35. El tiempo pasa

13 3 0
                                    


En un abrir y cerrar de ojos un año pasó en la vida de Shiho Miyano.

Sherry suspiró tapándose los ojos con ambas manos, dejando de teclear, tenía la vista cansada de estar tantas horas delante del ordenador. Lo único que se escuchaba eran las noticias nocturnas que emitía la televisión de su habitación, hablaban de un asesinato resuelto por el joven pero capacitado Shinichi Kudo.

Observó de reojo la hora de su pantalla, la una menos cuarto de la madrugada. Quedaba poco para que Gin viniera a recogerla y aún no estaba arreglada. Se levantó de la silla para dirigirse hacia un corto vestido negro que se hallaba apoyado en su sofá. A su lado, se encontraba una carpeta marrón con datos de la persona que Gin necesitaba que conociera.

La cosa era simple, más avances mejor tecnología, aquel laboratorio conseguido hace un año se le estaba quedando anticuado, era útil pero para ella no, seguramente se lo quedarían los científicos que hacían experimentos más sencillos. Abrió rápidamente para dar un último vistazo a su objetivo, era un famoso alto cargo conocido por sus sobornos en farmacéuticas... iba a ser sencillo, le gustaba el dinero.

Sherry se colocó aquel ajustado vestido negro y se miró con rabia en el espejo, el reflejo de una joven de 17 años aparecía en él, su cuerpo había cambiado muchísimo en tan poco tiempo, estaba dejando atrás aquel cuerpo de niña y, tal como Gin predijo, se estaba convirtiendo en una bella mujer. Apretó con ira sus caderas, que le creciera el pecho no le importaba, pero odiaba sus caderas, señal de que ella era mestiza. No tenía la rectitud tan deseada de las asiáticas, tenía un cuerpo curvo como las extranjeras, intentó probar diferentes dietas para adelgazar pero no podía ocultar lo que era.

–Odio estas cosas... –se colocó los zapatos de tacón para dirigirse finalmente al tocador, solo quedaba maquillarse para aquella fiesta privada.

No era su trabajo, pero desde aquel horrible accidente Vermouth tenía prohibido caracterizarse como ella, tenía que ir en persona sí o sí. Pasó elegantemente una barra de pintalabios rosa que combinaba con un sombreado oscuro para acentuar aún más su fría mirada azulada. Escuchó como la puerta de su apartamento se abría para luego cerrarse en cuestión de segundos.

–¿Estás lista? –Gin se apoyó en la pared de la habitación.

–Sí.

La fiesta era una despedida para uno de los genios de la ciencia, por lo que el color negro era prioritario en la ambientación. Por suerte para ella muchos de los libros de su carrera fueron escritos por el mismo difunto, por lo que podía mezclarse bien con los demás asistentes aunque fuera la más joven de allí

Sujetaba con elegancia una copa de cava pero no bebía, es más, no soportaba el alcohol, necesitaba tener la mente clara para aquel soborno. Observaba atentamente una de las mesas donde se hallaba el buffet, una noche más no iba a cenar.

–¿Esa no es la chica de Gin?

–Más bien es la favorita de su harén.

–Es una cría...

–O mejor aún, una zorra.

Sherry se giró rápidamente con furia hacia aquel grupo de mujeres que se reían a sus espaldas, no era la primera vez que le pasaba. Una mano le sujetó con seguridad su hombro derecho, giró su rostro hacia el desconocido.

–¿Sherry? –el rostro de sorpresa de aquel hombre coincidía con las fotografías de los archivos de Gin.

–Sí –respondió –. ¿Esperaba a otra persona?

–No, solo me ha sorprendido su juventud.

Ambos hicieron una pequeña y educada reverencia, necesitaban ir a un lugar más privado para sus negociaciones, el hombre apartó educadamente una silla para que Sherry se acomodara en ella.

Los días en la Organización: El error de SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora