16. Nuevo hogar

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Un Porsche negro conducía a gran velocidad contrastándose con la nieve que no cesaba aquella noche.

–Maldita mujer, le dije que no me molestara con sus tonterías –miraba Gin con mal humor la oscura carretera –, tiene suerte de que él me lo confirmara si no dejaría que se pudriera en medio de esta nevada.

Vodka miró desde el espejo retrovisor el asiento de detrás, le extrañaba no verla.

–Está durmiendo desde hace horas en mi habitación –respondió a la pregunta interna de su compañero –. Lo aproveché para mirar lo que había dentro de su bolso hasta que recibí tu llamada, no sabe ni que he salido.

–¿Y lo encontraste? –esperaba buenas noticias –, cuando me llamó Vermouth estaba en el apartamento de Sherry para ver si estaba allí.

–No, pero sacó información de los laboratorios, así que utilizó por la fuerza la llave –encendió un cigarro sin soltar con la otra mano el volante –, tampoco estaba en mi casa.

–¿Lo dejó en los laboratorios?

–Lo dudo –sacó el humo de mala manera –, la trajo seguramente pero la escondió, es como su puñetera hermana.

–¿Entonces?

Gin sonrió como él solo sabía hacerlo.

–Si no es a las buenas –susurró fríamente viendo como llegaban al aeropuerto –, será a las malas.

Una atractiva mujer de cabellos rubios les saludaba con elegancia con la mano, cerca de donde iban a aparcar. Vodka decidió salir para recoger la maleta de la actriz, cediendo su asiendo delantero para el sentarse en el trasero, hacía un frío atroz.

–¿Ya iba siendo hora no? –vaciló Vermouth al conductor –. ¿Qué estabas haciendo que no me cogías el teléfono?

–Trabajaba, cosa que tú no haces.

Vermouth rió por lo bajo cruzando las piernas, Vodka sabía que milagrosamente esos rumores no llegaron a los oídos de la mujer.

–Me encanta tu manera de recibir a las mujeres –sonrió acercándose más a él –. ¿No te apetecerían unos buenos Martinis para celebrar mi regreso?

–Lo siento Vermouth –sonrió pisando con fuerza el acelerador para llevar a la mujer a su hogar y dejarla allí –, ya estoy saciado.

Vodka no pudo evitar reírse por el sarcástico comentario de su superior y la cara de confusión que tenía ella.

Varios kilómetros más atrás Sherry abrió los ojos al escuchar el molesto pitido de aviso de su teléfono móvil, su batería estaba cediendo. Se incorporó sintiendo como las sabanas y la manta caía de su cuerpo, dejándolo totalmente destapado.

–¿Gin? –antes de quedarse dormida estaba a su lado durmiendo... ¿Dónde había ido?

Salió de la cama tapándose su cuerpo desnudo con una de las sabanas, quería buscar el teléfono entre su ropa tirada en el suelo para apagarlo, ese repetitivo aviso la estaba volviendo loca.

Un escalofrió recorrió por su cuerpo, fuera del lecho hacía bastante frío aunque la calefacción estuviera conectada. Abrió la puerta del armario para buscar la típica bata de hotel, seguramente a Gin no le haría ninguna gracia que se pusiera algo de su ropa.

<<¿Dónde habrá ido? >> pensó cerrando la puerta del armario pero vio algo que le llamó la atención, el techo del armario se sobresalía un poco... tenías que fijarte mucho para verlo pero a ella no le pasó desapercibido, parecía un techo falso.

Lo miró durante unos segundos en silencio, seguramente lo que se escondiera Gin ahí sería bastante importante. Sabía que su desobediencia junto con su curiosidad le daría problemas algún día. Cogió la silla del tocador para acercarla, con su corta altura no llegaba, una vez subida empujó aquella zona del armario para que cayera algo con fuerza hacia el suelo.

La mañana llegó a la suite del hotel y con ello Gin. Había pasado toda la noche fuera y la causa fue el aviso de una misión urgente de última hora juntamente con otros miembros de alto rango de la Organización, seguramente el resultado estaría ahora en todas las noticias.

Encendió la televisión para confirmarlo.

Las noticias de fuertes explosiones en varios centros de correos ocupaban todos los canales. Gin sonrió fríamente, como siempre no habían pruebas que les señalasen con aquellos incendios y confundían una vez más a la inútil policía.

Aunque estuvo toda la noche fuera no se encontraba nada cansado, raramente él dormía, era un lujo para unos pocos de la Organización donde se incluía a Sherry. Se llevó una sorpresa cuando abrió la puerta de la habitación: la cama estaba hecha y no había ningún rastro de la chica.

¿Cuándo se había ido y a dónde? No podía a ver ido a los laboratorios, estaban a varios kilómetros del hotel y ella no sabía llegar desde ahí.

<<Que mujer tan estúpida... >> Observaba la fuerte nevada que hacía en el exterior, escuchó tras de sí como la puerta se abría para ser cerrada a los pocos segundos.

–¿Dónde has ido con este tiempo? –preguntó Gin indiferentemente, en verdad no le importaba.

Sherry sonrió mostrando una bolsa de plástico, al parecer había salido a por algo para desayunar. Gin se acercó y levantó el rostro de la joven para observar algo que le llamó la atención: tenía el labio morado y las mejillas sonrojadas juntamente con la piel irritada a causa del terrible frío del exterior... pero lo que él quería ver era su mirada, aunque sonreía sus ojos mostraban una extraña tristeza además parecía como si....

Finalmente la soltó y se giró ya que ella le miraba confusa, no entendía que ocurría.

–Haber llamado al servicio de habitaciones para que subiera algo, solo un loco saldría con este tiempo –se rió de Sherry, dejó su gabardina en el asiento, aún era demasiado temprano para ir a los edificios de la Organización.

Sherry no contestó, dejó cuidadosamente los vasos con café que había comprado sobre la noble mesa de la sala, Gin seguía mirando de pie las noticias para informarse de si había explotado la siguiente bomba.

Vio como la joven se acercaba a él y le ofrecía uno de los cálidos vasos.

–¿No dices nada?

–Estoy algo afónica... –se tocó el fino cuello abrigado con la mano e intentó pronunciar algunas palabras pero de su boca no salió ningún sonido más.

–¿No será porque gritas demasiado en la cama?

Sherry se sonrojó dirigiéndose a su vaso, necesitaba quitarse esa desagradable sensación de frío del cuerpo. Dio un pequeño sorbo, dando la espalda a Gin en todo momento, agradecía aquella sensación de calor en su congelada garganta. El sonido de la televisión cesó y a los pocos segundos sintió como la envolvía suavemente dos brazos para abrazarla.

–Sherry... –la giró hacia él, cogiendo su café con su mano enguantada para no dejar huellas, dejándolo nuevamente sobre la mesa para que le mirase, cercando su rostro al suyo para besarla.

El silencio se apoderó de la habitación, apenas se escuchaba el pequeño sonido causado por la separación de los labios. Gin le daba un beso tras otro, sentía como los brazos de Sherry, ya confiada, rodeaba con cuidado su cuello quedando así ambos muy pegados.

Gin lo aprovechó para apartar sigilosamente una de sus manos de la cintura de Sherry y acercarla lentamente al bolsillo de su pantalón negro, sacando fácilmente de ella una pequeña capsula blanca.

Con los ojos abiertos y sin dejar de besarla la introdujo dentro del café de Sherry colocando esa misma mano sobre de los cabellos rojizos de ella para profundizar más el beso. Necesitaba vigilar que la droga se disolviera y no dejara rastro en la bebida.

–Acostúmbrate a llamar al servicio de habitaciones –explicó al separarse dirigiéndose a la habitación –, porque a partir de hoy vivirás aquí.

Si iba a ser  a las buenas, sería a las malas.

Los días en la Organización: El error de SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora