Capítulo 34

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Lia

¿Es normal hablar con tu pareja a distancia una vez por semana?

Aun no sé cómo hemos pasado de darnos los buenos días, las buenas noches y contarnos como nos ha ido el día a hablar una vez por semana.

También ha llegado un punto que un «te echo de menos» es más importante y remueve más por dentro que un «t'estimo». Y ya no sé si es que no nos decimos que nos queremos por falta de amor o por orgullo. Hace una semana que me dijo que me echaba en falta, aún no sé si se refiere a mi yo de hace unos meses o a mi yo que se ha vuelto bastante fría en lo que él respecta.

Llevo un mes, incluso diría que un poco más, en el que he salido con mis amigos todo lo que no he salido en el último año. Al menos de sábado a domingo es cuando menos me importa irme de fiesta, y alguna vez he pensado que no era para tanto empalmar de fiesta al trabajo, eso sí, esos días sí que acabo muerta.

Respecto a lo que sé sobre mi novio es que ahora mismo está en Dinamarca, los últimos conciertos le han ido muy bien, cada vez tienen más éxito como grupo y parece que hay una gran parte de su fandom enamorada de él, ha salido mucho de fiesta y en cada foto que suben a la cuenta del grupo está muy cerquita de Mar. De hecho, una de las últimas fotografías que vi de ellos, estaban tomando algo en un bar y Mar estaba sentada en su regazo.

Ya he pasado hasta de llamarle, igual que hace él, nos mandamos mensajes de vez en cuando para saber algo relativamente importante. Oliver no me ha dejado de importar, pero como parece que mis sentimientos le importan más bien poco, le estoy dando de su propia medicina, y no parece importarle mucho.

La pastelería está hasta arriba, desde San Jordi viene mucha gente a pedir unas rosas de hojaldre que se viralizaron por redes sociales justo después de que Eva se llevase seis porque sobraron. Ahora las hacemos en forma circular y reservamos la forma de rosa para el veintitrés de abril, eso sí, se venden como pipas. Hay días que se venden más y otros menos, hoy se han vendido más de treinta.

Al medio día, la cocina se queda patas arriba y tanto Eva como yo le prometemos a Alicia que recogeremos más tarde, cuando volvamos de nuestro descanso para comer. Voy hasta casa y subo los escalones con pesadez, la barriga me ruge y siento que todos los pisos que subo todos los días son eternos.

Abro la puerta de casa y no me encuentro con la casa vacía o con solo uno de mis compañeros de piso, lo que sería lo normal. Están todos sentados en el sofá, mirando hacia la puerta, Mauro está cruzado de brazos con una pierna encima de la otra. Nil está sentado con los codos apoyados en sus piernas y la cabeza sobre sus manos, Sarah mueve la pierna con más rapidez que nunca y Aina tiene las piernas estiradas cruzándolas en los tobillos y jugueteando con sus dedos. Y delante de la ventana de la cocina hay una silla que mira en dirección a ellos. Intuyo que esa silla es para mí, más que nada porque Mauro me señala con brusquedad y después a la silla.

—Vaaaleee... ¿qué está pasando aquí? —Pregunto.

—No, vas a contarnos tú que está ocurriendo —dice Nil con suma seriedad.

Me siento en la silla casi obligada, no sin antes dejar mis cosas en el suelo y quitarme los zapatos, esta semana me toca barrer a mí, y contra menos suciedad entre, mejor.

—La pastelería se está llenando un montón y paso menos tiempo en casa porque estamos hasta arriba de trabajo... —explico.

—No, no, eso no, queremos saber que te pasa a ti —aclara Aina.

—¿A mí? Nada, estoy super bien.

Nil y Sarah se miran entre ellos enarcando una ceja, y después me miran a mí, Aina y Mauro se dedican a poner cara de sorpresa.

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