sesenta y ocho:

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Mientras los últimos días acontecían, cada cosa se tornaba más extraña que la anterior: desde la desaparición esporádica de Sanha, el romance al estilo matrimonial de MinGyu y Yuri, la amabilidad de Minghào con Cheol y el clima; mismo que los engañaba con posibles lluvias para acabar con un día atípicamente soleado.

Parecían los tiempos finales, pero resumido en una cabaña ostentosa, aunque humildemente fundada en una parcela bien cuidada. Pero era eso lo que influía en todos, y Cheol, por su parte, evitaba todo tipo de contacto con Junhui, desde miradas en la mesa hasta una plática, y todo porque su corazón quería expeler todo lo que contenía, a merced de los sentimientos que desconocía de Junhui, pero no dudaba de su veracidad.

Cuando llegaron a la quinta noche, Cheol escuchó desde su habitación como Junhui les explicaba la razón de su partida, y que ya había comprado su boleto en ferrocarril para llegar a su departamento. Cómo ocurrió la primera vez que se separaron, pensó que volvería a ocurrir, por lo que todo afecto por él tenía que ser condenado perpetuamente.

"¿Cheol?", lo llamó desde el pasillo, atrás de su puerta cerrada. "Cheol, ¿podemos hablar?... Ya me voy". Con eso último estuvo sosteniendo su llanto, porque sabía lo que era ser dejado de lado, cuando las cosas seguían bajo una piedra. Lastimosamente, todos sabían sus secretos, y pretender que estás apenado por algo que el resto debía desconocer era demasiado. "¿Cheol?", preguntó ya en voz baja, logrando que algo de compasión entrase al alma de quien abrió la puerta y lo miró claro y seguro de lo que esperaba.

—¿Podemos hablar? —susurró Junhui, con la seguridad de que nada les pudiese interrumpir.

—No hay mucho que evitar. —lo hace pasar.

Cerró la puerta con seguro y se ubicó a su lado, sentados en la cama, sin mucho qué reflexionar.

—Irme me hará bien.

—Si eso te hace sentir mejor, lo entenderé.

—No quiero que tengamos este resentimiento, esta muralla que nos hace evitarnos. No hay nada entremedio de nosotros como para evadirme o evadirte.

—No tengo resentimientos.

—¿Por qué te alejas y evitas cualquier tipo de comunicación conmigo?

—¿Es fácil acaso para ti cargar con la culpa, los recuerdos, los sentimientos? Porque para mí no; nunca lo ha sido, probablemente nunca lo será.

—No siento que lo mío sea la culpa... ¿Por qué me acusas de ser alguien insensible?

—Hay demasiado que has ignorado. Pero, si no quieres reconocerlo y verlo, no hablaré, no me voy a deprimir nuevamente, tampoco te esperaré. Te irás, y eso me basta para buscar la manera de alejarte para siempre de mi corazón.

—No me iré para siempre.

—Tampoco te fuiste para siempre la primera vez, pero regresaste.

—Eso fue diferente. Ya te dije que me arrebataron de este país sin aviso, y no podía negarme. Ahora, tu razón de comportarte así es diferente, y sabes a lo que voy.

—Ya no.

—¿Cómo?

—Ya no me importa lo que seas o que sea exactamente esa condición extraña que padezcas, tampoco las veces en las que hemos discutido o pensado que lo de nosotros tiene algún final.

—Tú no quieres ese final, y tu silencio me es prueba suficiente.

—¿No me ves? ¿Acaso no me entiendes como crees entender? Me duele pensar en ti, porque siempre que estoy en camino para olvidar lo que siento, sales con algo.

Miaw! Mío • JunCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora