cuarenta y siete:

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No habían empezado a lavar las verduras y Cheol ya se sentía alelado. Ver a Junhui tan garboso, alto, con ese delantal blanco con garabatos de animales, de perfil, cocinando y entonando melodías que, con su voz de reproductor, las hacía mucho más cálidas de escuchar... En fin, todo eso y más lo ponía en una apresurada situación de encierro en su soberbia.

—¿Qué te gustaría hacer?

—¿Ah?

—Hay verduras y carnes, y algo de arroz. ¿Te gustaría picar las verduras mientras yo corto filetes?

—Bueno, aunque, probablemente, me corte un brazo entero.

—¿No eres bueno cocinando?

—De hecho, sé cocinar, pero sigo prefiriendo como mi madre prepara las comidas.

—Mis favoritos son de la abuela Xu, aunque siento que seré su próximo platillo si me vuelve a ver.

—¿Realmente no te quiere?

—Los abuelos de Minghào son muy temperamentales y disciplinados. Pero, de alguna u otra manera, me quieren, aunque sea como el nieto que...

—El nieto que nunca quisieron, pero tienen. Recuerdo eso aún, muy ingenioso.

—Sí... —se resiste a verlo por más tiempo, antes de echar agua en una olla y sumergirse—... Como decía, mientras me dejen vivir bajo el mismo techo, de vez en cuando, sabré que no me detestan.

—Es bueno sentir eso.

—¿Crees que Minghào te quiera, aunque no te lo diga?

—¿Cómo cabe esa gigantesca probabilidad en este mundo tan pequeño?

—Cheol, Minghào no es un demonio ni un maestro del terror. Ojalá se lleven bien, y así no tener que pensar en que... —se detuvo y tuvo que voltearse.

—¿Qué ocurre?

—Puedes empezar con la verdura.

—Sí... claro, ningún problema.

Fue una actitud casi déspota de su parte no indagar en su comportamiento tan repentino, pero debía ayudar en preparar la cena.

Toma los cebollines, los morrones, los calabacines y los lava, los pica debidamente y los reparte en un bol espacioso para sazonarlas a la sartén.

—¿Tienen algún problema? —le preguntó Junhui—. Cualquier cosa, dímelo.

—Creo que está todo listo. Solo me falta picar la cebolla, aunque lloraré; es casi inevitable.

Jun, con los trozos de carne listos para asar, se asesora del trabajo de Cheol. Bueno, no todo es perfecto, pero su talante en ayudar paga bastante el trabajo aparentemente errado, aunque solo era cuestión de gustos.

—Te recomiendo picar la cebolla en trozos más pequeños para que no se complique hacer las salsas.

—¡Jun! —agregando un sobresalto.

En fila con sus pies, Jun se ubica detrás y agarra la mano de Cheol que sostenía el mango del cuchillo, mientras que la otra la usaba para secar el lagrimeo provocado por el cruel ingrediente.

—Puedo ayudarte si lo necesitas.

—Jun —susurró, perdiendo su agarre.

—Cortar la cebolla no debe ser tomado a la ligera. —agarra el cuchillo y afirma la cebolla con su otra mano, apretando el cuerpo de Cheol—. Es un ingrediente muy importante y subestimado, pero cambia mucho cuando se prepara de manera indicada, ¿no crees?

Miaw! Mío • JunCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora