14

272 11 0
                                    

ESCANDALO PÚBLICO

Nick

—No me puedo creer que tu primer beso fuese con la hermana de Kendric —reía mientras pinchaba su último trozo de tarta.

llevábamos algo más de dos horas sentados en el restaurante con el mar de fondo y unas luces iluminando nuestra mesa y en ningún momento habíamos tenido un silencio, o no sabíamos de qué hablar, siempre teníamos un tema, o nos estábamos riendo.

—Claro que sí, fue cuando tenía quince años, ella estaba cocinando algo para que cenásemos los tres y al verla, me pareció demasiado guapa, desde ese beso no he parado.

Negó divertida y luego dejó el cubierto, ya había pedido la cuenta, pero estaba tan bien, ahí, con ella, sin que nos molestasen en nuestro mundo, pareciendo idílico, que no quería irme.

—Vamos para la playa —la dije mientras caminábamos hacia la salida.

Cuando pasamos por al lado del camarero mi mano se fue hacía la espalda con intención de que no se acercase, había visto como la miraba mientras traía la comida o cuando trajo la cuenta y estaba completamente seguro de que si yo no estuviese le pediría el número de teléfono.

Caminamos durante unos minutos hacía la playa. Su mano había quitado la mía de la cintura y la había agarrado.

—El camarero quería acabar la noche contigo.

—¿No es lo mismo que quieres hacer tú? —reí mientras llevaba a Maira hacia un callejón. Necesitaba besarla, volver a sentir sus labios contra los míos.

En cuanto su espalda tocó la pared mis labios se lanzaron a los suyos, volver a tenerla entre mis brazos era como revivir. No sabía que necesitase tanto el calor que desprendía y ahora sabía que me era necesario para vivir.

Mis manos subieron su vestido poco a poco hasta que llegó a su cadera y mientras una de ellas siguió allí la otra se movió con rapidez y ansias hasta sus muslos. Subieron poco a poco y sonreí entre sus labios al oír el gemido que salió de ella cuando mis dedos tocaron en centro de sus piernas. Lo único que separaba nuestra piel era su ropa interior, y aunque estaba tentado a quitársela, quería un sitio más íntimo así que me separé con la intención de ir hacia el coche.

Mi intención no era volver a casa, allí apenas podríamos tocarnos un poco porque mis padres estarían en la habitación de al lado y no quería que se volviese incómodo para Maira.

—¿A dónde vamos? —me preguntó mientras sus manos subían y bajan por sus muslos nerviosa.

Apagué el coche en un parking de un supermercado y luego agarré una de sus manos para que dejase de moverse, la atraje hacía mí y ella lo entendió porque se movió hasta mi regazo provocando que nuestras frentes estuviesen pegadas y mis manos agarrando su cadera. Las suyas estaban apoyadas en mis hombros.

Mordía su labio y se removió encima de mí, aunque no tardó mucho en quedarse quieta probablemente al notar mi erección. Su mirada abandonó mis labios para mirarme a los ojos y yo la sonreí sin ninguna vergüenza antes de moverla de nuevo encima de mí.

Cerró los ojos y suspiró dejando la boca entreabierta, yo aproveché ese momento para volver a invadir su boca y besarla mientras mis manos movían de delante a atrás su cadera, hasta que oímos unos golpes en la ventanilla del coche.

En cuanto nos separamos pude ver a un policía apuntando con una linterna a través de la ventanilla, Maira me miró y pude notar como se sonrojaba, yo evité reírme y la a traje hacía mi mientras bajaba la ventanilla. Ella escondió su rostro en mi pecho y yo solo miré al guardia esperando la multa.

—Esto se considera escándalo público, no pueden mantener relaciones en un coche, no les pondremos ninguna multa sois adolescentes, pero estáis fichados y la matricula también.

Agradecí y en cuanto cerré la ventanilla eché a reír mientras Maira se colocaba en el asiento de copiloto de nuevo.

—Vamos a casa por favor —susurró, y yo la miré preocupado de haber ido demasiado rápido, pero a pesar de su rojez alrededor de la cara, tenía una pequeña sonrisa, así que me atreví a agarrar su mano mientras volvía a casa sorprendiéndome a mí mismo.

Nunca mostraba ningún cariño hacía ninguna chica, aparte de mi madre, Nia o Perla, y ahora estaba Maira, que ni si quiera se parecía al cariño que podía mostrar a esas tres, ella era diferente, todo con ella era distinto.

Como si todo lo que había aprendido no me sirviera de nada, y me gustaba, porque Maira hacía un reto que tenía unas deliciosas recompensas como pequeños besos, o lo que había pasado en el coche, que probablemente debía bajar con una ducha fría.

Cuando llegamos a casa mis padres ya estaban dormidos, así que fuimos hacía la cocina, yo cogí un vaso de agua y ella se sentó y me miró.

—Si quieres puedes dormir conmigo —dije acercándome a ella con el vaso aún entre las manos.

—Podré soportarlo —sonrió y me miró y subió las escaleras dejándome en la cocina completamente solo. 

Amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora