-MINI MARATÓN PT.1-
Oliver
¿Acaso el amor se puede llegar a agotar? No sé si eso es lo que está ocurriendo en mi relación con Lia. Ya no hay mensajes de amor, de esos que se envían con tanto cariño, no hay llamadas de sonrisas inmensas ni un t'estimo que me revuelve por dentro a cada letra que pronuncia. ¿Y este es el fin de más de cuatro años de amor? Siento como que todo lo que he construido con ella se me esfuma de entre las manos, desaparece en un segundo, solo hablamos para pelearnos, ¿se ha consumido todo?
No puedo culpar ni a la puta distancia, ni a nuestros sueños. Todo esto es falta de comunicación, o eso es lo que me ha dicho Mar en estos últimos días en los que he estado irascible con todos y llorando por las noches en su hombro, ha hablado conmigo hasta que casi me caía de sueño, y también me ha recordado que no puedo pasarme el día tocando o escuchando en bucle Creep de Radiohead.
Ya no me entran llamadas al teléfono, ni mensajes, cada vez que suena lo agarro con la esperanza de que sea ella, pero me llevo una decepción tras otra, y acabo poniéndome de mala leche. Alguna vez me ha dicho que me quiere, o que me echa de menos, a veces me reconforta, otras veces no me lo creo. Mi abuelo siempre me ha dicho que las palabras se las lleva el viento, lo que importa son los actos que hacemos para demostrar esas palabras.
Esos actos los veía en el mirador, en los regalos a distancia, los minutos dedicados a hablar y sobre todo en las canciones, en esas dichosas canciones que esperaba con ansias antes de cada concierto y escuchaba con tanto cariño. La música, ese tipo de mensaje que puedes mandar cuando no sabes cómo decir las cosas, a lo que puedes recurrir cuando no te salen las palabras y ella es capaz de expresarlo por ti. Esa música ya no me llega, esos mensajes, tampoco, y la última canción que le mandé fue Never Say Never de The Fray.
Sí, como si eso fuese a arreglar que un día antes le mandases You Give Love A Bad Name de Bon Jovi.
Ahí está mi conciencia para recordarme lo imbécil que llego a ser a veces.
Pensaba que eso era lo que más podía dolerme de toda esta situación aparte de que estoy perdiendo a mi novia, claro. Hasta que llegamos al aeropuerto de Barcelona para tener unos días de descanso que creo que no van a venirme nada mal, y con ello poder solucionar toda esta mierda que no me deja dormir.
Y con no me deja dormir, quiero decir que tengo unas ojeras que me llegan a las putas rodillas, mis amigos casi no se atreven a hablarme por si les contesto mal de alguna manera y en redes sociales se especula o que tengo un problema médico o que me drogo por la cara que tengo últimamente. He perdido peso, ya no solo por el estrés y lo mal que se llega a comer en una gira entre ensayos y cientos de cosas que hacer, también por no dormir prácticamente nada y parecer un muerto viviente.
Salimos a la zona de recepción y agarro las pocas fuerzas que me quedan para esquivar a los guardias e ir corriendo hacia mi madre que me recibe con una amplia sonrisa.
—¡Cariño! —Dice al recibirme con los brazos abiertos y soportando el impacto.
No hay nada mejor como estar en los brazos de una madre, la echo de menos a rabiar, sobre todo ahora mismo, que no quiero contarle lo de Lia para no preocuparla pero quiero contárselo todo porque joder, es mi madre, y es una caja fuerte en lo que a mis problemas respecta.
—Vaya cara tienes —me agarra de la barbilla y me examina por todas partes. —Debes estar agotado, ¿estás comiendo bien?
—Estoy agotado —sobre todo mentalmente, pero no se lo digo —y como lo que puedo, cada vez nos exigen un poco más y tenemos menos tiempo para todo.
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Veneno
Teen FictionLia Santos es una joven repostera que vive en un pequeño piso de la ciudad de Barcelona junto a sus amigos de toda la vida. Lia es sencilla, tranquila y altruista, la pasión por la repostería perdura en ella desde que era pequeña cuando cocinaba jun...