Capítulo 18

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Lia

Le paso el trapo a la mesa de inox llena de marcas de fondant, es lo último que me queda por limpiar antes de cerrar la pastelería, lo cierto es que estoy agotada, como para no estarlo, los viernes sin duda son el peor día. Aunque siempre quedan fuerzas para Oliver, su guitarra y muchas flores.

Me sacudo los tejanos pitillo que llevo ya que se me han manchado un poco de harina y me pongo por encima de la camiseta corta blanca de tirantes una chaqueta, también corta, de chándal y color beige, y juro por todos los pasteles del universo que es muy, pero que muy, calentita, a pesar de que deja una franja de mi abdomen al aire. Igualmente llevo un chaquetón negro para ir en la moto y no morir de una hipotermia. Mis amigos me llaman loca por llevar una camiseta de tirantes con el frío que hace en Barcelona, pero ya me gustaría verles con una sudadera en una cocina con tantos electrodomésticos que emiten calor.

Hecho un último vistazo a la cocina y una vez compruebo que todo está en orden, apago la luz y salgo directa a la barra.

—¡AHHH! —Chillo como jamás en mi vida lo he hecho.

—Joder, ¿tan feo estoy? —Oliver coge un servilletero y se mira en este a la vez que se pasa una mano por el pelo.

—Me has dado un susto de muerte, Oliver —digo llevándome la mano al corazón.

—Lo siento pequeña, se te ha olvidado girar el cartel y la puerta estaba abierta, y como fuera hace frío he pensado que esperarte dentro no era una mala idea.

—Eso es culpa de Eva, mira que le he pedido que cerrase al salir, seguro que se le ha pasado...

Oliver se baja del taburete de la zona de barra y levanta el trozo de esta que deja libre la entrada y la salida del interior del mostrador.

Va vestido con unos tejanos anchos y negros, una camiseta blanca que sobresale por la parte baja de una sudadera gris oscuro con capucha. Hace nada que se ha vuelto a dar un repaso en su querido corte mullet y lleva el pelo más despeinado de lo normal que le da un toque rebelde que a mi me encanta. Sí como dicen mis amigos, soy un trocito de pan y sí me gustan los chicos que tienen pinta de rebelde, pero solo físicamente, me alejo de las malas vibras más rápido que dos polos iguales.

Oliver se acerca hasta mí y me achucha como si fuese a escaparme en cualquier momento, apoyo mi cabeza en su corazón y escucho que va a mil por hora. ¿Qué le ocurre? No tule ir tan rápido. Supongo que será por verme, ahora nos solemos ver mucho menos que antes. O al menos a mí se me pone el corazón a mil cuando le veo últimamente, incluso me llego a poner nerviosa.

—¿Estás lista? —pregunta tras besarme y separarse unos centímetros de mí.

Miro a mi alrededor y compruebo que todo esté bien, hoy no me llevo sobras, se las he dejado a Eva, no quería cargar con ellas.

—Sí, podemos irnos —respondo.

Oliver me hace un gesto con la cabeza para salir y coge los dos cascos que hay sobre el mostrador, me da el mío y paso la mano por dentro de este para llevarlo más cómodamente, él también lleva su guitarra. Al llegar a la puerta giro el cartel para que indique a la gente que está cerrado, hecho la llave y Oliver me ayuda a bajar la persiana que aseguro con otra llave.

Su moto espera justo en frente de la pastelería. Mi chico se pone el casco y se lo ata con mucha destreza, su casco es de cierre de doble anilla y cuando he tenido que llevar alguno con ese cierre me lo ha tenido que atar él porque no tengo manera de acordarme como se hace. El que llevo ahora es de los que con un simple click se cierran así que me lo pongo a la vez que él. Le doy mi mochila a Olive y pasa sus brazos por las asas quedando la mochila justo encima de su pecho y abdomen. Él me da su guitarra y yo me la cuelgo a la espalda.

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