Capítulo 20

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Oliver

Un aporreo en la puerta hace que me despierte de un brinco, me pesan los párpados como nunca y me duele el cuerpo entero. Ayer estaba tan nervioso por el concierto de hoy que me costó dormirme más que nunca, espero acostumbrarme alguna vez porque necesito descansar bien antes de subirme a cualquier escenario.

Los aporreos de la puerta no cesan así que no me queda otra que arrastrarme hasta a ella mientras le repito a la persona causante de esos golpes que en breves le abro. Detrás de la puerta está Júlia, con su traje perfectamente planchado y su pelo engominado y recogido en un moño. Yo en cambio... se podría decir que Júlia ha tenido suerte de que ayer me pusiese un pantalón porque si no le hubiese abierto la puerta en calzoncillos teniendo en cuenta que me acordase de ponerme unos.

—Buenos días, es hora de desayunar, te quiero abajo en diez minutos.

—¿Todos esos aporreos han sido para eso, Júlia?

—No sé cuánto me iba a costar despertarte... ¿Sabes cuántas veces he aporreado la puerta de Julen y Bruno?

—Muchas. Conociéndolos, estoy seguro de que muchas —respondo mientras me rasco los ojos.

—Pues por eso mismo he aporreado fuerte la puerta, eres el último al que he despertado así que para ahorrarme el pasarme diez minutos de golpes he aporreado con fuerza, y veo que ha sido más fácil de lo que pensaba.

Suspiro, me llevo las manos a la cara y las subo hasta el pelo el cual froto con cansancio. No soy la persona que más rápido se duerme, y tampoco tengo el sueño muy profundo por lo que espero que para la próxima, Júlia, lo tenga en cuenta.

—Venga, a vestirse, te quedan... —mira el reloj de su muñeca —ocho minutos y medio.

No tengo mucho tiempo para pensar que ponerme así que opto por la típica camiseta básica que todo hombre tiene en su armario, blanca, de tirantes y hecha del algodón. Y el pantalón tejano más ancho que tengo, uno de una tienda de segunda mano en el que cabemos dos Olivers. Como no se me aguanta ni en la cadera, me paso el cordón de unas deportivas que tiré cuando se me rompieron por debajo de las trabillas del pantalón y me lo aprieto en la parte trasera de este. Por lo que ahora de cintura me queda bien y de pierna muy ancho. Opto por las famosísimas Vans de cuadros blancos y negros y como accesorio unas gafas de sol.

Cojo mi móvil y mi cartera y salgo de la habitación como alma que lleva el diablo para que no me caiga una bronca de Júlia, por suerte me reúno con el resto antes que ella.

Ese día ensayamos después de desayunar, también comemos en el hotel y después ya nos llevan hacia el estadio donde damos el concierto para hacer la prueba de sonido. En la puerta del hotel hay muchas fans, pero los de seguridad nos facilitan mucho la salida así que no tenemos problemas para llegar al minibús.

Y esa tarde todo pasa demasiado rápido, cuando llegamos al estadio está prácticamente todo montado. El escenario con los instrumentos, las pantallas traseras montadas, los asientos listos y limpios al igual que el resto del estadio, incluso el suelo de la pista al que le habían puesto una especie de piezas negras que lo cubrían completamente. En el escenario hay varias personas escondiendo cables para que no nos matemos con ellos en pleno concierto y llevándose las grandes cajas pesadas donde se guarda el material. La prueba de sonido es rápida, los primeros minutos hablamos moviéndonos con los micrófonos por el escenario y después ya nos hacen cantar una canción y tocar los instrumentos para ver que tal funciona todo.

En los camerinos practicamos hasta la tarde aunque vamos haciendo descansos para no cansar la voz. Durante el día me he mensajero con Lia cada vez que he podido, y parece ser que ella no ha podido estar muy pendiente del teléfono pero me ha escrito en cuanto ha podido y me ha mandado una canción para que la escuche antes de que empezase todo, es la mejor.

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