que el pueblo no era invadido por bandidos o por monstruos. Éstos estaban más lejos de las fronteras del reino de Fragia aunque no todo era felicidad... Yo era muy diferente a los demás niños y por eso muchas veces era víctima de burlas, pero tenía a un mejor amigo, era Alexis, quien siempre jugaba conmigo pese a verme tan diferente. Pero de repente un día dejo de venir.

Esos fueron los peores días que tuve, ya que pese al amor de mis padres aún me sentía sola al no haber nadie con quien jugar, nunca pude llevarme bien con otras niñas, ellas siempre se alejaban de mí. Los chicos, por su parte se metían conmigo por lo cercana que era con ellos. Un día, por sus abusos tropecé y me puse a llorar... En ese momento llegó Alexis quien tras disculparse me pidió que siguiéramos siendo amigos.

Me llevaba muy bien con él, era mi mejor amigo y mientras los años pasaban nuestros lazos se hacían más y más fuertes. Pensé que la vida pacifica del pueblo duraría para siempre, pero justo antes de cumplir los 13 años, llegó la primera oleada del Rey Demonio: a su pasó, las primeras víctimas eran los pobladores de zonas fronterizas entre los que estaba nuestro poblado.

Las llamas de destrucción, los gruñidos, gritos de auxilio y agonía se oían en todas partes, cuando fui a refugiarme con mi familia ya era demasiado tarde, una bestia había irrumpido en nuestro hogar, y al entrar solo podía ver los cuerpos de mis padres desmembrados. No podía creerlo, ni siquiera podía gritar, estaba tan asustada que mis piernas temblaban y sucumbían ante su propio peso.

Cuando mis rodillas tocaron el piso la bestia se me acercó con sus enormes colmillos, aún embebidos con la sangre de mis padres, podía sentir como más allá de mi vista solo estaba la infinita oscuridad de la muerte. Estaba a punto de sucumbir ante mi destino, y de repente pude escuchar un grito detrás mío.

– ¡Hermana! ¡Hermana! ¡¿dónde estás?!

Era Mindy, mi hermanita de apenas 9 años que estaba fuera de la casa. Sentí un miedo aterrador que me hizo imaginar lo peor: su cuerpo junto al de mis padres. Pero al verla nuevamente, una luz de esperanza se iluminó en mi corazón, me hizo recobrar las fuerzas hasta que finalmente pude ponerme lentamente de pie interponiéndome entre la ella y la bestia.

-N-no... ¡Con ella no...!

De inmediato la bestia dio un gruñido tan impactante que hizo que mi hermanita cayera de espaldas.

– ¡Huye de aquí, Mindy!

Grité al tiempo que la bestia se lanzó encima mío, pero sin siquiera estar consciente de ello me adelanté e intenté abrazarla para ganar algo de tiempo y una chance para Mindy de huir, pero algo inimaginable pasó.

La bestia empezaba a gruñir de dolor, como si algún ataque lo hubiera alcanzado: decidí empujarlo, y luego ella me atacó. No permití rendirme y seguí empujando hasta que simplemente la bestia ya no estaba, cuando abrí mis ojos solo podía ver cenizas que se las llevaba el viento.

Al ver mis manos solo podía verlas emanando un vapor extraño mientras el pelaje de la bestia que había agarrado se desintegraba.

Las heridas y desgarres que tenía en mis brazos empezaban a curarse inmediatamente expulsando el mismo vapor extraño.

Un mundo carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora