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Bianca


Nos besamos en todo el trayecto: en el auto, en la calle, en el ascensor... De pura suerte logramos abrir la puerta del departamento: él me había alzado, y se las arregló para meter la llave en la cerradura conmigo envuelta en su torso, besuqueándole la cara y desnudándolo.

Antes de sacarle la camisa, toco por debajo de ella, desde la unión de sus clavículas hasta su ombligo. Me arrodillo para desabrocharle el botón del pantalón y deshacerme del cinturón de cuero. Le bajo el cierre, y él deja sus manos en los costados del cuerpo. Alzo la mirada después de que queda en calzoncillos, porque quiero que me mire mordiendo la tela y bajándola con mis dientes.

Lanza un suspiro. Lo descoloca que sea capaz de desnudarlo sólo usando la boca. Es algo que se me acaba de ocurrir. Me sale de adentro ser salvaje y dada con este hombre.

Su prominente erección me tapa la vista. La acaricio en toda su extensión, dándome cuenta de que es por poco tan larga como mi cabeza. Desesperada por encajarla en mi vagina, comienzo primero por mi boca. La saboreo con mi lengua hasta que su punta rosada y gruesa larga gotitas blancuzcas. Se la limpio con los labios.

―Ay, nena... Ay, por favor...

Se impacienta todavía más cuando la introduzco hasta el fondo. Respiro profundo por la nariz. Me concentro en darle el máximo de los goces, que asimismo es el mío, porque me deleito con su delicioso pene. Es todo lo que soñé. Él es todo lo que debería ser el sexo.

Le permito que me acaricie la mejilla, le dejo apretar mi piel, justo donde se encuentra su glande.

―Bianca... Sos todo lo que quiero. Sos todo lo que deseo. Mi bailarina, mi sueño hecho realidad, mi todo.

Sólo puedo responderle con gemidos. Acelero mis movimientos, apretándole los glúteos duros. Cuando mis manos van a su parte trasera, grita, formando una O con su boca. Se muerde el labio, ahogándose más gritos que podría largar para despertar a todos los del piso.

―Estoy con muchas ganas de acabar, mi vida. Me hacés acabar tan rápido. Estoy desesperado.

Su confirmación no hace más que darme más ganas.

―Si querés parar...

Sacudo la cabeza. Con los ojos hinchados y la mandíbula adolorida, lo saco un momento de mi boca. Lo masturbo por el tiempo que no estoy chupándosela.

―No voy a parar, Bauti. No quiero parar.

Agh, Bianca. ¡Bianca, Dios!

Está a nada de alcanzar el orgasmo. Me la vuelvo a llevar a la boca. Tras largar una exhalación, libera todo el líquido adentro mío. Relaja su cuerpo, queda flojo. Aprieto mis dedos en su cadera cuando siento el chorro de semen en mi garganta. Lo trago todo, a medida que lo voy recibiendo. Es un montón. Es salado, caliente, y muy rico.

Me levanto, limpiándome el excedente de los labios. Bauti no espera a que me recomponga: me da un beso frenético, un beso que no me esperaba. Me mira, sin concebir todavía lo que acaba de pasar.

―Carajo, Bianca, me estoy volviendo loco.

―¿Me esperás un cachito?

―Sí, obvio...

―Voy a preparar tu sorpresa.

Sabe de lo que hablo.

―Quiero verte desnudo, en la cama, esperándome –le ordeno en el oído. Él sonríe seductoramente, con muchas ganas de obedecerme.

Verte a través del cristal [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora