44. Boicot

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¿Por qué lo hiciste?

Sherry miraba atentamente los papeles en blanco que se hallaban sobre su mesa de trabajo. Había pasado tiempo de aquello y aún no lo lograba entender, pero peor aún era saber que su supervisión completa estaba en manos del asesino de su hermana, Gin.

Tequila murió por una explosión ajena a la Organización, en mitad de su trabajo, y se suponía que era algo sencillo. A nadie de aquel oscuro mundo le importó su trágico final, especialmente Sherry: siempre había sido un capullo, sobre todo cuando destruyó la casa de su hermana delante de sus propios ojos para su disfrute personal, lo único de lo que se alegró de aquello era el no haber estado allí o en su auto esperando.

Pestañeó una vez más sin moverse de su recta postura, con las manos en los bolsillos y sin darle importancia que las voces de sus compañeros del laboratorio iban cesando poco a poco tras unos nuevos pasos que se acercaban a ella.

–¿Al fin, tienes los informes? –Sherry le daba la espalda en todo momento, sin alzar la vista.

El olor del cigarro de Gin la envolvió.

–No, no los tendréis hasta que contestes a mi pregunta.

Gin hizo un fuerte sonido de desaprobación con la lengua, no era la primera vez que lo hacía y, con seguridad, no sería la última. Ese boicot hacia la Apoptixina estaba acabando con su poca paciencia y la de Anokata.

–Sherry, no hay nada que contestar.

Un fuerte estruendo hizo estremecer a todos los trabajadores de allí, todo lo de la mesa de la chica se hallaba ahora en el suelo convertido en diminutos trozos de cristal al chocar contra el suelo, la ambientación se volvía más tensa.

Sherry golpeó con furia el pecho de Gin.

–¡¡Ella no te hizo nada!!

–Cálmate.

–Maldita sea Gin... –sollozó golpeándole esta vez sin fuerzas para dejarse caer al suelo, sentada, sollozando porque una noche más apenas había dormido –. ¿Por qué lo hiciste?

–...

–Eres lo peor que me ha ocurrido en la vida, te odio...

Sentía como todas las miradas se dirigían hacia ella, bajo una vulnerabilidad que se clavaba en su piel como miles de afiladas agujas, esa era la dura verdad que tenía que aceptar: El hombre que siempre había amado le había robado su bien más preciado... aquel hilo oscuro que siempre les conectaba estaba partido en dos.

Finalmente era libre de él.

¿Era el último regalo de Akemi?

Gin se agachó para levantarla, sabía que necesitaba ayuda psicológica pero no se podían permitir más retrasos con el experimento. La última vez que perdió las fuerzas a causa de la depresión delante de él no pudo ayudarla, delante de Vodka no, éste ya se encargó de empujarla de mala manera para que ésta volviera al trabajo.

Sherry aprovechó ese gesto para apuntarle con una pistola en la frente, hoy si se llevaría a cabo sus negros pensamientos que la acechaban noche tras noche, como una obsesión recurrente que le impedía vivir con normalidad. Bajo una ira que permitía que lentamente manipulara su cuerpo y mente.

–Vaya con que eso era lo que escondías en el bolsillo –sonrió fríamente, observando los débiles ojos azules de la chica que le miraba con odio y a la vez temor, se la veía tan agotada –. ¿Vas a dispararme?

La joven se mordió el labio, inconscientemente sus manos temblaban ante la voz dominante del mejor asesino de la Organización, su característica sangre fría le permitía tomarse la situación con un humor algo macabro.

–Es una traición muy grande Sherry, tan solo por apuntarme –acercaba su serio rostro al suyo, el frio tacto del arma no le intimidaba –. ¿Eres una traidora?

–¿Por qué lo hiciste Gin?

El hombre se rió ante la insistencia de la mujer, escuchando como un trabajador salía rápidamente de allí para avisar de la situación, fuera lo que fuera no iba a terminar nada bien.

Necesitaba ganar tiempo o ganar su propia batalla, le excitaba la idea.

–Dispárame Sherry –colocó su mano enguantada sobre la suya que sujetaba el arma –, si me matas tu morirás conmigo –su aura se volvía más macabra, lamiendo la mejilla de la chica –, no te separaras de mi nunca.

–Estoy tan cansada de tus juegos... –apretaba con más fuerza el frio metal en su frente, para apartar de nuevo su rostro –, solo respóndeme.

–Sólo eran órdenes.

–Sabías que era mi hermana...

–¿Y?

Sherry abrió los ojos, de par en par, a causa de aquella respuesta tan rastrera. Ese era el triste resumen de toda su relación: Un pasatiempo. La marioneta de un titiritero loco que se aburría de todo y lo rompía sin ningún tipo de escrúpulos.

¿Cómo podía haber sido tan estúpida?

No, no quería creérselo...

A veces si había amor.

No lo entendía...

–Van a llegar tarde o temprano.

La chica volvió en sí, sus miradas conectaron y esta vez el hombre la miraba con total seriedad, siguiendo su extraño juego. Tragó saliva, en el fondo de su corazón sabía que nada bueno iba a salir de su boca, ni una disculpa...

Vodka junto con otros altos cargos entraban en la sala, estupefactos, Gin hizo un gesto con la mano para que nadie se acercara a su posición. Ella como respuesta sujetó firmemente el arma, al menos podría vengarse antes de morir.

–No tienes el valor y lo sabes.

–No, no lo sabes...

–Pues dispárame.

No, no podía.

–¿Me quisiste en algún momento?

–Te daré el valor de la duda.

No era como ellos.

–Gin, por favor...

–¡Dispara!

Akemi no lo querría.

–Devuélvemela...

Salió en forma de sollozo junto dos lágrimas de desespero, bajando el arma poco a poco. Intentó agarrarse de las rodillas pero Gin se lo impidió, con aire victorioso la levantó bajo la mirada de todos, no quería que nadie la tocara. La esposó con fuerza para disfrutar del leve gemido que emitía los carnosos labios de su vino favorito. Sherry no alzaba la vista, sabía que era su final, pero qué más daba ya no le quedaba nada.

–Aniki.

–Reunión urgente arriba, llama a RUM –tiró bruscamente de la joven para sacarla de la mirada de los curiosos –, ahora.

–¿Qué hacemos con ella?

–Llevarla donde la caldera y dejarla que se muera de hambre.

Los días en la Organización: El error de SherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora