Capítulo 38

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Oliver

Se nos había acabado el descanso, y por desgracia, se me había pasado volando. ¿Cómo puede ser que una semana de gira se llegue a hacer eterna y después una semana en Barcelona, sin nada que hacer más que ensayar de vez en cuando, pase volando? Lo bueno de todo esto es que he podido pasar mucho más tiempo de lo que pensaba con Lia. Sí, ella ha trabajado, pero le contó a Alicia que yo estaba por aquí y ha podido salir antes del trabajo todos los días excepto el viernes y el sábado, pero eso ya ha sido suficiente para mí, no todos los jefes del mundo aceptan una flexibilidad de horario como esta en último momento.

Estuvimos yendo a varios lugares, eso sí, siempre que supiésemos que no estaban muy concurridos de gente, y a todos lados en moto, ya que llevando el casco con la visera bajada, por Barcelona no se me reconoce. A Lia le apetecía ir a algún restaurante, pero es algo inviable para mí. No me refiero al comer en un restaurante sino ir con ella y que no salgan por todas partes fotografías de nosotros dos juntos. Por lo que al final optamos por restaurantes con opción de reparto al aire libre y Lia se acercaba a recogerla para evitar que los repartidores estuviesen encima de mí.

También hemos ido casi todas las noches al mirador, aunque estuviésemos muertos, íbamos a las tantas de la noche, cuando está vacío. Es un poco más difícil encontrar flores con tan poca luz pero todos los días he llegado a casa y he quitado muchas de ellas de las clavijas. No puedo evitar sonreír cuando recuerdo esas flores o la púa con la que toco siempre. Lia ha vuelto a ponerse el collar y espero que nunca más tenga que volver a dejar su cuello.

Ha venido a despedirse al aeropuerto ya que Aura Records nos ha programado el viaje en avión a Ámsterdam el jueves por la noche. Nos preguntaron qué día queríamos marcharnos, a todo el grupo le era indiferente excepto a mí, para mí era importante que fuese a última hora del día para poder despedirme de Lia justo antes de subirme al avión, y así fue.

—Por favor, avísame nada más bajes del avión —me pide mi madre —. Y ni se te ocurra fumarte un porro porque en Ámsterdam esté permitido.

—Bueno, si tienes la oportunidad... —dice como si nada mi padre.

—¡Adrián! —Le regaña mi madre.

—Leire, solo se vive una vez.

—No incites al niño a drogarse.

—Mamá, tengo casi veintitrés años —me quejo cuando insinúa que soy un niño pequeño.

—Pues eso, un niño —Lia se tapa la sonrisa, está justo al lado de mi madre y seguro que no quiere que la vea de reojo.

—Tranquila Leire, —interviene Julen desde un lado —yo me fumo el mío y otro por él si así te quedas más tranquila.

—Tu no vas a fumar nada, se te inflamarán las cuerdas vocales —le regaña su propia madre.

—Mama, uno al año no hace daño.

—Iris... —piden ayuda tanto mi madre como la de mi mejor amigo al unísono.

Iris desdibuja la sonrisa que tenía mientras bromeaba con su hermano pequeño y nos mira a ambos muy seria, al final acaba perdiendo la mirada en el suelo mientras niega con la cabeza.

—No tengo plastilina para explicárselo —suelta insinuando que somos unos críos.

—¡OYE! —Exclamamos mi amigo y yo.

—Tranquilas que yo no voy a dejar que nadie se fume nada —tranquiliza Júlia a nuestras madres.

—No nos lo puedes prohibir, somos mayores de edad y adultos responsables —le dice Julen a Júlia elevando el dedo índice de una mano como un sabelotodo.

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