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Bianca


"Sos mi mejor amiga. Te quiero. Quiero hacerte feliz."

Todo está cambiando, y para bien.

A veces me despertaba chorreando en sudor, tras soñar que mi sábana estaba manchada de sangre. En mis sueños, una sombra masculina me cortaba con vidrio todo el cuerpo. Ahora, si me toca despertarme por alguna de esas pesadillas, leo algún mensaje de texto que Bauti, sobre cualquier boludez, y logro dormir tranquila hasta la mañana siguiente.

María Julia me ve bien. Ella era la primera en escucharme gritar por las noches, claramente. Se siente más tranquila que cuando era adolescente y me rapaba el pelo porque lo sentía sucio constantemente.

―¿Un mate?

Ella ya está lista para salir a su consultorio a las nueve y cuarto de la mañana, horario en que yo me peino un poco y me cepillo los dientes para no parecer un monstruo en las reuniones virtuales.

La envidio, porque ella no tiene que movilizarse un carajo para ir a su oficina. Baja por el ascensor, y en el tercer piso tiene alquilado su espacio de trabajo. Odio que no tenga ni que tomar un subte.

―Buenos días, dormilona. Ayer saliste. –Otra intervención. Estuve yendo a la casa de Bauti las últimas semanas, para cenar pizza, hamburguesa, tacos...

Hacer otras cosas...

―¿Es el que conozco?

―Técnicamente, no lo conocés –contesto con la boca llena―. Igual, sí, es él.

―Podría conocerlo, si quisiera.

―En tus sueños.

―¡Bi!

No es el momento, ciertamente. No estamos saliendo oficialmente. Todavía ni siquiera tengo claro qué somos.

―Nomás nosotros... Ya sabés...

Quiero decir que es una relación estrictamente sexual hasta el momento, lo cual produce en ella un éxtasis supremo, no la calma que hubiera deseado.

―¡¿Ya lo hicieron?!

―¿Qué tiene?

―¿Cómo...? ¿Cómo fue?

Maravilloso, perfecto, esplendoroso, grandioso, y todos los adjetivos lindos que se me ocurran.

―Bien.

―¿Sólo bien?

Cuando se me presentan las imágenes de noches pasadas, los dos enredados en la cama, con calor, besándonos y probando nuevas posiciones, se me escapa una sonrisa que su ojo detallista detecta al segundo.

―No estuvo sólo bien. ¿Él te gusta?

―Sí... Me gusta un montón, pero no puede ser.

―No sabés eso todavía.

―Él es un compañero de trabajo.

―No sos la primera que se enamora de un chico de su laburo. Es más común de lo que crees. El compartir tanto tiempo los dos juntos genera emociones de todo tipo –explica en modo psicóloga.

―¿Le decís a tus pacientes que se dejen guiar por sus deseos, en todos los casos?

―No todos mis casos son como el tuyo.

Borro mi expresión divertida. Recuerdo que soy un "caso" más para los especialistas. Una chica violada cuyo inconsciente guarda secretos horribles, que podrían explicar su personalidad atormentada y dura. Mi carácter fuerte, mi aversión al cariño, todo está explicado como una fórmula matemática. Soy una equis, una incógnita, igual que cualquier otra pobre chica que padeció lo mismo que yo: tal persona sufrió de abuso sexual, por lo tanto, el estrés postraumático la tumba de por vida y la retiene a la soledad. Ecuación fácil de resolver.

Verte a través del cristal [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora