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LA CENA BENEFICA

Maira

Era el día de la cena.

Estaba nerviosa, tenía que ir todo perfecto. Había invitado a mi madre que estaba charlando con su mejor amiga.

Busqué varias veces a Nick entre la gente, pero no había manera de encontrarlo, cada vez que daba un paso alguien se acercaba para darme la enhorabuena y así se me hacía imposible avanzar.

Pude ver a Perla y Kendric entrar juntos y sonreí y conseguí llegar hasta ellos.

—Es espectacular —comentó Perla mirando todos, la sonreí agradecida y luego miré su barriga.

Llevaba un vestido con el que se notaba ya su barriga, creo que le quedaban algo más de dos meses para dar a luz.

—Nos iremos a sentar.

La subasta estaba por empezar, todo el dinero donado estaría destinado a los tratamientos de miles de niños con cáncer.

Me senté algo desilusionada al no haber podido ver a Nick y esperé a que empezase la subasta. Tenía pensado apostar y ganar algo, quería ayudar así fui esperando a que saliese algo lo suficientemente valioso o que me gustase.

—Y ahora, gracias al entrenador tendremos la suerte de subastar un baile con algunos de los jugadores de nuestro equipo.

Comenzaron a aparecer algunos de ellos, muchas chicas empezaron a apostar por ellos y cuando llevábamos siete, anunciaron a Nick.

—Ahora uno de los más codiciados. Nick Harper.

Le miré desde mi sitio, sus ojos se centraron en mí y pude ver una pequeña sonrisa salir de sus labios.

—Comencemos, ¿quién da quinientos mil? —una chica levantó su cartel.

—Un millón —dijo otra chica.

Nadie parecía querer decir nada más, ninguno de los jugadores había subido del millón, pero pensar que mi prometido iba a bailar con otra mujer me ponía algo celosa.

—Dos —comenté levantando mi número, el 483.

—¿Alguien da más de dos millones? —nadie levantó la mano, nadie hablo, mi mirada fue a los ojos verdes de Nick.

Tenía una sonrisa esta vez más grande y bajó de la tarima acercándose a mí. Ví como los jugadores y las ganadoras de sus subastas.

Nick se acercó ofreciéndome su mano y yo sonreí levantándome. Iba en un traje negro con una camisa blanca que llevaba desabrochado los dos primeros botones.

—Estás preciosa —me susurró mientras estábamos en el medio.

Me dio un pequeño beso en el cuello y bailamos las canciones que me correspondían por haber pagado.

—Vamos, tengo una sorpresa —me dijo.

—No ha terminado la gala.

—Venga te ha saludado todo el mundo, quiero estar contigo a solas.

Dejé que me llevase hacia la salida trasera, estaba su coche, así que me senté y esperé a que él empezase a conducir. No sabía dónde estaba, nos estamos alejando cada vez más del centro y acercando hacia la playa.

—¿Qué es esto? —pregunté mirando la casa que había enfrente de mí.

—Nuestra casa. Lo tiene todo. El mar a un minuto, un despacho para ti, una sala para que pueda ver todos los partidos y varias habitaciones para nuestros hijos.

—No corras, aún no vamos a tener hijos, me niego.

Él rió y luego abrió para dejarme ver la casa. Tenía razón, podía ver el horizonte del mar a metros de la casa, así que no dudé en ir hacía allá. Me quité los tacones y caminé por la arena.

Nick me seguía y sonreí porque me vinieron a la cabeza esas palabras, en la que me seguiría al fin del mundo y lo estaba demostrando.

Cuando noté sus manos en mi cintura me giré para verle, mis manos pasaron por sus hombros y ninguno dijo nada durante un par de minutos.

—Te amo —dije por primera vez en mi vida, aunque estaba segura de que no sería la única vez que se lo iba a decir a Nick Harper, ese chico que me conquistó el corazón cuando apenas tenía diecisiete años y ahora nos íbamos a casar e íbamos a tener nuestra propia casa.

Amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora