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Bautista


¿Ya estás lista?

Mensaje enviado.

Están todos esperando a que aparezca la gran revelación de la noche, el nuevo miembro de la familia.

Dame un segundito, che. Qué me apurás.

Por supuesto, quién me creo. Me río sólo, mirando el teléfono como un tarado. Todos a mi alrededor, con sus vestidos de gala y sus trajes costeados en dólares, van de un lado para el otro cargando copas de champán. No pienso tomar antes de que haga su aparición mi novia.

Wow, suena maravilloso decirlo, pensarlo. Bianca Romano es mi novia. Ni siquiera presumo de estar en pareja: alardearía de que una piba como ella me haya dado bola a mí.

Ahora entiendo por qué no funcionó con alguien más, por qué tenía que dejar ir a esa pibita que me acompañó al hospital y mi vieja, en su último aliento, me dijo que no era la indicada. Ahora comprendo a qué se refería.

Mi cabeza no puede concebir aún que hayamos tenido semejante sexo. Fue demasiado fantástico, paradisíaco. Ella es un oasis en medio de un desierto. Desearía poder beber de sus aguas todos los días y noches, poder desearla como a un lingote de oro macizo.

La quiero.

La adoro.

La amo.

Paseo por el salón en el mientras tanto. Saludo a los invitados: hay amigos de Renato, socios de la empresa con sus familias, parientes lejanos... Debemos ser cientos metidos en este lugar cubierto de decoraciones doradas, plantas cubriendo las paredes y velas amarillentas por doquier.

Los que residen en la casa deberían bajar por las escaleras cuando accedan a la fiesta. Bi debería hacer acto de presencia en cualquier momento.

Sólo hicieron falta cinco minutos para que un ángel bajara de los cielos a la tierra de los mortales.

Me quedo sin aire, embelesado, viendo como Bianca pisa cada escalón con una elegancia y un porte dignos de una modelo, de una diosa. Alguno que otro comenta al verla, que quién es, que qué hermosa chica. El vestido secreto es de etiqueta, liso, de color turquesa, algo escotado. Lleva el pelo bien lacio a un costado, unas pocas joyas y los labios más prominentes que nunca gracias al color rojo que contrasta con su piel.

Está buscándome con la mirada.

Al estar del otro lado del salón, tengo que hacer lo posible para sortear cada obstáculo y llegar hacia ella. Casi llegando la pierdo de vista; ya había terminado de bajar las escaleras. La busco desesperadamente.

No hay manera que pueda estar despegado a ella esta noche, o todas las noches a partir de hoy.

En un costado del salón hay una pared de vidrio gigante, a modo decorativo, supongo. Está cerca del patio. Me la encuentro ahí, observándome. Se divierte con este juego de las escondidas. Para mí no es más que una tortura sublime.

Me aproximo a donde está, tratando de no caerme entre las personas. Le acepto una copa de champán al mozo más cercano: me la bajo de un saque. La copa vacía queda perdida en alguna mesa de por ahí.

Sin decirnos nada, yo con el corazón descolocado de tener cerca a semejante mujer, quedamos enfrentados con un cristal de por medio. Ella admira de arriba abajo mi esmoquin color azul oscuro, de tela suave y reluciente. Camina unos pasos hacia adelante, sin dejar de verme a los ojos: vamos a encontrarnos del otro lado de la pared traslúcida.

La sigo, despacio, ambos con las manos extendidas tocando el material frío. Sé que cuando la descubra voy a abrazarla tan fuerte que todo mi mundo se va a ir al carajo.

Al final del recorrido, eso es exactamente lo que hago: todo y todos desaparecen para mí.

―Bianca... ―No tengo palabras que decirle. Si le digo que está hermosa, estaría mintiendo: sería un pecado capital ignorar lo espléndida que está y no manifestarlo como se debe.

¿Cómo le hago saber que me está haciendo replantearme mi vida entera con esa belleza deslumbrante?

―Te haría el amor ahora mismo.

Es lo más sincero que puedo manifestar. Ella se ríe, inocente.

―¿Te parece bailar primero?

Su voz, aunque la escuché hace nomás un rato, me suena diferente: me suena celestial.

―Estás perfecta. Mi pequeña bailarina, mi Bianca..., estás divina.

―Vos no te quedás atrás, sensual James Bond.

Reluciendo una sonrisa, me acomodo la corbata. Ella acaricia mi reciente barbilla afeitada, con una dulzura que jamás había sentido. Sus pupilas, igual que dos estrellas, centellean y deslumbran dejando ciegas a cualquier bombilla iluminada. La orquesta empieza a tocar What a Wonderful World.

Le muestro mi mano.

―Te miro y pienso que el mundo es asombroso, mi vida.

Me da un empujón suave, la muy pícara.

―Chanta.

La acompaño a la pista de baile, situada entre las mesas de manteles blancos, y me siento en un castillo medieval tomándole la mano a una princesa cuando la gente nos sonríe y exclama "¡pero qué chica tan linda conoció Bautista!"

Este momento es tan perfecto que no podría dejarlo ir. Me acompaña la mujer que me salvó.

Al final, cada pobre pibe obtiene su final feliz.

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Bianca


―¿Va a ser raro para vos, el ahora en más?

―¿Por qué? ―Cuando mano se endurece sobre mi cintura, la mía aprieta su hombro.

―Estabas acostumbrado a verme todos los días, detrás del cristal, yo en mi escritorio y vos en tu oficina.

Asiente, algo taciturno. Ese sentimiento no tarda en esfumarse: sus pupilas se extienden, viendo a lo lejos un atardecer imaginario.

―Ahora te voy a tener sin estorbos de por medio. Te puedo sentir, de verdad... No lo cambiaría por nada.

Sonrío, embelesada. Le doy un beso en la barbilla hermosa que tiene.

―Me parece que alguien quiere saludarte.

Dejo de mecerme para mirar lo que tengo enfrente: a unos metros nos saluda Renato, el cumpleañero. Le siguen unos parientes y amigos que lo rodean en la mesa.

Controlo mi respiración agitada.

―¿Lista para presentarte como se debe?

Entonces, todos mis miedos, todos mis rencores y mis dudas, se desvanecieron por completo en el aire; se incendiaron en las luces de los candelabros. El aire puro de los bosques inundó mis pulmones, y me volví yo misma, nuevamente, por completo, sabiendo que en realidad no hay vuelta atrás.

Agarro fuerte la mano de mi novio. Mi mente repite una y otra vez: ¿lista?

Las cosas buenas se hicieron esperar. Fue un largo viaje...

Pero al fin encontré el camino a casa.

¿Lista para el gran salto, Bi?

―¿Lista?

Miro a lo que tengo enfrente.

―Lista.


FIN.

Verte a través del cristal [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora