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TORMENTA DENTRO Y FUERA

Nick

Llovía, llovía demasiado.

Mis pares habían tenido que quedarse en Atlanta a causa de las tormentas que estábamos atravesando.

Había empezado anoche, cuando desperté sobre las cuatro al oír un trueno. Maira estaba a mi lado desnuda solo tapada hasta la cintura y pude ver como las gotas de agua iban mojando la ventana.

Esta mañana mientras desayunábamos seguía lloviendo y con el viento que había era imposible salir de casa, así que habíamos decidido pasar todo el día en casa.

—Nick —oí a Maira desde el salón —Vamos a jugar a algo.

—¿Algo pensado?

Ella sonrió y sacó unas tarjetas en las que pide reconocer a algunos personajes famosos.

—Coge el que quieras y no lo veas, tienes que hacerme preguntas de si o no.

—¿Es estadunidense? —pregunté mientras ella miraba atenta a la tarjeta de mi frente, negó.

Poco a poco fui haciéndola preguntas, mujer, cantante que vive en Estados Unidos y que ha participado en algunas películas.

—¿Rihanna? —pregunté, ella aplaudió y sonrió mientras me quitaba la tarjeta. Le tocaba a ella.

Le tocó Messi, no sabía si iba a ser capaz de reconocerlo, pero fui respondiendo a sus preguntas.

—¿Es un deportista de elite? —me preguntó después de saber que era latino y hombre.

—Si —sonría al ver su cara de frustración y luego decidí darle una pista —es el mejor en su deporte.

—¿Futbol? —asentí.

Después de varias preguntas terminó diciendo Messi y se emocionó tanto que saltó sobre mí, provocando que me quedase tumbado en el sofá y ella sobre mí con sus piernas a casa lado de mi cadera.

Sus manos recorrieron mi abdomen y subieron hasta el cuello mientras su boca se acercaba a la mía. Mis manos agarraron su culo mientras nuestros labios se juntaban.

Una de sus manos me desabrochó el nudo del bañador pidiendo que me lo quitase y mientras yo lo hacía ella se quitó mi camiseta que llevaba dejándome ver únicamente su ropa interior y sus pechos al aire.

Mi polla vibró bajó su cuerpo y cogí un condón que había dejado por la mesa pequeña mientras ella pasaba su lengua por mi cuello. En cuanto terminé de ponerme el condón ella dirigió mi erección hacía su centró y se dejó caer.

Oí como suspiraba mientras se movía de arriba hasta abajo, no tardé en llevar yo el control y la velocidad en la que ella se movía. Ambos gemíamos entre nuestros labios.

—Córrete para mi Maira —susurré mientras ella apretaba con fuerza mi espalda.

Calló encima de mí, ambos teníamos la respiración entrecortada y nuestros pechos subían y bajaban aún alterados.

—Maira —me miró apoyando su barbilla en mi pecho y me estremecí.

Tenerla así, entre mis brazos con esa sonrisa que iba dirigida hacía mi provocaba miles de emociones en mi interior, pero el que predominaba ante todas aquellas era el deseo de que este verano no acabase nunca.

—No quiero que llegue el uno de septiembre —dije siendo completamente sincero.

Ella me dejó un beso en el cuello y luego se separó para subir hacía arriba desapareciendo yo solo me quedé con los ojos cerrados recordando cada momento juntos.

Antes de que quisiese darme cuenta y antes de poder evitarlo me había enamorado perdidamente de Maira.

Cuando ella volvió a bajar llevaba unos pantalones y una sudadera.

—Voy a ir a dar un paseo, no tardaré.

—Maira está cayendo un diluvio.

—Ahora no, no seas plasta Nick.

Me sorprendí al oír ese tono de voz, como si estuviese molesta conmigo, y en cierta manera lo parecía, así que solo la dejé ir esperando que fuese agobio al estar encerrados o que quisiese hablar con su madre completamente a solas.

Ella desapareció y yo me puse a ver una serie, el tiempo había mejorado, pero las nubes negras no se habían ido y tal y como había previsto en una media hora la lluvia volvió a ser la protagonista de la tarde, incluso provocando que la luz se fuese lo que me preocupó más por Maira que estaba sola por la playa y a estas horas ya estaba anocheciendo.

No tardé en vestirme y salir por atrás a buscar a Maira, debía encontrarla antes de que se terminase de poner el sol porque toda esta zona apenas tenía iluminación y se había cortado toda la posible.

—Maira —grité mientras miraba hacía el fondo.

Seguí caminando hasta llegar casi al acantilado y ahí me la encontré, sentada en una roca tiritando y con la capucha completamente empapada.

—Estás loca —dije mirando a sus ojos.

Había llorado, y aunque me moría de ganas por preguntar solo quería llegar a casa y que se pudiese dar una ducha de agua caliente. Ella se agarró a mi brazo mientras salíamos de la playa. Iba a llamar a un taxi porque del acantilado hasta casa había unos quince o veinte minutos andando.

—Lo siento —me dijo mientras nos subíamos al coche, negué y la acerqué a mí hasta que su cabeza quedó en mi hombro.

En el coche solo estuvimos cinco minutos así que después de pagar y nada más cerrar la puerta de casa le quité toda la ropa y subí con ella hasta el baño.

Mientras la bañera se llenaba ella solo tiritaba dentro ya, yo también me quité la ropa y me metí justo detrás abrazándola y dejando su espalda apoyada en mi pecho. Tenía los ojos cerrados y probablemente se estaría poniendo mala.

—Maira —susurré mientras acariciaba su pelo, ya había dejado de tiritar, pero no se movía así que me dediqué con cuidado a lavarla el cuerpo entero y luego el pelo.

Cuando terminé salí antes que ella en busca de un pantalón que solía ponerme solo cuando hacía frio y una camiseta de manga larga para ella. Yo cogí otro pantalón largo y otra camiseta.

La vestí mientras ella no quitaba la vista de mis ojos, me gustaba que me mirase, su sonrisa, aunque no era como la de esta tarde ya estaba apareciendo y el color en su cara volvía poco a poco. Una vez ambos vestidos la llevé a mi cuarto y la dejé en la cama para que durmiese un rato mientras yo recogía y preparaba una sopa caliente para cenar.

Cenamos ambos en la cama y en seguida volvió a dormirse y yo junto a ella, con un pensamiento que molestaba una y otra vez, solo nos quedaban veintitrés días juntos, luego ella se iría, y aunque estaría dispuesto a irme con ella me había llegado un correo de los Ángeles Rams y ese era el equipo de mis sueños.

Desde pequeño veía todos sus partidos junto a mi padre y Kendric y poder llegar a entrenar con ellos no solo cumplía mis sueños, también el de mi padre que tuvo que dejar de jugar por un accidente en el hombro.

Amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora