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SOLO AMIGOS

Nick

Estaba enfadada, solo con sus ojos azules mirándome en el puerto mientras la fiesta continuaba a unos metros de nosotros podía notarlo.

—Maira escúchame —ella negó.

—Basta Nick, no quiero escucharte, quiero irme al hotel dormir y volver a Los Ángeles, no joder quiero volver a Denver con mi madre. Desde que te conozco solo ha ido empeorando mi vida. No quiero estar aquí. Déjame irme.

—Te acompaño al hotel, no pienso dejar que te vayas andando.

Ella miró la carretera y después el teléfono móvil para comprobar la hora, asintió y se dio la vuelta para comenzar a caminar hasta el hotel. Eran unos veinte minutos, pero ninguno dijo nada, no éramos capaces.

Solo quería coger su cintura y poder besarle, confiarle de que lo que lo había visto no era nada, pero no iba a dejar que me acercase, así que cuando estuvimos en la puerta de su habitación se giró un segundo se despidió deseándome buenas noches y desapareció.

Solté algunas maldiciones mientras iba a la puerta de alado y después de ducharme y cambiarme preferí salir a la terraza. No iba a ser capaz de dormir porque mi mente se iba a trasladar a todas esas noches en las que Maira y yo dormíamos entre besos.

Pero me sorprendí al verla sentada en su balcón apoyada en la pared. Podía oír sus sollozos, y eso me provocaba un sentimiento de culpa imposible de remediar con nada.

—Maira —giró su cabeza hacia mí y después negó dispuesta a levantarse —no te vayas, si no quieres hablar no hables, pero no te vayas.

—Nicholas, sea a donde sea que esto nos lleve no está bien, más bien, está horrible, tú y yo somos de mundos distintos, de ciudades distintas. Dios te das cuenta de que ni si quiera soy mayor de edad.

Lo había pensado, joder claro que lo había pensado, pero al ver sus ojos mirándome o la sonrisa cuando decía alguna estupidez esos pensamientos se escondían e intentaba disfrutar del momento.

—Lo mejor es que sea a donde sea que nos lleven esos besos paremos. Que se quede aquí, y cuando volvamos a Los Ángeles seamos amigos. Solo amigos.

Ella se había levantado y estaba apoyada en la barandilla mirando el horizonte. Me quedé mirando su perfil iluminado por las luces de las habitaciones. Se notaba húmedo, pero preferí no decir nada respecto a eso.

—Bien amigos.

Me miró unos segundos y me regaló una pequeña sonrisa para después darse la vuelta y volver a su habitación, yo también lo hice y al tumbarme me obligué a dormir.

Cuando desperté terminé de cerrar la maleta y después salí en busca de Maira, ella me abrió con una camiseta mía tapando hasta sus muslos y tuve que mirar al techo para no acercarme a ella más de lo que debería.

—Dame cinco minutos, si quieres puedes ir buscando a esos tortolitos.

Reí y asentí, ella me cerró la puerta y me dirigí hacia la habitación de Kendric y Perla, que me abrieron ya vestidos y con sus maletas en las manos, cuando llegamos de nuevo al ascensor, Maira salía de su habitación y se acercó dándonos los buenos días.

—Mai, ¿nos sentamos juntas en el avión? —Kendric me miró elevando los hombros y supuse que simplemente querían contarse que había pasado ayer.

Durante el vuelo Kendric me insultó de bastantes maneras y me amenazó de todas las que se le ocurrieron, pero al final me deseo suerte en soportar ver a Maira sin poder hacer nada más. Después de que nos dejasen en casa, ambos nos fuimos a deshacer la maleta y como yo tardé poco decidí ir a molestar.

Amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora