GRACE
Cuando estaba estudiando en la universidad, pasando casi todo mi tiempo libre en la biblioteca, muchas veces pensé que sería una bendición quedarme encerrada en ella. Me habría encantado que la bibliotecaria no se diera cuenta que seguía allí, apagara las luces y cerrara las puertas, dejándome en la cuna del conocimiento con muchas horas libres para explorar hasta el cansancio.
Un consejo: cuidado con lo que manifiestan.
Finalmente, mi deseo se volvió realidad, pero no de la manera en que mi yo universitaria hubiera deseado. Quería quedarme sola, no con mi atractivo compañero de trabajo. Quería quedarme encerrada con electricidad y no en la más profunda oscuridad. Quería disfrutar los miles de libros y no el mejor sexo de mi vida.
Soy una ingrata. Cualquiera con dos ojos que le haya dado un vistazo a Tony desearía haber sido yo esa noche de viernes. Y mientras estaba allí con él, estuve muy de acuerdo con lo que sucedía. No me quejé por las horas que tardó la electricidad en regresar, porque sí, nadie notó que estábamos encerrados. Disfruté cada charla, cada broma, cada beso más apasionado que el anterior y maldije que solo tuviéramos un condón. Sin embargo, en el momento en que puse un pie fuera de la escuela, el encanto se desvaneció y el arrepentimiento llegó.
Tuve sexo con Tony Rossi. Con mi amigo, con mi compañero de trabajo, con la única persona con la que puedo ser yo misma. Sé, con toda seguridad, que fue un error porque la incómoda mirada que compartimos antes de despedirnos dijo todo lo que nuestros labios se negaron a pronunciar.
Nos equivocamos. Metimos la pata hasta el fondo. La cagamos. Todos los sinónimos que existan son aceptables, lo que no es aceptable es fingir que no sucedió y, aun así, es lo que estamos haciendo.
No nos comunicamos durante todo el fin de semana. Solo un único mensaje avisándonos mutuamente que habíamos llegado bien a casa. Eso fue todo, luego silencio absoluto. No mentiré, sentí la necesidad de iniciar una conversación estúpida el sábado por la mañana y aún más el domingo por la tarde a tal punto que las manos me hormigueaban de la necesidad. No lo hice porque ¿qué iba a decirle? No puedo ser casual, no me sale tener conversaciones vacías cuando hay algo importante sucediendo. ¿Cómo iba a ignorar el ferviente deseo que todavía siento cada vez que pienso, aunque sea por un segundo, en lo que hicimos?
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De un encuentro y otros cuentos
RomanceTony nunca ha dudado de quién es y de su lugar en el mundo. Le encanta ser profesor, las letras lo inspiran, el fútbol profesional no es para él y nunca jamás cometerá la idiotez de enamorarse. Grace no tiene idea de qué está haciendo. Sus relacion...