2 - Indagación.

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Sana volvió a su habitación más tarde luego de conocer un poco sobre la cultura de su nueva vecina, aunque hablo muy poco con ella, su madre se encargó de enseñarle y ayudarlas a socializar un poco, la japonesa estaba muy interesada en establecer una amistad, así que una vez que llegó a su habitación, anotó en su diario íntimo (que de íntimo no tenía nada, ya que sus compañeras sin que ella lo sepa lo leían constantemente para burlarse de ella) y anotó la primera pronunciación que aprendió más temprano, si bien no tenía idea de cómo se escribía en coreano, lo escribió como sonaba para así no olvidarselo, junto a él también escribió el nombre de su vecina; Kim Dahyun. Y el idioma que habla, para así al día siguiente, en su primer día de escuela, buscar algún libro que se relacione con el idioma, para poder finalmente, con el tiempo, entablar una conversación con ella.

Dahyun por su lado, era claro que recién se había mudado al país y como fue todo sin premeditación, su madre decidió meterla en una escuela especial de lenguas extranjeras, así la menor seguía con sus estudios a medida que también aprendía japonés, ya que llegaron a esa ciudad.. para quedarse. Si bien sus padres sabían japonés, tenían que estar más enfocados en sus nuevos trabajos y salir adelante en el país desconocido, su aporte para que la pequeña se adapte, fue comenzar a hablar en ambos idiomas, para ir acostumbrando a su hija.

La de tez pálida estaba curiosa con respecto a su nueva vecina, le agradaba la idea de tener una amiga cerca pero al igual que Sana, le frustraba no conocer el idioma, de todas formas, estaba ansiosa por aprender más sobre Japón, así que su primer día de escuela era algo que esperaba también muy emocionada.

Sana entró a la escuela más temprano que otros días, como en el orfanato eran alrededor de 10 niños, siempre salían todos juntos a esperar el autobús, pero ese día en particular, decidió no esperar a sus compañeras y emprender el viaje sola, caminó por las calles con el sol apenas acercándose en el horizonte, aferrada a su mochila tratando de ignorar lo fría que era la ciudad cuando el sol no se encontraba iluminando el lugar.

Llegó cuando las puertas apenas eran abiertas para la llegada de los alumnos, Sana entró emocionada directo hacia la gran biblioteca que tenía el establecimiento, buscando rápidamente algo que tenga que ver con el coreano, pasó alrededor de una hora buscando sin resultados, hasta que la bibliotecaria se acercó al verla dando vueltas tantas veces.

—¿Qué buscas, Sanita?.—Sana se sobresaltó cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por su voz.

—¿Hay algún libro que enseñe coreano?.— La mujer se sorprendió ante la pregunta y negó.

—No hay, cariño.. —Sana se decepcionó, tenía la esperanza de encontrar algo en aquel gran lugar. —Pero.. si quieres aprender lo básico, te puedo enseñar.. se algo de coreano.

—¿De verdad? .—Preguntó esperanzada, la bibliotecaria asintió, vio potencial en la pequeña Sana de aprender, asi que no le molestaría darle unas clases. —¡Gracias!.—Exclamó emocionada y la abrazó. —¿Cuándo comenzamos?

—Ahora en tu primer descanso puedes venir, imprimiré algunas cosas para que puedas llevar al hogar y mañana hacemos algunos repasos, ¿Te parece? .—La niña asintió emocionada. —Bien, nos vemos más tarde entonces, vé a clases ahora. —Ánimo, la menor salió ansiosa de allí sin mirar su camino, cuando chocó con otra persona, cayendo al suelo.

—Auch.—Se quejó por lo bajo la persona con la que chocó, Sana reconoció por la voz que era una niña mientras tenia una mano en su frente intentando con presión aliviar el dolor del golpe.

—Lo siento, no te vi. —Exclamó Sana quitando su mano y viendo a una niña de cabello negro que parecía ser más o menos de su edad, no la había visto antes, quizás era nueva.—Dejame te ayudo a levantarte. —Dijo acercándose y dándole su mano, la niña la miró y sonrió sin mostrar los dientes, tomandola.

—Yo tampoco te vi, lo siento. —Se disculpó. —Justo venía por un libro y estaba muy distraída pensando. —Se justificó.

—Soy Sana. —Dijo moviendo sus manos aún unidas y soltandola, sonriendo ampliamente. —¿Eres nueva?

—Oh, si. —Asintió. —Soy Mina. —Respondió sonriente, parecía amable, no como los demás niños de esa escuela.

—Genial, ¿Qué edad tienes?.—Preguntó intentando verificar si su intuición tenia razón.

—10, ¿Y tú?.—Los ojos de Sana se iluminaron con ilusión.

—¡También! ¿Tienes clases de matemáticas ahora?.—Mina asintió. —Genial, yo también, si quieres podemos sentarnos juntas.

—Me parece bien. —Aceptó la pelinegra. —Nos vemos en un rato entonces.

—¡Nos vemos, Mina!.—Saludó saliendo aún más alegre que antes de la biblioteca, ¿Será que por fin la pequeña Sana conseguía hacer amigos después de tanto tiempo?

Mina cumplió con su palabra, se sentó con la japonesa por más que sus compañeros parecían estar sorprendidos con su decisión. Ella no era tonta, notó que había mucho desprecio hacia Sana en ese salón, y no dudó en elegirla sobre todas esas personas que parecían estar muy lejos de ser amables.

La pelinegra le contó que hacía poco volvió a Japón luego de vivir un par de años en Texas con sus padres, como su hogar quedaba cerca de la institución decidieron mandarla ahí, y su pequeña amistad comenzó así, con un fuerte golpe, desde aquel día, Mina y Sana se volvieron inseparables.

Más tarde, por la noche, Sana volvió al hogar con los papeles que le dió la bibliotecaria para comenzar a leerlos, se acostó interesada leyendo todo lo que los escritos de la señora Hana, detallando el alfabeto y su pronunciación, al principio pensó que era un tanto tedioso pero luego miró hacia la ventana, y vio a Dahyun en la habitación de enfrente y volvió su atención a los papeles con más interés, necesitaba poder hablar sin barreras con la niña de al lado.

—Ya es tarde, rarita. —Exclamó una de sus compañeras apagando la luz de repente, Sana se molestó al quedar a oscuras pero si hay algo bueno que aprendió hace tiempo fue no enfrentar a sus compañeras, ellas eran cantidad y mucho más fuertes, no quería salir golpeada como en otras ocasiones sucedió. —¿Qué es eso que lees?.—Preguntó Makomo volviendo a encender la luz, acercándose peligrosamente, Sana dobló los papeles y se acostó encima de ellos en posición fetal, cubriéndose con su manta para protegerlos

—No molestes Makomo, golpeala mañana, hoy estoy cansada. —Se quejó Maiko. —Apaga esa maldita luz.

—Te salvaste por poco, Minatozaki. —Amenazó cerca de ella, Sana se achicó aún más contra el colchón y suspiró aliviada cuando Makomo apagó la luz y se alejó.

Su vida era un verdadero infierno en esa habitación, esperó que sus compañeras se durmieran para buscar una linterna que tenía debajo de la cama, no tenía nada de sueño, quería seguir aprendiendo para que al siguiente día fuera más fácil entender a la señora Hana.

Una vez que tomó la linterna, subió a la cama y antes de acurrucarse miró hacia la ventana que ahora reconoció que quizás esa era la habitación de Dahyun, ya que siempre la veía jugando allí. La coreana estaba distraída observando al mismo tiempo que ella por la ventana, pero no hacia delante, sino hacia abajo, miró en la misma dirección y notó que un pequeño gatito caminaba por el tejado, al parecer eso había llamado la atención de la niña de tez pálida.

Notó que Dahyun tenía los ojos muy pequeños, casi formaban una línea cada vez que sonreía, le pareció tierno, justo en ese momento donde más la estaba observando, la menor levantó la mirada y la vio, Sana sonrió ampliamente y movió su mano en señal de saludo. La menor se lo devolvió, con una pequeña sonrisa.

La japonesa apuntó al gatito e hizo una seña de pulgar hacia arriba, intentando comunicarse por señas, pero Dahyun no estaba comprendiendo mucho, así que solo asintió sonriendo, le divertía ver a su vecina hacer gestos extraños aunque no la comprendiera.

Intentó seguirle el juego y junto ambas manos, colocándolas en su mejilla derecha y cerrando los ojos, haciendo alusión de que se iría a dormir, la japonesa lo entendió e hizo un leve puchero debido a que no seguirán jugando a las señas, la saludó otra vez con la mano y se acostó cuando la vio hacer lo mismo, tomó su linterna y comenzó a leer de nuevo.

Deseaba algún día poder hablar de manera fluida con Dahyun. 

Otoño / SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora