6

184 5 0
                                    

CONFESIONES

Maira

—No me lo puedo creer —dije mientras miraba a Nick.

Ya habíamos terminado de cenar, y aunque lo más sensato habría sido que él se fuese a casa y yo a dormir, estábamos en el salón. El con su camiseta puesta y yo por frio me había puesto su sudadera y estaba en una esquina del sofá.

—Sí. Nia decidió que era buena idea interrumpir en mi casa, y pilló a un amigo.

—Pobrecita —ambos reímos.

—Bueno, mi madre decidió que era buena idea aparecer en mi piso, y me encontró con un chico.

Pude ver como sonreía, pero tampoco se lo había tomado bien.

—No estábamos haciendo nada, era una cena, no te pongas celoso.

Pude ver como sonreía burlón y después se acercaba a mí, yo estiré mis piernas para que no siguiese, pero él solo las separó y dejó sus manos en mis muslos y nuestros rostros quedaron pegados.

—Claro que estoy celoso, de solo pensar los imbéciles que hayan pasado por tus sábanas.

No pude evitar reír, la verdad es que no sabía cuántos habían sido, tampoco me había preocupado, solo sabía que no había con ninguno que durase más de una semana.

—Yo no estoy celosa de todas las modelos que hayan pasado por las tuyas —comenté mientras mis dedos acariciaban su pelo.

—Hablé con tu madre —confesó y yo le empujé un poco para poder observar bien su cara —se hace cinco años, yo tuve que ir a Denver a un partido, de los primeros que jugaba y le pedí a mi madre su teléfono.

—¿Qué te dijo mi madre?

—Que eras feliz y lo confirme cuando te vi.

—¿Me viste hace cinco años? —pregunté completamente sorprendida.

—Sí, estabas abrazada a un chico pelirrojo y hablabais en una cafetería. Yo había salido a correr porque necesitaba despejarme.

—Me acuerdo de él, era un buen chico, pero terminé aburriéndome.

—¿También te aburriste de mi hace siete años? —negué sin tener que pensarme la respuesta

—En ese entonces éramos pequeños, no creo que supiésemos lo que era amar.

—Yo si lo sabía, te amaba Maira, te quería conmigo para toda la vida —se separó y vi como empezaba a caminar hacia la puerta —todavía te amo y sé que tú también me amabas y me amas.

Negué mintiéndonos a los dos, pero él sabía la verdad, como no saberla si cuando le miraba durante ese verano era como ver mi mundo entero. Yo también quería estar con él toda la vida.

—Lucharé por nosotros, aunque tu no lo hagas Maira. Te conquistaré —Si el supiera que no necesitaba conquistarme.

—Es más —volvió a hablar —te aseguro que antes de esa cena tú y yo estaremos comprometidos porque tú me habrás pedido matrimonio.

Le miré con algo de gracia, pero él no parecía reírse solo se acercó a mí y me dio un beso en la frente y sonrió cuando vio mi cara que probablemente representaba tristeza al esperarme un beso de verdad.

—No te quites la sudadera para dormir Maira. Buenas noches —se giró y salió por la puerta dejándome sin ninguna palabra incluso sin respiración.

Hasta que no oí su coche encenderse no comencé a hiperventilar por todo lo que había sucedido. Me senté buscando aire y luego miré mi teléfono en la mesa.

Estaba a una llamada de pedirle que vuelta confesarle todo, pero mi orgullo no lo iba a permitir, así que llamé a la persona que mejor me entendería.

—¿Maira? —escuché la voz de Kiara al otro lado de la línea.

—Buenas noches, sé que es muy tarde, pero podría ir mañana a desayunar a vuestra casa, necesito hablar contigo.

—Por supuesto, sabes que esta casa es tu casa también. Nick se pasara a cenar, tal vez deberías quedarte.

—No, no puedo, he quedado en que cenaría con Perla y Kendric.

Kendric seguía sin saber acerca del embarazo, y a Perla no se le había ocurrido una idea mejor que decírselo en una cena para sentir mi apoyo, a pesar de que no lo necesitaría.

Además, me había dejado invitar a alguien, y aunque en todo momento estuvo en mi mente Nick, al final, como agradecimiento por esa fiesta, terminé ofreciéndoselo a Dexter.

Dormí con la sudadera como él me había dicho y cuando me levanté, me vestí con unas mallas y otra sudadera dejando esa bajo la almohada.

Cogí un taxi hasta la casa de Kiara y una parte de mi se trasportó a la primera vez que vi la casa, no estaba contenta por venir aquí, ni si quiera tenía ganas. Pero luego ese verano, esta familia, esta ciudad me cambiaron la vida.

—Buenos días, cielo —me saludó con un beso y me llevó hasta la terraza.

Nathan estaba guardándose unas cosas en una carpeta y me saludó con un beso en la frente, un gesto muy parental que nunca había tenido.

—Me voy, tengo que estar presente para el último capítulo de la serie, además llorare.

Su mujer rió dándole un beso y luego le peinó el pelo, lo que me recordó a como yo se lo peinaba a Nick.

—Bien —se sentó enfrente de mí —¿Qué ha pasado con mi hijo?

—Me ama —ella asintió —y yo a él —volvió a asentir, como si ya lo supiera —pero yo nunca he mostrado esos sentimientos, él se ha auto apostado en que iba a conseguir mi amor antes de que volviese a irme.

—Cariño, tienes miedo, tu madre siempre mostró su amor a tu padre, y tú lo viste, pero no funciono. Ya lo hiciste hace siete años. Nick quedó destrozado y según me ha contado tu madre tu no estabas mucho mejor —bajé la cabeza concentrándome en remover el café —no lo vuelvas a hacer, no prives de nuevo a Nick y a ti misma. No te digo que te dejes conquistar ya, hazle sufrir un poco, tiene que demostrarte que de verdad te ama, aunque tu ya lo sepas. Maira recuerda que las acciones valen más que las palabras.

Asentí y aunque iba a comentar algo una voz por detrás no interrumpió nuestra charla. Era Noah. Parecía que venía del mar por su pelo mojado y su bañador como única vestimenta.

—¿Qué tal las olas hoy? —pregunté y él se sentó junto a su madre y comenzó a comerse una manzana.

—Si no cambia mucho el martes ganaré la competición.

Nick me había contado que Noah entró en el surf profesional con quince años, convirtiéndose en el número uno del condado en apenas tres años, siendo el más joven hasta la fecha, ahora estaba compitiendo estatalmente.

Había cambiado físicamente, era igual de alto que su hermano mayor. Bastante más moreno a causa de su exposición al sol. Sus pelo era largo recogido ahora en un pequeño moño. Su madre le dio un beso en la mejilla antes de levantarse.

—Debo irme a ver un cliente antes del juicio, Nia estará por despertarse y luego quiero que lleves a Maira a su casa.

Noah asintió y me sonrió. Seguía siendo ese niño que se pasaba el verano dentro del mar y sonriendo.

Kiara se fue y unos minutos después apareció Nia, llevaba un vestido largo y el pelo agarrado en una trenza. Saludó a su hermano antes de darme un abrazo y sentarse a mí lado para empezar a desayunar.

—¿Qué tal las cosas con Nick? —preguntó y ambos pareció interesarles mi respuesta, así que no me quedó otra que empezar a contarles sin detalles.

Amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora