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Bautista


¿Cómo?

Echo mis hombros hacia atrás.

―En mi primera vez con un chico, fui violada –repite. Esa palabra se mete en mi interior, como un parásito. Me come las tripas, me destruye por dentro.

Cuanto más escuchaba su historia, más me iba dando cuenta de por qué nunca había sido capaz de hablar de lo que la perturbaba tan fácilmente. Resulta que nunca me había sentido tan asqueado, tan enojado, tan fuera de mí, como cuando escuché lo que le había sucedido años atrás:

―Estuve de novia cuando tenía diecisiete, dieciocho años, con un chico un poco más grande que yo. Lo conocí en el colegio, estaba en la camada anterior a la mía. Él se había graduado, pero igual empecé a salir con él, porque me había quedado el contacto, empezamos a hablar..., y bueno. ―Tenía la vista clavada en sus piernas. Su voz se iba quebrando cada vez más. Sus manos se seguían retorciendo―. Era conocido por ser de los más lindos del cole, de esos que vuelven locas a todas las pibas. Yo era virgen, no había salido con nadie antes.

Me mira por un segundo, con sus ojos enormes envueltos en pintura negra: pienso que quiere cerciorarse de no estar poniéndome celoso por la historia de amor juvenil que me está contando. Me parece un detalle más que dulce, pero al presentir que el final no va a ser tan maravilloso, me mantuve serio e intrigado.

Traga saliva. Se viene la peor parte. Sé perfectamente lo que me va a decir ahora, y al pensarlo, se me cierra la garganta y hasta tengo ganas de llorar.

―Estábamos haciéndolo, pero él me... violó. Estaba todo bien. No quería que me lo hiciera por atrás. ―Es ella la que empieza a lagrimear. Se tapa la cara. Siento asco, mucho asco, repulsión y siento que tengo que tirar una pared abajo de la bronca―. Me dolió tanto, estuve tan lastimada. Lo dejé, pero... me costó, quiero decir... Fueron tantas cosas que...

Dios.

Con mucho cuidado apoyo mi mano en su rodilla. Se le eriza la piel.

―No salí con alguien nunca más. O sea..., literalmente, no tuve...

―Intimidad.

Asiente.

―No tuve sexo nunca más después de esa vez. No hubo segunda oportunidad, porque, ¿qué tan mierda tengo que ser para que la primera vez que tengo sexo, a un chico se le ocurra meterme su pito en mi ano? Es que eso pasó, Bauti. No me da vergüenza decirlo. Yo no consentí eso.

Me cuesta hablar, encontrar las palabras correctas que decirle. Estoy totalmente impactado, y dolido. Quiero abrazarla muy fuerte, llenarla de besos y prometerle que todo va a salir bien a partir de ahora, porque yo nunca le voy a hacer eso, ni siquiera algo parecido. Al mismo momento que lo pensé, sonó egoísta en mi cabeza. No puedo perturbar sus tiempos: tengo que entender que pasó por situaciones espantosas y no tolera el tacto de un hombre tan sencillamente, tal cual como sucedió en el boliche. Cualquier mujer hubiera reaccionado igual, pero a ella le había traumado por demás.

―No puedo creerlo... No sé qué decir. Cuando te dije que yo no era igual a él... No me imaginaba eso.

La primera vez que nos dimos un beso, le prometí, le juré que era diferente; y cuánta razón tenía sin saberlo.

―¿Pensás que estoy loca? ―Me muero si alguien le hizo creer eso. Quisiera matar a esa persona que le hizo creer que no tenía la razón.

―¡Bianca, por el amor de Dios! ¡¿Cómo se te ocurre pensar eso?! No, nunca pensaría eso de vos. Estoy terriblemente mal por lo que me contaste. No tengo palabras para expresar la repulsión que siento. Lo lamento, lo lamento muchísimo, de verdad.

Verte a través del cristal [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora