La brisa del Norte era simplemente refrescante, a aquellas horas el aire era casi gélido, pero a él no le importaba, entre más frío hiciera se sentía más en casa y la sensación le regresaba recuerdos que lo hacían sentir empatía, pero que a la vez lo perturbaban. Era extraño, ¿se podía sentir añoranza de un lugar en el que fuiste herido? Era una pregunta difícil, ¿extrañarías a la persona que te destrozó el corazón? Tal vez sí, eso le pasaba a él, extrañaba el lugar de donde venía aunque estuviera repleto de recuerdos dolorosos.
—¿A caso eso es tan peligroso?— preguntó el muchacho al teléfono, mirando con desprecio hacia enfrente, guardó silencio por unos segundos y escuchó la respuesta del otro lado.— está bien, tendré cuidado, padre...
Colgó el teléfono y se acomodó bien en su lugar manteniendo el equilibrio, estaba en cuclillas sobre la ventana de la habitación observando con cuidado todo en ella, había estado ahí antes, pero no muchas veces. No recordaba algunas cosas aunque su memoria fuera fotográfica, porque lugares como aquel, en donde cada rincón estaba cubierto de magia y hechizos, las cosas estaban diseñadas para ser olvidadas por los demás, y con el tiempo sólo te olvidabas de haber estado ahí, o simplemente no recordabas lo que había dentro.
La magia de esa casa era tan fuerte que hasta a él lo afectaba, se encontraba sorprendido, nunca la magia le había afectado tanto desde que su padre lo había enseñado a bloquearla; la técnica, aunque dolorosa, era muy efectiva en combate, pues te permitía estar libre de hechizos de cualquier tipo.
Volvió a pasar la mirada por el lugar, dos de las paredes eran blancas y las otras negras, estaban limpias de cualquier objeto personal, al igual que todo lo demás. Los muebles negros bien alineados y pulidos, todos ellos sin ninguna foto u objeto, a excepción de una única lampara azul sobre la mesita de noche al lado derecho de la cama. La enorme pantalla plana que colgaba de la pared estaba apagada, reflejando todo de manera borrosa y apenas perceptible con un color mate. Pudo verse en el reflejo, llevaba su ropa de cacería; un chaleco negro con capucha, una ajustada camisa de lycra negra y pantalones de tela cómoda del mismo color. El cuchillo que llevaba atado a su tobillo tintineó con la tenue luz del lugar, como suplicando que lo usara ya. Giró la cabeza y miró a sus espaldas, estaba en un nivel muy alto, eran por lo menos diez pisos de altura y la caída hubiera sido mortal para cualquier persona mundana.
Abajo se encontraba un callejón iluminado con las lámparas viejas, que bañaban todo el lugar con una luz amarillenta muy tenue, levantó un poco la vista y observó la ciudad, viva y palpitante a pesar de ser las tres de la madrugada.
El Mercury City Tower se erigía orgulloso a la vista, con sus ventanas brillando como escudos color bronce, la ciudad de Moscú era un lugar inhóspito pero a la misma vez estaba bañado con magia, muchos seres como brujos o vampiros vivían ahí, escondiéndose en las bodegas o fábricas abandonadas, otros de ellos, como Michael, el hijo de un demonio mayor, se refugiaban en sus casas de lujo o sus penthouse. Personas como él poseían millones en cualquier tipo de moneda, su poder social era muy alto debido a sus largas vidas, los demonios nunca moría, solo los podías matar...
El muchacho regresó la mirada a su objetivo, y se sintió pensativo.
Él sabía a qué iba, y estaba decidido a cumplir con la misión felizmente. volvió a pasar la mirada por la habitación, por alguna tonta razón no quería olvidar aquel lugar, estaba seguro de que se trataba de una estúpida muestra de humanidad. "Sentimientos" soltó un bufido, eran inútiles y contraproducentes, en la vida no servían de nada, la compasión o la empatía te hacían débil y humano.
Pero en aquel momento no tuvo opción, quería recordar esa habitación para siempre, sus pisos blancos, las arañas negras que colgaban del techo que en aquel momento se encontraban apagadas, el lugar estaba impecable como siempre lo había estado, claro, sólo porque las nuevas reglas exigían limpieza, en realidad, no había nada diferente en él desde la ultima vez que estuvo ahí...A excepción, claro está, del chico que dormía en la cama plácidamente, el muchacho arrugó la nariz, como si algo oliera mal, y sin dudarlo sacó el largo cuchillo de su enfundadura.
Dio un salto dentro del lugar y aterrizó sobre sus botas negras, tan silencioso, tan ligero, tan mortal. Las personas que saben como no hacer ruido, son más peligrosas que un arma, recordó a su padre decir, y era la verdad, había derrotado a muchos adversarios usando la técnica del silencio, y faltaban muchos por caer. Se incorporó, sosteniendo el cuchillo plateado entre sus finos dedos, sus manos llevaban guantes de cuero negro, que ocultaban los tatuajes de sus muñecas perfectamente. Caminó unos pasos y se detuvo frente a la cama donde el otro muchacho descansaba boca abajo.
Era alto, delgado y pálido, su cabello era de un gris opaco y le caía sobre el rostro, escondiéndolo entre la almohada y los finos cabellos. No llevaba camisa y sus pantalones estaban rasgados, sucios y cubiertos de polvo blanco y fino. Su torso, brazos y hombros, estaban rodeados por vendajes blancos manchados con su sangre, era obvio que estaba herido, más aún así quizo estar seguro. Sus ojos grises comenzaron a tomar un brillo dorado, no como los de un guardián del sol, no, estos eran de un dorado frío y casi sólido, sin fuego en ellos, en cambio parecía haber hielo dentro. El muchacho recorrió el cuerpo del otro de arriba a abajo y su boca se frunció con desagrado y sorpresa, "Clavícula fracturada, costillas rotas, pierna derecha y brazo izquierdo rotos, pulmón derecho casi desgarrado y contusión en la cabeza" repasó en su mente unas cuantas de sus heridas, ligeramente sorprendido.
—¿Cómo puedes estar vivo?— susurró. Un humano como él, era capaz de sobrevivir a diferente cosas, tenía sangre de hechicero en sus venas lo que lo ayudaba a ser fuerte, pero... Con facilidad pudo haber muerto aplastado.— debes estar sufriendo mucho.— dijo, con una voz de pena extremadamente falsa.— no temas más, tu dolor se acabará pronto.— El muchacho levantó la mano con el cuchillo y justo en el momento en el que iba a apuñalarlo, el otro se dio la vuelta. El primero se detuvo en seco, observando sus movimientos y midiendo las condiciones.
El chico de grises cabellos se volteó por completo, y el asesino rápidamente se percató de que seguía dormido. Esta vez pudo ver su cara, que aún que sucia y arañada, seguía siendo particularmente bella. Sus cejas eran gruesas y del color del cacao, sus pestañas largas y tupidas, sus labios rosados, aunque cubiertos por una fina capa de sangre eran un poco gruesos y redondos. Le pareció alguien atractivo, y de inmediato se odio por eso, era el enemigo y tenía que acabar con él. El asesino volvió a levantar el cuchillo esta vez con un cierto coraje, dispuesto a cortarle la garganta, pero algo lo volvió a interrumpir, esta vez una voz.
—Eh, colega, baja eso antes de que te lastimes.— dijeron con un tono de burla pero a la vez de advertencia. levantó la vista y se encontró con otro muchacho, quien lo observaba cuidadosamente desde la puerta. Debió haber sido extremadamente silencioso para entrar sin que él se diera cuenta, ya que era, y sin alardear, el cazador más silencioso del mundo.
—Ash, que sorpresa encontrarte aquí.— respondió sin bajar el arma, su voz era sarcástica y seca, como si no le importara mucho conversar en aquel momento.
—Es mi cuarto, ¿esperabas no verme en mi propia habitación? — el rubio muchacho rodó la mirada por su habitación y alzó una ceja.
—Esperaba que estuvieras fuera un rato, hay un incendio en el patio trasero.— comentó el asesino, sonriendo con burla, ya que él mismo lo había comenzado.
—Encontramos el sello ignis hace unas horas antes de que explotara, ninguno de nosotros pudo descifrar una escritura tan complicada y antigua, así que lo llevamos al puerto y explotó bajo el agua...— Ashton dio unos pasos dentro de la habitación, y caminó hasta colocarse justo del lado contrario de la cama.— Xie me ha contado lo que pasó en la fiesta mientras yo no estaba, ¿eso es cierto, Tris?
—¿Qué parte?— preguntó el aludido, haciendo puchero.— pasaron muchas cosas ahí.
—La parte de la mamada...— respondió Ashton secamente, inclinando la cabeza hacia el frente y poniendo una mirada matadora.
—Ah, eso...— Tris bajó el cuchillo un segundo, y se rascó la nuca con una sonrisa nerviosa.— Hay que hacer, lo que se debe hacer.— dijo cínico y Ashton arrugó la nariz, algo enfadado.— no soy tonto, Ashton, te he visto últimamente...— Tris bajó la mirada y observó al muchacho que dormía en la cama, y lo señaló con mirada despectiva y el alma encendida por lo celos.— tras esto...
—Tiene nombre.— gruñó el otro.— También me contó algo sobre estar relacionado con Jason y John, ¿puedes explicarlo?
—Puedo, pero no quiero.— Tris movió el cuchillo en dirección al muchacho que estaba recostado con una maniobra inesperada, pero Ashton fue más rápido, lo sujetó con una mano y lo detuvo antes de llegar a él, su mano estaba al desnudó y recibió el filo directo, tan gélido. Comenzó a sangrar y las espesas gotas escarlata se escurrieron por el cuchillo.
—¿Quién eres?— preguntó Ashton, con la mirada ensombrecida.— ¿quién eres en realidad?— Tris le sonrió, sus ojos comenzaron a tornarse dorados, y la parte que era blanca comenzó a teñirse de negro.
—Si pudiera responder a eso, no estaría aquí...
—No quiero lastimarte.— advirtió Ashton, mirando rápidamente su mano ensangrentada.— Puede que el Tris que conocí hubiera sido falso, pero... Quiero creer que no.— Tris le sonrió y en vez de responder, dio un salto en el aire y sobre pasó la cama, aterrizando justo a un lado de Ashton. Zafó el cuchillo de su agarre y en vez de apuñalarlo, lo golpeó en la cabeza con la empuñadura.
Ashton lo miró sorprendido antes de cerrar los ojos y caer al piso inconsciente, incluso el hijo de un dios podía llegar a perder el conocimiento con un limpio y certero golpe en la cabeza, era un punto a su favor.
Tris se agachó y miró la cara inexpresiva de Ashton, sonriendo.
—Yo tampoco quiero lastimarte, pero ya es muy tarde, no tenía opción.— dijo burlón y pasó el cuchillo por el pantalón de Ashton, limpiando su sangre de la hoja.— regla primordial "nunca dejes que las relaciones amorosas se interpongan en tu trabajo".— citó el muchacho.
Tris se irguió dispuesto a terminar su misión, y cuando se dio la vuelta, con el cuchillo bailando entre sus manos y tarareando una canción, se percató con desconcierto de lo que estaba pasando. El muchacho ya no estaba inconsciente, ahora se encontraba sentado sobre la cama mirando a Tris fijamente, o por lo menos eso pensó... Sus ojos eran completamente negros, de cabo a rabo y tenían un brillo peligroso, no se estaba seguro de si te miraban por que no había pupilas en ellos. Tris lo observó mejor y se dio cuenta de que su boca estaba manchada de sangre, que se escurría mínimamente por la comisura de sus labios. Era la sangre de Ashton, que había caído desde el cuchillo mientras lo sostenía.
—Hey...— saludó Tris, encorvándose un poco como un gato en peligro.— no quería interrumpir tu... Inconsciencia.
—¿Quién eres?— preguntó, con una voz que resultaba desconcertadamente triste y asustada, su cara no mostraba lo mismo, parecía no transmitir el miedo a travez de expresiones.— y porque eres igual a mi he...
—Soy Tristan.— lo interrumpió, moviéndose cuidadosamente a un lado sin bajar la guardia y pudo sentir como los ojos negros del otro muchacho lo seguían.— pero mis amigos me dicen Tris.
—No pareces una persona que tenga amigos, eres más bien un lobo solitario, sin manada.— opinó, como si pudiera leer a Tris como a un libro.— Yo soy Thomas, con H y sin acento.
—Mucho gust...
—Acaso, ¿Vienes a matarme?— interrumpió Thomas.
—Sí.— confesó Tris, pero el otro ni siquiera se inmutó. Las otras personas comenzaban a rogar por su vida y lloriquear, pero Thomas sólo se quedó ahí, sin hacer nada.
—¿Porqué?— preguntó con una inocencia absurda.— no es como si no lo hubieran intentado antes, digo, siempre estoy a punto de la muerte... Pero nunca es para lastimarme a mí...
—Es una orden.
—¿De quién?
—De mi padre.
—¿Tu padre te obliga a matar personas o sólo a mí?— Tris no contestó, esa pregunta si que lo había hecho dudar.
¿Porqué lo hacía? Se había preguntado a si mismo ¿matar que le daba? Poder, eso le daba, y por el poder se hacían cosas peores que matar, su padre se lo había mostrado en ocaciones. Con el poder se reinaba y eso era lo que él quería, reinar, era su anhelo de todo los días, y mientras obedeciera el camino estaba asegurado, su padre se lo había prometido, y él era un hombre que cumplía sus palabras.
—No eres el único.— dijo fijamente, con una voz seca y lejana.— hubo más y habrá más.
—Y ¿porqué lo haces?— Tris frunció la boca, aquello se estaba demorando mucho y si no se daba prisa sería reprendido, aun le dolían las heridas del último castigo y no quería arriesgarse.
—No estoy autorizado a hablar acerca de mis misiones.— Thomas levantó los hombros y luego los dejó caer, agachó la cabeza y relajó las manos.
—Adelante.— susurró, e hizo que Tris abriera los ojos sorprendido, se... ¿Se estaba dejando asesinar así de fácil? Después de la sorpresa Tris sintió enojo, uno muy intenso. ¿No iba a pelear por su propia vida? Eso no tenía sentido, hasta él mismo había luchado por su vida alguna vez, era fundamental sobrevivir a las batallas en su mundo, hacer eso, dejarte vencer, se consideraba deshonroso y casi un delito.
—¿Qué quieres decir con eso?— preguntó, conteniendo el enojo y haciendo que su voz sonara neutral.
—Pues, termina lo que has venido a hacer.— le respondió el muchacho, aun con la cabeza gacha.— no voy a detenerte.
Tris no pudo evitarlo más, pues su furia fue imposible de contener en ese momento. No podía creer que no valorara nada su vida, era... Era, vergonzoso, incluso llorar o suplicar tenía más sentido. Tris se movió muy rápido y subió a la cama junto a Thomas, con su mano libre sujetó los cabellos del muchacho y los empuñó con fuerza, jalando de ellos hacia atrás. Vio la cara de Thomas, tenía los ojos cerrados y la expresión serena, como si nada de eso pasara.
—¿¡No vas a defenderte!?— gritó Tris muy cerca de él, pero Thomas ni siquiera abrió los ojos.
—¿Qué caso tiene? Estoy débil y enfermo, ¿eres tan poco poderoso como para que alguien en mis condiciones te derrote?— el pelinegro no respondió, y Thomas sonrió levemente.— exacto, no tiene sentido que pelee, solo sufriré más y más, así que, termina de una vez.
—¡Defiéndete joder!— Tris volvió a darle un jalón de cabello, completamente descontrolado.— ¿¡A caso eres tan... Tan...— no encontraba las palabras, ¿débil? Era obvio que era débil, pero no era esa la palabra, aquel chico no tenía voluntad, no tenía un objetivo ni un camino que seguir, nada porque luchar, eso era lo que le desesperaba, él si tenía planes, una vida que seguir, y si se encontrara en una situación así lucharía con todo lo que pudiera, no se dejaría dominar tan vergonzosamente fácil.— tan miserable!? ¡Tú vida no puede ser tan mierda como lo fue la mía y...
Thomas abrió los ojos, que seguían siendo de un negro profundo y parecía que miraban directamente su alma, su cabello, que había permanecido gris se fue volviendo rojo rápidamente. Tris saltó de la cama, a la defensiva, esperando cualquier movimiento que Thomas realizara. Mas no hizo nada.
—¡Tú no sabes lo que es ser miserable como yo!— gritó Thomas con ira, y de inmediato un círculo de fuego negro lo rodeó, sobre la cama y el piso, a unos centímetros de donde se encontraba Ashton.— ¡Tú no sabes lo que es sufrir como yo lo sé! — las llamas crecieron, llegándole a la mitad del cuerpo y separándolo de Thomas.— ¡No sabes lo que es ser sometido y torturado hasta que tu cuerpo no es capaz de sentir dolor, no has llorón durante días hasta quedarte inconsciente! Créeme, si me matas ahora, me estarías haciendo un favor... ¡Hazlo!
Las llamas negras eran exactamente iguales a las de Ashton, y los ojos... No se había dado cuenta de que esos ojos, negros como el plumaje de un cuervo, eran muy parecidos a los del rubio que descansaba en el suelo de la habitación. Tris volvió a abrir los ojos con sorpresa...era ¿Aequalis?
No podía ser posible, la sepa de esa habilidad sólo se encontraba en tres personas en todo el mundo, no podía ser que ese chico mundano tuviera esa habilidad. Tris dio unos pasos atrás, aun sorprendido. Tal vez por eso estaba ahí, porque su padre había descubierto otro Aequalumiste vivo, aunque fuera imposible, estaba ahí, frente a él.
—¿Cómo haces eso?— Tris levantó las manos en forma de paz, y el otro muchacho miró con cuidado las llamas que estaban a su alrededor, como si no se hubiera percatado de que estaban ahí.
—¡Fuego de Eos!— exclamó el muchacho de ahora rojos cabellos.— ¿¡Cómo has hecho esto, acaso eres un brujo de la noche!?— Thomas no se movió, ni porque hubiera fuego alrededor de él se espantaba, él seguía tan firme como un guerrero, una descripción totalmente opuesta, pensó Tris.
—¡Yo no le he hecho, y mucho menos soy un brujo de la noche!
—¡Pues yo no lo estoy haciendo!— gritó Thomas.— la única habilidad en mí es mi cabello, cambia de color con mi estado de ánimo...
—¡Eso es ridículo!— vociferó Tris, echando su mente a trabajar, pues tenía que descubrir como ese humano tenía una habilidad casi extinta.— ¿¡De que te sirve en un combate!? En todo caso es una desventaja, el oponente sabría que tienes miedo.— Thomas lo fulminó con la mirada, como si algo fuera obvio.
—¡Yo no peleo!— admitió con una voz casi histérica.— Jason siempre tiene hombres a mi cuidado...— fue difícil de saber, pero Tris juro haber visto una chispa de tristeza en los ojos negros del chico.
Nadie dijo nada, y Tris no se arriesgaría en acercarse pues el fuego de Eos era prácticamente imposible de apagar si no era el invocador quien lo intentaba. Algunas veces había peleado contra hijos de Eos, los hijos de la diosa de la Aurora, y siempre se había preguntado porque tenían un poder tan devastador, eran muy poderosos en ocaciones y hasta a él le costaba matarlos. Observó a Thomas, ese chico no parecía un hijo de la Aurora en contraste con los que había visto antes, aun que alto y pálido, no tenía los rasgos afilados como uno de ellos, su cara era más redonda e inocente.
En cambio, los hijos de Eos tenía una expresión asesina, peligrosa. Eso sólo era cuestión de genética, al heredar poder de un dios, algunos de sus rasgos cambiaban, unos se volvían más altos, o sus ojos más grandes, en ocaciones el color de su cabello cambiaba. No era un hijo de la Aurora... Entonces, ¿era un Aequalumiste? Tris no quería creerlo, era imposible, esa raza se encontraba casi extinta, era una raza tan antigua que superaba a la era de los dioses, incluso se decía que provenían de los mismos libros unidos.
Sólo habían tres Aequalumiste restantes en el mundo, y él mismo era uno de ellos, después estaba su padre, que aunque en ese momento estaba débil y no podía usar su poder, en sus tiempos fue un gran líder, un hombre prácticamente invencible... Había varios tipos de ramas en esa habilidad, semper que era la que él poseía y que a diferencia de las otras esta fue diseñada en un laboratorio. Luego estaba primum la de su padre, sanguinis que estaba extinta y de ahí seguía temporia que le pertenecía a...
El cuerpo de Tris presintió algo en sus adentros, una fría y pesada sensación que lo invadió de pies a cabeza, ¿qué era? Se preguntó ¿magia, un hechizo? No, era una sensación diferente, la magia se sentía como electricidad, o aveces calor, no como frío. El muchacho dio un salto cuando supo lo que era, giró la mirada hacia la puerta lo más rápido que pudo y se quedó estático por un segundo. Parado en la puerta, sin camisa y descalzo, se encontraba uno de los enemigos más peligrosos en su misión. La persona con el poder para arruinarlo todo. Esa sensación no era un hechizo y probablemente no era nada mágico, era simplemente una mirada...
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Moonlight Race: Alma de fuego.
FantasyÉl es salvado de una muerte segura por un chico de extraños ojos azules, y este, sin saber todos los secretos que su pasado esconde, decide llevarlo a su hogar y mostrarle su cara más obscura. Ese misterioso muchacho le mostrará un mundo que sus ojo...