Pasados reunidos III

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Esto sería más largo, pero en verdad no quería dejarlos esperar más de lo que ya han hecho ): gracias a los que me esperaron, en verdad, espero les guste este cap que un pedazo de mi cerebro se quedó aquí haha.
Con una especial dedicatoria a mi gran amigo minnhho , este es tu capítulo tan esperado haha.

       —Respuestas.— exigió Sebastian, pasando un dedo entre el cuello de su camiseta y su piel. Su ropa negra estaba sucia y aun húmeda, manchada de polvo y sudor por todas partes. Lucía exhausto, con ojeras bajo las ojeras y los labios secos y partidos. Su aura olía a cansancio, una combinación de sal marina y corrosión metálica, un olor bastante desagradable pero únicamente perceptible bajo olfatos súper desarrollados. Él no era el único que desprendía ese oxidado aroma, todos en aquella sala lo emanaban a mares, sólo que de una distinta manera, excluyendo claramente a Michael, que no había movido un dedo en toda la noche.
       El cansancio de Haziel olía a plumas mojadas y acero, combinado con un ligero toque de nostalgia y tristeza, que se asemejaban al aroma dulce de los pétalos de adonis, la flor de los recuerdos tristes, todos tenían sus auras de aroma, pero la de Sebastian era diferente. Parecía ansioso, desesperado por alguna razón, sus pupilas lo demostraban al ir rápidamente de un lugar a otro, analizando, y sus dedos al bailar nerviosos sobre su regazo. Y ya si no, la tensión era constante y abrumadora, pero el que se mostraba más susceptible a ella era el alto y rubio muchacho de porte noble y facciones finas. Miranda lo conocía muy bien, demasiado para su gusto, ¿Y cómo no hacerlo?, era su hermano casi mellizo.
       Sebastian estaba sentado sobre la recargadera del sofá, y de vez en cuando pasaba una furtiva mirada llena de coraje sobre Michael. Miranda sabía que era inevitable, la tensión aumentaba cada segundo que el silencio prevalecía y era insoportable no enfadarse cuando el prepotente anfitrión no respondía a sus preguntas. Sebastian intentó mantener un poco más su ardiente mirada disimulada, pero su cansancio pudo más que su discreción esa vez y se dio por vencido poniéndola a un lado, comenzó a verlo directamente y sin contener la ira.   Sus ojos dorados ardieron levemente, soltando pequeñas chispas como cuando se atizaba una fogata apagada. Michael lo notó rápidamente y se adentró en el juego de miradas, solamente que la suya no era de ira, sino de burla. No respondía nada, simple y sencillamente se quedó callado jugueteando con el baso de licor que sostenía.
       Llegó un punto en el que el guardián no pudo más con su cuerpo y apartó la vista, derrotado decidió caminar hacia una de las paredes cercanas para poder apoyarse, Miranda sabía que no podía mantenerse en pie por mucho tiempo y que si lo hacía, sus piernas no responderían y caería en cualquier momentos lo suelo, especialmente la izquierda, en la que aún podía sentir la sangre tibia escurrir por una herida, uno de los cristales de Jason había dado en el blanco por lo que parecía.
       La muchacha poseía una conexión con sus hermanos, sus almas estaban ligadas de cierto modo que cuando alguno era herido o lastimado, el guardián del equipo que se encargaba del papel "medico" se percatara y pudiera sanarlo rápidamente. Miranda era una guardiana médico de alto nivel, su madre la había adiestrado en aquel arte desde pequeña, sanando animales heridos del bosque e incluso personas conocidas. Con el tiempo sus habilidades fueron mejorando, poco a poco los hechizos se volvían más complejos y poderosos, incluso algunos podían regresar de la muerte si se cumplía una lista de factores para lograrlo correctamente.
       Y había algo más que siempre ponía en práctica, también fruto de las enseñanzas de su madre. Si se concentraba, podía sentir los latidos de los corazones de las personas de relevancia, podía percatarse de la rapidez y de la duración de ellos, y como último factor, estaba el poder rastrear la ubicación de sus cuerpos, a excepción de...
       —Xie...— susurró la muchacha, pero nadie escuchó su tenue hilo de voz. Miranda se llevó una mano al pecho, desconcertada, desde que Xie había dejado su hogar, lo había perdió de vista en todos los sentidos, pero en aquel momento, con su hermano menor en el mismo lugar que ella, debería ser más fácil conectarse con él, mas no lo era.
      Cuando eran niños y sus poderes se desarrollaban, las habilidades de Miranda eran miles de veces más agudas, recordó la sensación que provocaba conectarse con sus hermanos, una serie de entumecimientos en los dedos, labios, nariz y oídos. La muchacha levantó la mirada de sus manos y de nuevo observó a Sebastian, que apenas se acercaba a la pared derecha, la más cercana a la puerta de salida.
       Cuando por fin logró apoyarse soltó un suspiro de dolor e hizo una mueca de desagrado, y en un abrir y cerrar de ojos Eleonora ya estaba a su lado. Miranda lo miró suplicante, ella podía sanarlo con tanta facilidad, con sólo conjurar un hechizo, pero él se negaba, pues no era un fan de la brujería. Sebastian, el gran descendiente del sol, de linaje puro y sagrado, de sangre de oro y corazón de rubíes. Él no necesitaba esa clase de magia sucia, su cuerpo sanaría solo y permanecería puro al no entrar en contacto con aquella magia.
       Contemplar a aquel chico de cabellos rubios y ojos pardos, de grandes manos y afilados colmillos, era como ver directamente a un león, con ese ímpetu y elegancia, que aunque en aquel momento estuviese herido y apaciguado, no estaba derrotado y aún podía verse ese enorme felino dorado en su interior.
       Miranda lo contemplaba en aquel momento, orgullosa de él pero a la vez decepcionada, su hermano era tan rejego e inconsciente de la situación como su padre lo era, y como su abuelo alguna vez lo fue.

Moonlight Race: Alma de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora