sesenta y tres:

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«Solo está celoso», pensó mientras buscaba algún otro culpable de los celos, pero no podía culpar a Minghào: él tenía mucho dinero, poder, manejo de emprendimientos familiares, amigos y una lista de amores que viene rellenando desde la escuela.

Pensó en llamar a SeungKwan para poder platicar sobre lo ocurrido, porque nadie más lo sabía, e incluso quiso llamar a MinGyu y a SoonYoung, con quienes bromeaban sobre Minghào, para ver si realmente era tan grave como se lo comunicó. En vez de eso, miró alrededor de su habitación, para apreciar alguno de los reconocimientos que había obtenido por maestros de la escuela y por competencias comunales.

Una de las maquetas que habían hecho para tomar consciencia sobre la contaminación en las playas ganó el primer lugar en la exposición ciudadana de las instituciones, y Cheol tenía el premio, porque él fue quién lo dirigió, porque acordaron en que el jefe de los grupos se quedaría con los premios y tomarían turnos. Pero había un desequilibrio cuando vio que tenía la mayoría de los diplomas. Hasta reconoció uno de sus proyectos de matemáticas, donde tuvo una pelea con Minghào por los resultados, y tuvo razón en sus quejas.

Se levantó y lo tomó, sintiéndose insatisfecho; que esos premios no los merecía él; que, tal vez, sí buscó llamar la atención, hasta volverse ruidoso; que Minghào sí la pasó mal, y que no era solo por un odio injustificado.

Fue al armario para agarrar alguno de los diplomas y esconderlos, porque verlos era un evento en donde él recibía el premio, se auto proclamaba un líder innato. Sabía que eso era antes, porque en los últimos meses ya tenía a su grupo de amigos asegurados y podía molestarles como juego, pero con Minghào no fue así.

—¿Cheol? —preguntó su madre al entrar a la habitación.

—¿Qué ocurre? —abriendo su armario y organizando un poco su desorden para meter los diplomas.

—Te venía a avisar que el almuerzo estará listo —acercándose a él—, para que ayudes a poner la mesa, y a no gritar o bajar con velocidad, que tu padre está dormido.

—Está bien.

—¿Qué haces?

—Nada importante.

—Cheol, no lo vas a solapar, hagas lo que hagas. ¿Qué haces con tus diplomas?

—Nada, solo los estoy acomodando acá.

—¿Por qué? Tu habitación se ve muy bien con tus diplomas exhibidos.

—Nada grave. Simplemente quiero hacer de este lugar un poco libre de tantos.

—¿Se puede saber de dónde nace este afán tuyo?

—Solo siento que... No quiero verme presumido y orgulloso. Prefiero tener los cuadros que me han regalado mis amigos.

—¿Sí? ¿Dónde está esa pintura que Junhui te regaló?

—¿Junhui? —lento, pero no demasiado para mostrarse nervioso.

—De seguro la colgarás.

—Pues... sí. —cerró el armario y volteó, olvidando que su madre estaba ahí.

—¿Quieres hablar de algo?

—No es necesario.

—Sabes que no me gusta que escondas tus problemas. Te conozco y sé que algo te pasa.

—Mamá.

—Sí, hijo, dime.

—Mamá…, ¿crees que soy una mala persona?

La señora Choi pensó que aquella pregunta era una broma o un experimento, pero los tonos fuertes de malestar de su hijo no mentían. Sabía que podría llorar en cualquier instante, y que ese tipo de preguntas tienen un origen muy significativo.

Miaw! Mío • JunCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora