—Isaac...— murmuró el muchacho antes de levantarse de golpe.
Se encontraba en un oscura habitación, extremadamente helada. El pelinegro se quedó quieto, asimilando lo que había soñado, a un rubio muchacho, quien era arrastrado por una fuerte corriente de agua, él trataba de ayudarlo, pero no podía moverse, no podía hacer nada... Respiraba con dificultad, como si aún pidiera sentir el agua entrado por sus pulmones y desesperado, tosió, aclarándose la garganta.
—Tu sueños son muy interesantes.— una ronca voz cantó en sus oídos, pero a Xie le pareció oír el silbido de un tren e hizo un gesto de dolor.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no mires en mis sueños?— Preguntó por enésima vez, sintiendo un sabor amargo en su boca.— y cuando veces más tengo que correrte de mi habitación.
—No las suficientes.— le contestó y un brillo rojizo destelló en el sofá que se encontraba frente a la cama.— Son las cuatro, Ikki y tú tiene que entrenar ya antes de que salga el sol.
El muchacho se incorporó en la cama, solo llevaba un pantalón de tela color gris y eso le incomodó, desde que había estado en la casa del Michael, nunca dejaba de sentirse así. Incomodo, no era un lugar en donde se encontrara, así que se limitaba a comer, dormir y entrenar arduamente para poder irse de ahí lo más rápido posible.
Se sentó en la orilla de la cama y se talló los ojos, estaba exhausto, no podía ni con su propio cuerpo, con las pesadillas y los entrenamientos, solo le quedaban fuerzas para caminar a la cama y de regreso. Tras él, la cama se hundió y después de eso, sintió unos cálidos,— demasiado para una persona norma.— y fuertes brazos que lo rodearon por la espalda.
—Te ves fatal.— murmuró Michael en su oído, aun abrazándolo.
—Apartate, ahora.— Michael comenzó a besar su cuello, despacio, Rosando delicadamente sus labios en la piel del Xie y con un inesperado movimiento, lo mordió.
Xie soltó un quejido, pero estaba demasiado cansado como para apartarlo.
—¿No te gusta?— le preguntó, casi con un ronroneo.
Un brillo plateado destelló desde el otro lado de la habitación y con un certero tiro, una pequeña daga se clavó en el hombro del rubio. Este se apartó de Xie y se retorció un poco hasta alcanzar la daga, la tomó y la sacó de un tajo.
—¿El dolor regresa a Michael, no es así?— preguntó una voz femenina que provenía de la oscuridad.— Tengo poco tiempo estudiándote, Astaroth, porque tengo poco tiempo sabiendo lo que Michael es, pero si sé algo de ti, el dolor te reprime, te controla.
De la oscuridad, una larga y oscura cabellera salió despacio... Ikki miraba directo a Michael con sus negro y brillantes ojos, sosteniendo una daga en su mano, amenazando con arrojarsela.
—Muy lista, hija de la oscuridad.— dijo Michael sonriendo como un gato.— el dolor me reprime, pero no por siempre, siempre regreso y cada vez con más control.— de un momento para otro la expresión del rubio cambió, ya no era alegre y jovial, ahora lucia cansado, con sombras negras bajo los ojos y mirada vacía.
—¿Cuánto tiempo?— preguntó este, bajándose de la cama rápidamente y pasándose las manos por la cabeza, aturdido.
—Una semana.— contestó Xie.— Rompió el récord.
Michael se sentó a la otra orilla de la cama, el muchacho de pelo negro suspiro aliviado, pues ya no tenía que soportarlo por unas semanas más.
—No puedo controlarlo... Cada vez es más fuerte, un día no podre volver.
—¿Y como es?— preguntó Xie, poniéndose de pie.
—¿El infierno?, la verdad es muy confortable, y cálido, especialmente... — ironizó Michael, pasándose una mano por la frente, él también estaba exhausto.
—¿No podemos hacer nada?— preguntó Xie, viendo directamente a Ikki, quien negó con la cabeza.
—No he encontrado nada en mis libros, solo sé muy como de él, se alimenta de la vanidad, por eso es tan fuerte estando con Michael...
—¿Entonces dices que tengo que volverme feo?— preguntó Michael, tratando de reír más no pudo.
Los tres chicos se quedaron en silencio, Xie caminó hacía la ventana, corrió la persiana y un enorme campo nevado se extendió frente a él, el campo donde había entrenado hasta el agotamiento las ultimas semanas, donde había gritado, sangrado, sudado y desmayado tantas veces que ya había perdido la cuenta. El chico pareció percibir algo en la blanca nieve, enfocó sus ojos y visualizó una rubia cabellera corriendo entre los nevados arbustos... Algo se movió en su pecho, tan fuerte que le obligó a moverse, un presentimiento...
Tomó uno de los tantos abrigos que le había regalado Michael y salió corriendo por la puerta, bajo la expectante mirada de ambos muchachos. Cuando corrió la puerta de cristal que daba al exterior, el aire frío lo golpeó como un guante de box, tanto que dio un paso atrás, pero eso no lo detendría. Salió corriendo por la puerta y sintió como la nieve se le clavaba en los pies descalzos, como pequeños pedazos de cristal que le quemaban como fuego.
Corrió y corrió, adentrándose en el gran jardín de la casa de Michael, donde todo estaba cubierto por la escarcha de la nieve. Una risa lo puso a la defensiva, una armoniosa y bailarina risa, que él conocía a la perfección, si lo que pensaba era cierto...
No, no puede estar aquí, se dijo así mismo, eso serian imposible.
—Isaac.— Susurró Xie, mirando de un lado a otro.— ¡Isaac!— gritó, desgarrándose la garganta por el frío intenso.
La risa volvió, esta vez más clara y cercana. A la distancia, el muchacho volvió a ver la rubia cabellera, Xie siguió a la persona que corría de espaldas a él, impidiendo verle la cara. El pelinegro corrió tras el rubio chico, quien se detuvo frente al estanque congelado donde había estado el portal y se puso en cuclillas.
Xie se acercó un poco, sin hacer ningún ruido.
—¿Isaac?— murmuró, y trató de tocar su hombro, pero el otro chico se movió tan rápido que ni siquiera se percató.
El rubio había desaparecido de su campo de vista, pero cuando se dio la vuelta, estaba tras él, de espaldas.
—¿Porqué me dejaste?— murmuró el rubio muchacho.— ¿Qué hice mal?— hablaba en un quedo susurro apenas audible, Xie trató de acercarse, pero a cada paso que daba, el otro daba uno mas hacia el estanque congelado frente a ellos.— Yo siempre te quise, solo eso hice, quererte.— el muchacho dio un paso más, pero esta vez en el agua congelada del estanque.
Xie trató de correr a su lado, pero el otro siguió caminando en el hielo, y a cada paso que daba, una nueva grita se abrirá camino, amenazando con romper el hielo completamente.
—¡Isaac!— Gritó Xie, sin esperanza de que se detuviera.— ¡Isaac, por favor!
Pero para su sorpresa, el pequeño cuerpo se detuvo a mitad del estanque, y aun que estuviera lejos, Xie podía verlo claramente. Veía desde los zapatos negros y la gran chamarra café, hasta los despeinados y largos cabellos rubios de Isaac. Este tenía las manos en los bolsillos y estaba un poco encorvado.
La pregunta de como había llegado ahí asaltó la cabeza de Xie, vamos, él estaba en Rusia, a miles de kilómetros de Inglaterra, y aun quitando eso, las salvaguardias de la casa de Michael eran imposibles de atravesar, y más para un mortal como Isaac. Pero el recuerdo de los nuevos poderes del muchacho le dio una idea, que aunque para Xie fueran totalmente desconocidos, se asimilaban a los de su familia, Isaac podía crear aire, un elemento, como él podía crear fuego, o como muchos de sus familiares controlaban el agua o la tierra, como su madre lo hacia, también podía curarse muy rápido y podía traspasar su poder a otro, como lo hizo con él en el campo de batalla contra Michael.
Quizá y solo quizá, Isaac también podría viajar como lo hacía John o Sebastian. Aunque viajar era una habilidad muy difícil de aprender, y requería mucha fuerza, la cual él, no tenía. Hasta Sebastian se le dificultaba hacerlo, y él había entrenado día y noche, pero lo máximo que pudo ir, fue al patio de su casa en Francia.
—No puedo viaja.— Volvió a susurrar el rubio, que aunque estuviera lejos, Xie podía oírlo perfectamente.
Se le había olvidado que a veces, muy rara vez, Isaac podía oír sus pensamiento, Xie le había dicho que era debido a los brazaletes gemelos que habían usado la vez que fueron a la mansión de los Windsor, o cuando estuvo en el raro castillo de John. Pero no fue así, el brazalete solo le permitía a Xie saber su ubicación, como un GPS mágico, mas nunca pudo hablar mentalmente por ellos.
—¿Cómo llegaste aquí?— preguntó Xie, casi gritando.— ¿Hace cuánto llegaste?
Una melodiosa risa emanó del cuerpo de Isaac, pero en vez de causar alivio, a Xie solo le provocó un inmenso temor... Por que esa no era la risa de Isaac, esa era fría y aguda, como la de un loco.
—Nunca me fui...— Susurró Isaac, quien rápidamente se dio la vuelta y comenzó a correr hacia Xie.
El pelinegro trató de ver su cara, pero Isaac tenía la cabeza gacha y en penumbras. El cuerpo del rubio se dirigía rápidamente hacia Xie, pero esta vez el hielo no se cuarteaba, porque Isaac levitaba en el aire.
En un abrir y cerrar de ojos, lo tuvo frente a frente y por fin pudo ver su cara, y aunque pensó que sentiría alivio a verla, se dio cuenta de que estaba equivocado, ya que un tremendo horror le recorrió cada vello y cada poro de su piel. El iris de los ojos de Isaac —que tenía que ser de un café claro.— ahora era plateado, con pequeños destellos dorado y la parte que tenía que ser blanca, era completamente negra. Sus labios estaban partidos y heridos en algunas partes, lo que le daba el color rojo de la sangre, su cara estaba pálida como el papel y sobre sus mejillas, unas venas de color negro verdoso se dirigían a sus ojos.
Xie sintió un calor abrasador en el costado, cuando bajó la vista pudo ver como un afilado cuchillo se le clavaba en el abdomen, el arma estaba empuñada por las manos de Isaac.
—Siempre he estado aquí.— volvió a decir el rubio, quien despegó una mano de la empuñadura del cuchillo y la dirigió al pecho de Xie.
Isaac volvió a reír, una risa psicópata y estruendosa.
—¿Qué estás haciendo?— preguntó Xie y un hilo de sangre escurrió de su boca.
—Te regreso todo el dolor que me hiciste sentir.— Isaac apretó más el cuchillo contra la carne del pelinegro, arrancándole un quejido ahogado.— Todos los sentimientos que Rompiste y los sueños que destruiste.— ahora el cuchillo estaba incrustado hasta la empuñadura y la sangre bañaba las manos de Isaac y la ropa de ambos, al igual que la nieve bajo ellos.
—Pero de qué hablas, tú fuiste quien... yo si...— las palabras se ahogaron en la boca de Xie, se le dificultaba respirar, los pulmones se le llenaban de sangre y si el cuchillo seguía dentro de él, no podría sanar.— Yo te... Yo te...— el cuerpo de Xie colapsó y Isaac lo dejó caer al suelo, manchando el piso nevado con su sangre...
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Moonlight Race: Alma de fuego.
FantasyÉl es salvado de una muerte segura por un chico de extraños ojos azules, y este, sin saber todos los secretos que su pasado esconde, decide llevarlo a su hogar y mostrarle su cara más obscura. Ese misterioso muchacho le mostrará un mundo que sus ojo...