1. El día que todo comenzó

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Sherry abrió los ojos al escuchar como un coche en el exterior tocaba el claxon mientras conducía a gran velocidad bajo la lluvia que caía en Beika. Levantó la cara que tenía apoyada en sus manos y miró a su alrededor.

Se encontraba en el laboratorio de la Organización, al parecer se había quedado profundamente dormida mientras apuntaba sus experimentos en su ordenador... la chica suspiró mirando el pequeño reloj de su muñeca.

<<¿Las dos de la madrugada? >> pensó sorprendida, poniéndose de pie para quitarse la bata y dejarla en el asiento.

El laboratorio estaba en sumo silencio, al parecer ninguno de los científicos tuvo el valor de despertarla pero aún así le dejaron las luces de la sala encendidas y la puerta abierta, Sherry lo agradeció en parte mientras cogía sus objetos personales y el paraguas para salir de allí enseguida.

Cerró la puerta con llave, se abrochó su chaqueta y empezó a bajar las escaleras preparando el paraguas para abrirlo enseguida al salir. Era una noche muy fría y la humedad no la mejoraba, Sherry empezó a caminar por aquellas calles silenciosas escondida bajo su paraguas negro. Tenía mucho en que pensar, en parte se alegraba de haberse dormido en la Organización ya que así se había librado de ver a Gin al salir a su hora.

Por otra parte la APTX4869 no avanzaba... hiciese lo que hiciese se convertía en una droga letal y peligrosa para quien lo tomara, no podía saber en qué fallaba ya que no dejaba marcas ni signos en el cuerpo... Sherry suspiró viendo como sus botas se mojaban con los charcos del suelo, como le gustaría ser libre.

Se escucharon unas risas muy por delante de ella, un grupo de chicos, al parecer borrachos se acercaban a ella.

–Vaya bombón... –sonrió uno de los chicos de cabello oscuro provocando que los demás rieran de coro.

–¡Madre mía! –contestó otro colocándose al lado de su compañero –. ¿Dónde vas a solas a estas horas? ¿Quieres un poco de fiesta?

Sherry dio un paso hacia atrás, no le gustaba nada el ambiente que se estaba creando...

–Eh, no te asustes –contestó el chico que parecía el líder del grupo –. No te haremos daño, somos profesionales –el grupo se volvió a reír como respuesta Sherry corrió sin pensárselo dos veces.

Comenzó a correr por las calles que había pasado antes, sabía que no podía huir ellos eran cinco y corrían más que ella, no había coches a los que pedir ayuda. Sherry soltó el paraguas para que chocara con los chicos y tuviera un poco más de tiempo, lo único que logró fue que esa pandilla se enfadara más aún. Finalmente llegó a una calle sin salida, el cuerpo de la chica respondió del terror con un escalofrió que congeló cada parte de su piel, mientras sus cabellos soltaban el agua de la lluvia.

Con el frío aún en el cuerpo y el labio temblando miró con desespero si hallaba alguna otra salida pero sintió como una mano agarraba con fuerza el hombro para girarla con brusquedad, la habían atrapado...

–Por favor... –suplicó Sherry mientras uno de los chicos la agarraba por la espalda y otro abría con fuerza su abrigo ya empapado.

–Venga, si te vas a divertir –sonrió el joven colocando su mano en la cintura de la chica.

Ella se horrorizó al ver que otro de los jóvenes llevaba una cámara para grabar la atrocidad que iban a hacer, para recordarlo con orgullo. La chica cerró los ojos mientras lloraba para intentar vivir la situación lo menos posible, aunque sería imposible ignorar como aquellas manos tocaban su cuerpo como si fuera un objeto...

Se escuchó un disparo que asustó aquel grupo de hombres.

–Largaos –se escuchó una voz fría.

–¿De qué vas tío...? –preguntó el líder del grupo mientras los demás soltaban a la chica.

Se volvió a escuchar otro disparo y esta vez respondió un gemido, al parecer hirió a uno de aquella banda. El grupo levantaron a su amigo herido y salieron de allí corriendo, en el fondo eran unos cobardes.

Sherry aún se encontraba sentada en el suelo bajo la lluvia con la cabeza agachada, estaba en estado de shock, nunca se había sentido tan desprotegida.

–¿Estás bien? –preguntó el hombre ofreciendo su mano para ayudarla.

Sherry levantó la vista.

–Gin... –respondió ella aguantándose las ganas de llorar.

 –Vámonos de aquí –dijo mirando hacia otro lado mientras fumaba sin dejar de ofrecer su mano.

Los días en la Organización: El error de SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora