19. Una nueva luz

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 –¿No te apetece celebrarlo? –susurró Vermouth sensualmente cerca del oído de Gin, provocando que él le mirara fijamente.

–¿Celebrar qué?

La mujer sonrió sentándose de nuevo en su cómodo asiento, ambos se hallaban en la sala de reuniones de la sede principal. Solo los más importantes podían estar allí, ese día solo iban a hablar sobres las misiones cumplidas.

–Que hace una semana que lograste la llave –encendió un cigarro apoyando su cabeza en el hombro del hombre –. Y ahora la mitad de la plantilla de los laboratorios está estudiando la droga y creando copias, hoy te llevarás tus meritos.

Gin volvió a agachar la mirada para ocultarse con su flequillo, el perfume de aquella mujer le empalagaba el olfato. Prefería más estar solo con sus pensamientos que con Vermouth seduciéndole, en verdad odiaba estar con mujeres... solo las veía útiles en la noche.

–Sherry tiene que estar tan enfadada contigo... –rió mofándose de la joven científica que seguramente seguía con sus experimentos en los laboratorios –. Lo curioso que fui a verla, deseaba tanto ver su cara de decepción al ver que había sido tan estúpida al pensar que tú querías algo con ella... –consumió un poco de su cigarro –. Pero estaba tan tranquila como si no hubiese pasado nada, me he quedado un poco decepcionada.

–Vermouth... –apartó la cabeza de la joven actriz de mala manera –. ¿Me ves con cara de que me importa? ¿No tienes nada que hacer?

–Podría hacerte unos cuantos cocktails... –acercó sus labios en el cuello de Gin –. Me imagino que debes de estar bien sediento, aquella niña era muy joven, no es lo mismo un vino joven que uno viejo. ¿Verdad?

Gin suspiró se estaba cabreando de la insistencia de Vermouth.

–Contéstame a una cosa... –murmuró levantando con cuidado el rostro de la mujer y acercándose a ella para mirarla mejor.

–Pregúntame lo que quieras... –acercó sus labios a los de él, quedándose separados por meros centímetros.

–¿De verdad tan atractiva te crees? –se rió cruelmente, apartándose de ella para dejarla con el deseo en su cuerpo.

–Gin –sacó la rabia de su cuerpo, en verdad así es como se sentía: envidia, porque Sherry logró algo que ella no pudo –. ¿No será que te dio el vicio del vino?

–No me hagas reír –se levantó del asiento, sus demás compañeros seguían hablando entre si.

–¿Entonces no te molestará que Sherry este con otro hombre no? –intentó herirlo, nadie jugaba con ella. Sonrió al ver que el hombre se paró ante sus palabras.

–Pero mujer... –se giró con una sonrisa que hasta intimidó a la joven asesina de rubios cabellos –. ¿Quién va a querer un juguete que está roto?

La poca luz que iluminaba los altos edificios donde se hallaban los importantes laboratorios cedió a la oscuridad de la noche. Poco a poco todos los hombres y mujeres se quitaban sus ropajes blancos para salir al exterior y vivir lo poco que quedaba de día con normalidad, como siempre la última en salir de aquellos laboratorios y en ser iluminada por la luz de las farolas era Sherry.

Salía con la cabeza agachada y con una carpeta apoyada en su pecho sujetada con ambas manos. Su mirada era fría, seria y vacía. Sherry no sabía que su rostro había cambiado tanto en una sola noche, era menos expresiva, tenía un aire distante... pero lo que no sabían es que también por dentro no era igual, siempre estaba inmersa en sus pensamientos intentando no vivir la vida real. Lo estaba demostrando una vez más dirigiéndose hacia su hogar, caminaba lentamente sin mirar en frente, parecía como si estuviera rota.

Hubiera estado así durante todo el recorrido pero no pudo evitar escuchar el pitido de un automóvil que iba frenando detrás de ella, sintió un vuelco en el corazón. No podía ser, en los dos últimos días ya se había hecho la idea de que Gin ya no le esperaría en la salida... ¿Seguro que era él?

Sherry giró el rostro con absoluta desesperación.

–¿Sherry? –preguntó un joven bajándose de su gran moto negra, sacándose el casco para que su rostro quedara en descubierto.

–Generic.

El chico miró de más cerca su rostro, esta vez iluminado por los potentes focos del auto.

–¿Te he asustado? –los ojos de Sherry ojos mostraban decepción.

–No –agarró con fuerza sus archivos, prefería utilizar las respuestas cortas.

–Menos mal –sonrió echándose el flequillo hacia atrás para sacarse la nieve que se iba posando –. Es que te he reconocido por tus cabellos, no sabía que ibas a salir hoy tan temprano.

–Ni yo lo sabía.

–¿Te apetecería ir a tomar algo? –preguntó algo animado aunque sabía que ella estaba bastante mal por todo lo que había ocurrido, no soportaba que los altos cargos se rieran de ella –, recuerda que me debes una por el trabajo que te avance.

Sherry retrocedió varios pasos inconscientemente.

–Lo siento Generic pero –levantó un poco la carpeta –, aunque haya salido temprano no significa que no tenga trabajo.

–Vaya... –daría lo que fuera para volver a verla sonreír –. ¿Se te da bien hacer el café?

–Sí, ¿Por qué? –no sabía a donde quería llegar.

–Bueno pues como me debes una... –fingía con la mano que pensaba –, me invitarás a un café y como habrás sido tan amable de invitarme yo te ayudaré con tus experimentos.

–Es que...

–Venga anímate –la cogió dulcemente de la mano, dirigiéndola a su gran automóvil de dos ruedas –. Sé que tienes que entregarlos mañana, sé por dónde te has quedado y tú sola no vas a poder –explicó ofreciendo su casco –. Cuenta conmigo Sherry.

La chica miró desconfiada el casco y después al joven, era el único que tenía el valor para hablar con ella, los demás susurraban o señalaban.

–Disfruta de la noche Generic, con mi trabajo te vas a aburrir.

–Eso lo dudo –sonrió intentando animar a la joven, guardaba la carpeta en el hueco del asiento –. Verás que anécdotas te contaré mientras hacemos tus divertidos gráficos.

–Al estar conmigo solo lograrás que se te metan en sus burlas diarias.

–Ya lo hacen y desde hace muchos años –no dejaba aquella dulce sonrisa al hablar –. ¿Alguna excusa más para no verme?

Sherry sonrió débilmente.

–Esa moto mide más que yo –miró de reojo, escuchando el motor que aún estaba encendido.

Los días en la Organización: El error de SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora