18. Verdades que duelen

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 Sherry aún recordaba cómo fue aquella noche en que descubrió que todo lo que dijo Akemi era verdad, Gin solo la quería para una cosa.

Cuando se agachó y vio aquellos documentos se sentó en la cama intentándolo asimilar, en esos papeles estaba todos sus datos escritos, toda su vida. El encuentro de aquella noche no fue casual, sabía sus horarios.

Seguramente se lo dieron para que la conociera mejor y con ello sus gustos para facilitar el primer contacto. Además entre esos documentos se hallaban fotos de ella en diferentes escenarios: en los laboratorios, en la calle caminando tranquilamente, con su hermana en cafeterías... ¿Siempre estaba tan vigilada? En la última foto de todas salía su cuello enfocado, viéndose perfectamente su llave de colgante.

Eso era lo que quería, entonces Akemi tenía razón...

Sintió como su corazón se partía simbólicamente en mil pedazos y con ello dos lágrimas emanaban de sus ojos, que al acariciar su rostro caían suavemente al arrugado papel. Sin darse cuenta se dirigió al exterior del balcón, al parecer su mente necesitaba orientarse para no caer en una oscura y absoluta decepción.

Se apoyó en la barandilla mirando aquel paisaje que una vez contemplo con él. Tenía pequeños flashbacks: cuando la salvó aquella noche, los besos y la noche donde empezó la relación.

¿Todo había sido una mentira?

Sherry se sentó sobre la nieve totalmente destrozaba, aquellos recuerdos hicieron que se hundiera completamente, finalmente se echó a llorar bajo la nevada. Apoyó su cabeza hacia un lado dejando que todas las lágrimas de su cuerpo salieran durante toda la noche, a veces lo mejor era desahogarse.

Tuvo tantos pensamientos: que hacer, con quien hablar, como seguir adelante. Todo había sido un sueño, en el que se creía que era querida por la persona que más quería y aún seguía queriendo, tanto, que estaría a su lado aunque fuera todo una mentira.

No se movió ni un milímetro, observaba como finalmente la noche se acababa y el sol del día se empezaba a asomar, tenía tan claro lo que quería hacer.

Abrió los ojos rápidamente pero los cerró al instante al cegarse con la luz del techo. Aquel recuerdo se había convertido en un sueño, ¿Cuándo se había dormido?

Intentó estirarse para orientarse pero un peso se lo impidió, poco a poco sentía un cuerpo encima del suyo que le trasmitía un agradable calor sumado por el de las varias mantas que la arropaban. Unas cálidas manos apretaban suavemente las suyas cada cierto tiempo para que la circulación de su sangre fuera la correcta.

¿Quién era?

Giró lentamente la cabeza hacia un lado para orientarse, rozando levemente su mejilla con la suya, llamando la atención de Gin que permanecía quieto sumergido en sus pensamientos. Él hombre se levantó colocando su rostro enfrente de ella, comprobando si se había despertado. Sherry examinaba la situación: la había desnudado dejándole solo con la ropa interior y él se había quitado el jersey, ¿Por qué? ¿Qué había pasado?

Finalmente los recuerdos de la fuerte disputa de hacía unas horas aparecieron en su mente, mirando atentamente los ojos de Gin... seguramente perdió el conocimiento por culpa del frío.

Gin se apartó de ella, sentándose en un lado del lecho colocándose nuevamente el jersey, ambos no hablaron en ningún momento. Más bien Sherry era por confusión, recordaba que por fin Gin había mostrado su verdadera cara ante ella, ¿Por qué ahora volvía a ser amable?

Escuchó como encendía un cigarro permaneciendo sentado dándole la espalda, sacó el humo lentamente.

–¿Ahora me vas a explicar el porqué?

Sherry emitió un suspiró, cerrando sus ojos, no quería volver a llorar y menos delante de él.

–¿Sobre qué? –se sorprendió de la tranquilidad de su voz.

Gin se mofó sin levantar la vista.

–¿Leíste todos los documentos verdad?

–Sí.

–¿Sabías que era lo que en quería, a que sí?

–Sí.

–Entonces llegaste a la conclusión de que todo era una mentira.

–Sí –repetía ese monosílabo.

–Entonces –volvió a sacar el humo del cigarro –. ¿Por qué seguías a mi lado como un estúpido perro?

–Porque en esa mentira estabas tú.

–¿Ibas a estar conmigo sabiendo que no te quería? –soltó una fría carcajada –. ¿Qué me aprovechaba de ti?

Sherry soltó un suspiro formando como una especie risa. Gin, sorprendido por aquella reacción giró su rostro para observarla. La chica seguía mirando la tenue luz que desprendía aquella elegante lámpara.

–El amor, ciego, siempre está acompañado y guiado por la locura –al recitar aquella frase giró su rostro hacia el lado donde se hallaba Gin para contemplarle mejor –. ¿Por el amor se hacen locuras, sabes?

–Sherry –sonrió fríamente mostrando todos sus dientes –. Yo no te quiero, no he querido a nadie en mi vida, ese sentimiento hace que la gente sea imbécil y yo nunca me comportaré así.

La chica recordó la frase de su hermana.

–¿Te acostaste con mi hermana?

Gin soltó una fría carcajada.

–No, ella fue demasiado lista.

Sherry no contestó.

–¿Sentías algo cuando te acostabas conmigo?

–No –se levantó al consumir completamente el cigarro de su boca, dirigiéndose hacia la puerta de la habitación para salir de allí –. Duerme lo que quieras, mañana te irás de aquí.

Sherry al escuchar como apagaba la luz y cerraba la puerta, cerró nuevamente los ojos mientras se asomaban las dos últimas lágrimas que derramaría por él.

Los días en la Organización: El error de SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora