Capítulo 33

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GRACE

Volver a casa de mi madre nunca es sencillo y no precisamente porque ella esté allí. Desde el momento en que entramos al pueblo, un nudo asfixiante se instala en mi pecho y la garganta se me cierre como dos compuertas que se niegan a que toda la emoción y los recuerdos me inunden. A pesar de los años, parece que el tiempo no hubiera pasado por aquí y muchos lugares se ven exactamente iguales a como lo hacían cuando era niña, cuando caminaba por estas mismas calles de la mano de mi padre.

No tengo muchos recuerdos de él, la mayoría son flashes de lo que mi madre me ha contado o fotografías que he visto un millón de veces para obligarme a tener una imagen. Sin embargo, hay un día que recuerdo a la perfección y ni siquiera los años de terapia me han hecho entender cómo es que puedo empaparme de ese momento como si lo estuviera viviendo ahora mismo. Fue el verano anterior a su accidente, estábamos caminando por el pueblo mientras esperábamos a mamá que estaba en la peluquería. Él me llevaba de la mano y yo preguntaba el porqué de todo. Papá no tenía las respuestas y se inventaba razones que a mí se me hacían de lo más lógicas y que seguí creyendo por muchos años hasta que supe la verdad. Me llevó por un helado, me sentó en una de las sillas altas con vistas a la plaza del pueblo y me dijo que algún día yo me iría para vivir mi vida, pero que una parte mía quedaría allí, con él. Es gracioso porque tenía razón, aunque no como él esperaba. Una parte sí quedó con mi papá, se la llevó consigo a la tumba y cuando vuelvo a recorrer este lugar siento la falta de ese trocito que me robó o que le regalé ese mismo día.

—En esta plaza, Grace, yo y casi todos los niños del pueblo aprendimos a montar en bicicleta —le cuenta Sussy a Tony y él finge estar interesado por cada cosa que mi prima suelta—. Bajo ese mismo árbol, Gracie recibió su primer beso.

Blanqueo los ojos.

—Él no quiere esos detalles —intervengo.

—Estás equivocada —responde Tony—. Sí que los quiero.

Le dedico una mirada de advertencia y él me sonríe con travesura.

—Esta es la preparatoria —sigue mi prima—. Fue difícil para mí asistir con la reputación que Gracie dejó. Los profesores la amaban y siempre me preguntaban por ella. Hay fotos suyas en todos lados. Es como un museo dedicado a Grace Stuart.

De un encuentro y otros cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora