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LEY DE HIELO

Maira

Llamé a la puerta por segunda vez. estaba frente a la habitacion de Nick esperando que me dejase entrar.

No había podido soportarlo, quería sus brazos alrededor de mí y quería dormir junto a él, así que estaba a las dos de la mañana con mi móvil en la mano y la otra en la puerta esperando que él se despertase.

Volví a llamar y antes de poder decir su nombre Nick me abrió, iba con un pantalón corto de deporte, sin ninguna camiseta y su pelo más desordenado que de costumbre.

—No digas nada —susurré mientras me colaba en su cuarto.

Era parecido al mío, aunque su cama era algo más grande por eso prefería venir aquí, me tumbé y me acerqué lo máximo posible a la pared esperando que él se tumbase conmigo. Mi móvil despareció debajo de la almohada, y luego sentí como el colchón se hundía a mi lado.

Sus manos rodearon mi cintura y me llevaron hasta él, él estaba también de costado así que nuestros cuerpos encajaban bajo la sábana como un perfecto puzle.

—Estoy encantado de tenerte aquí Maira —su voz grave y esa cercanía en mi oído me hizo estremecerme —duerme bien.

Asentí y cerré los ojos mientras notaba su mano colarse bajo su camiseta y subir por mis piernas hasta el abdomen, se quedó ahí y yo me fui relajando mientras el acariciaba mi cuerpo para poder dormirnos.

Cuando desperté al día siguiente Nick se había tumbado boca arriba y yo me había prácticamente subido a él, sus manos estaban en mi culo y mi camiseta se había subido hasta la cintura.

Mis manos viajaron a su pelo y comencé a pasarle los dedos por ahí peinándolo y pude darme cuenta de que se había duchado por la noche porque todavía podía notar algo húmedo.

—Buenos días —suspiré al oír la voz de Nick.

—¿Te duchaste ayer?

—Igual que ayer tus bragas estaban mojadas yo tenía una importante erección.

Mis manos se apoyaron en la almohada y levanté mi cabeza para mirarle, tenía una sonrisa divertida y yo reí y volví a apoyarme en él. estaba acariciando mi espalda y ninguno de los dos hablaba, era un silencio cómodo, demasiado. Miré su cuello y me acerqué para besarlo, sus caricias pararon y agarró mi cadera con fuerza mientras mis labios subían hacía su oreja y luego dibujaba un camino de besos por su mandíbula marcada hasta su boca.

—Vamos a desayunar —me dijo separándose de mí, yo le miré preguntándome si él había hecho algo mal.

Estaba claro que él tenía decenas de experiencias en las que él despertaba con chicas y tal vez esperaba algo distinto conmigo. Era más mayor, más experiencia y yo solo era una cría pensando que podía llegar a ser algo más que un amor de verano.

Asentí sin decir nada más y me levanté de su cama buscando un pantalón corto que pudiese tener por ahí, al final encontré uno y cuando estuve lista salí después de él.

Kiara estaba hablando por teléfono y Nathan la miraba completamente enamorado, sonreí y saludé a los dos pequeños mientras me preparaba algo de comer.

En apenas una semana era mi cumpleaños, y aunque no había dicho nada aún, mi padre ya me había ingresado en la cuenta dinero para que me comprase lo que quisiese. Probablemente terminaría dejándolo ahí, como el anterior para cuando fue a la universidad.

—Buenos días, chicos —nos dijo Kiara mientras se sentaba en un sitio —Pasado mañana nos dan vacaciones, así que íbamos a ir a España, hasta un día antes de tu cumple, he pensado que podía ser tu regalo de cumpleaños.

Amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora