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Bianca


Sí, sus amigos son muy buena onda. Los cinco tienen pareja y los acompañaron a la cena de Bauti. Se conocen desde hace años: a Gonzalo y a Juan Cruz los conoce desde la primaria; a Nicolás y a Manuel, de la secundaria; y a Santiago de la facultad de Derecho, siendo él el último en unirse a la camada. Salen, respectivamente, con Carla, con Sol, con Sofía, con Kevin y con Dolores.

Por último, Bautista sale con Bianca.

¡Excelente! Me aprendí todos los nombres.

Por primera vez desde que salía con Agustín me vi conociendo a los amigos de alguien más. Me habré juntado alguna que otra vez con compañeros de estudio, más que nada para repasar previo al examen, una o dos veces para tomar una birra. No es secreto que me alejé de la vida social: no hice mucho de mi parte para mantener a esos contactos. Recién este año estoy arrancando con una nueva actitud.

Se interesan por mí, preguntan cómo me va en la facu, bromean sobre lo complicado que debe ser trabajar con Bautista. Lo aprecian mucho, a pesar de que constantemente lo tildan como un ser estricto y puntilloso. A él lo veo relajado, en su mundo, usando una remera con el logo de una banda de rock. Se sienta al lado mío y apoya el brazo en la cabecera de mi silla.

No me hace sentir sola, no deja de acompañarme. Eso es más que agradecido.

Hay algo que me parece un lindo detalle y es que no están mirando el teléfono a cada rato. Lo chequean un segundo y después vuelven a unirse a la conversación. Se aprecian tanto que valoran los momentos que pueden compartir juntos, que debido al trabajo y a la vida ajetreada de cada uno, no deben ser muchos.

Después de cualquier tipo de charlas, risas y jodas, me siento en el sillón con la cerveza en la mano.

―¿Te hacemos compañía? –Carla me acompaña. Lola (como le gusta que le digan a Dolores) se va al otro costado.

La veo a Carli con la panza redonda. Está agotada de sólo haber estado parada.

―¿De cuánto estás? –le pregunto, señalando la barrigota.

―De seis meses. Es bastante grande.

―Eso es porque Gonza es muy cabezón –dice Lola, irónica.

―Tengo un miedo, boluda. Me voy a morir del dolor.

Tomo un trago. Nunca me imaginé embarazada. Soy todavía joven. Estas chicas tienen un par de años más que yo, excepto Dolores, que tiene veinticinco.

―¿Hace cuánto que salen con Bauti?

―Meses. Empezamos a tirarnos onda, y después nos veíamos cada vez más... ―recuerdo, mirando al techo―. Nos estamos conociendo.

―Qué bueno. Me alegra muchísimo. Sos rebuena para él. –Cuando Carla asiente, se le mueven de un lado para otro los bucles rubios. Tiene una sonrisa gigante, con dientes relucientes.

―¿De verdad?

―¡Sí, boluda! Yo nunca lo vi tan feliz. –Lola me apoya una mano desvergonzada en la pierna.

Yo nunca lo vi tan feliz. Hace doce años que salimos con Gonza. Vos conocés a Bauti hace un año, que empezaste a salir con Santi.

¿Acaso se está generando tensión entre las dos chicas? ¿Por qué querría pararle el carro una a la otra? Me la impresión de que Carla no acepta que Dolores hable de Bauti como si lo conociera de toda la vida. Sería un pecado para alguien que lo vio un par de ocasiones nomás.

Verte a través del cristal [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora