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CONOCIENDOLOS

Maira

Abrí los ojos por la luz que entraba desde la ventana. Mascullé y después algo perezosa me levanté y dejé que el frío suelo tocase mis pies hasta encontrar las chanclas.

Después me puse una sudadera y bajé para ir a por el desayuno. Nick estaba ahí de pie con una taza en las manos y sin una camiseta, le eché una mirada rápida, pero al volver a conectar con sus ojos y ver su mirada de diversión ante mi atrevimiento aparté la vista y busqué una taza para echarme algo de leche.

—¿A qué hora llegasteis anoche?

Miré Kiara, llevaba un traje de lino y rebuscaba en el bolso mientras esperaba nuestra respuesta. Nick me dio un codazo para que me callase así que para evitar que se me notase mi mentira me centré en el brazo desnudo de Nick.

—A las cinco, estuvo bastante bien, pero me ha asegurado que no quiere volver a ninguna.

Aparté la vista de su brazo y fue hasta su cara, tenía una sonrisa de superioridad en el rostro y sabía que lo había dicho para evitar hacerse cargo de una niña de dieciséis años.

—Bueno seguro que a alguna más se anima a ir, yo me voy a la oficina, los chicos están en el campamento no vuelven hasta las cinco. Nick no invites a mucha gente, y cuida de Maira por favor.

Iba a reprochar que no necesitaba que nadie me cuidase, pero Nick se me adelantó y puso su mano alrededor de mis hombros apoyando algo de peso en mí.

—Tranquila mamá, nos llevábamos estupendamente bien.

Al parecer Kiara se creyó la vil mentira de su hijo, porque sonrió tiernamente hacia nosotros y se despidió con dos besos al aire antes de irse.

En cuanto oí la puerta cerrarse, mi boca se acercó hasta la mano de Nick y le mordí para que se apartase de mí. Lo hizo, pero después apoyó su mano en la encimera y me miró con una sonrisa.

—Nena, si te gusta morder espérate a llegar a mi cama.

Le miré con las cejas elevadas ante su comentario y me giré para desaparecer antes de que mis mejillas enrojeciesen. Subí a mi habitación y me pregunté que podía hacer aquí, hasta que recordé el mar.

La última vez que fui a una playa tenía diez años, y desde entonces siempre que tenía vacaciones mi madre y yo aprovechábamos para viajar a Europa y visitar las mejores ciudades, siempre había dicho que quería estudiar allí diseño de moda, y sabía que mi madre dentro de un año haría el esfuerzo para poder permitírselo.

Cogí uno bikini blanco y me puse unos short vaquero y una camisa blanca, pero no me molesté en atármela, cogí una toalla que me había prestado Kiara por si quería ir a la playa, las gafas de sol y el móvil.

Bajé las escaleras y me dirigí hacia el porche. Nick estaba ahí sentado con el ordenador en la mesa escribiendo algo que parecía darle dolor de cabeza, pero no me molesté en decirle nada, pasé por su lado y fui a bajar las escaleras. En cuanto llegué a la playa me quité las chanclas y anduve un poco para colocar la toalla, quitarme la ropa y dirigirme hacia el mar.

Eran algo más de las doce de la mañana y no había mucha gente, aunque también supuse que era porque en estos barrios las casas eran muy grandes y no vivían mucha gente así que no era una playa en la que hubiese mucha gente.

Dejé que el agua salada mojase mi cuerpo entero y después metí la cabeza disfrutando de la corriente de mar moviendo mi pelo, cuando volví a sacarla sonreí y me tumbé hacia arriba mirando el cielo aacompletamente azul.

Amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora