Capítulo 10

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GRACE

¿Es posible tener resaca sin haber tomado ni una gota de alcohol?

La cabeza me martilla, mi estómago está revuelto y me duele todo el cuerpo. Y cuando digo todo, es todo. No recordaba sentirme así desde la universidad y no me gusta para nada la sensación de que podría romperme con solo un toque. Estoy cien por ciento segura de no haber bebido alcohol, así como tampoco probé ninguna droga, entonces ¿por qué me siento tan mal?

Me quejo mientras me estiro sobre la cama y froto mis ojos para terminar de despertarme. Gracias al cielo es sábado porque si tuviera que ir a trabajar sintiéndome así, renunciaría ya mismo. Está claro: las fiestas eran cosa de la vieja Grace; la nueva Grace solo quiere una cena tranquila, un buen libro y una mantita calentita. De ser posible, irme a la cama temprano para no tener que despertarme con este infernal dolor de cabeza.

Con algo de dificultad, me siento sobre el colchón y luego me pongo de pie. Estoy usando un camisón que compré cuando me operaron del apéndice y no he vuelto a sacar del armario desde entonces, lo cual es extraño. Quizás anoche vomité mi ropa y decidí ponerme esto. ¿Vomité anoche? No lo sé, todo parece una nebulosa y eso es raro como el demonio.

Tengo una laguna mental gigante, lo último que recuerdo es haber bailado con Guille, el vecino de Tony, un poco de salsa y luego haber ido al baño. ¿Cómo llegué siquiera a casa?

Me froto la cabeza con el fin de parar la jaqueca y camino al baño arrastrando los pies. Abro mientras ahogo un bostezo y mi cerebro tiene un cortocircuito o todavía estoy soñando. Hay un hombre medio desnudo en mi baño. Está meando. En mi baño. Le acabo de ver el pene. No importa el tamaño ahora. Tiene sus pantalones hechos un bollo a sus pies y está sin camiseta. Una rápida mirada a su rostro me brinda más terror que paz.

—¡Oye, un poco de privacidad! —se queja.

¡Tony! ¿Qué demonios hace Tony en mi departamento un sábado a la mañana? ¿Y por qué todavía lo estoy mirando?

—¡Lo siento! —chillo, tapándome los ojos con una mano y con la otra cerrando la puerta de golpe.

No destapo mis ojos a pesar de no tenerlo más frente a mí y doy unos pasos al costado hasta que mi mano siente una pared firme. Me deslizo contra ella y tomo una amplia bocanada de aire porque, maldición, no recuerdo nada.

De un encuentro y otros cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora