Capítulo 22

1.8K 240 95
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

TONY

Siempre me he jactado de tener amigas y llevarme bien con ellas sin intereses ocultos, de ser la clase de chico que es la excepción a esa estupidez de que hombres y mujeres no pueden ser amigos. Es un discurso que he repetido una y otra, y otra vez, siempre buscando lo mismo: agradarle a una chica y mostrarle que no soy como los demás, aunque tampoco soy mucho mejor. La cruda verdad es que nunca tuve amigas reales; todo siempre empezaba bien, sin nada más que amistad de por miedo y, lamentablemente, terminaba igual: enredándome con cada una de ellas. Así era, al menos, hasta que mi mejor amigo se casó ebrio en Las Vegas y su esposa se convirtió en mi mejor amiga trayendo consigo a alguien más: Milan.

Milan y yo tenemos historia, y no, en este caso no me he acostado con ella ni nos hemos besado. Nuestra historia es más... violenta. Nos conocimos en una fiesta cuando ella estaba entrando a la hermandad Kappa y yo a la fraternidad donde la mayoría de los chicos de fútbol americano terminábamos. Ella coqueteó conmigo y yo la rechacé porque me habían hablado de su drama y no me interesaba en lo más mínimo. Claro, si le preguntan a Milan, ella nunca coqueteó conmigo, pero lo hizo. Desde entonces, en cada oportunidad de encuentro, ella se comportó como una perra conmigo y yo como un idiota para equilibrar. Cuando nuestros mejores amigos se casaron, tuvimos que llevarnos bien.

Ahora, ella está en mi apartamento en Nueva Jersey, sentada en mi sillón y evaluando la decoración. No ha dicho nada mordaz, lo que es todo un logro, aunque considerando que hace poco la desheredaron, su actitud ha cambiado para bien. Ya no es más la chica rica a la que todo le importaba una mierda, es una simple mortal como el resto que intenta ganarse la vida.

—Entonces... —Me aclaro la garganta—. Estás aquí.

—Ajá.

—En Nueva Jersey.

Sep —contesta con desinterés, sin mirarme siquiera.

—En mi departamento.

—Tony —suelta mi nombre con cansancio y gira para posar sus ojos en mí—, ¿estás por sufrir un ataque? Recién entro a la escuela de medicina, te morirás si te pasa algo a mi alrededor.

De un encuentro y otros cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora