La cueva del monstruo.

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       Un puñetazo en la mejilla fue lo que lo despertó. Se torció en el suelo, sintiendo el calor extenderse por su piel en menos de un segundo. Parpadeó confundido, lo ultimo que recordaba fue una voz que le hablaba dentro de su cabeza, pero para serse honesto, no recordaba exactamente lo que decía. Solo sabía que lo había hecho sentir feliz, y momentos después lo golpearon en la cabeza con tal fuerza que no tardó ni tres segundos en caer al suelo mirando estrellas de colores.
       Xie volvió a parpadear con fuerza, sintiendo un retortijón en las entrañas, no sabía que pero algo le parecía diferente de la última vez que estuvo consciente, miró de un lado a otro y de inmediato lo supo, no estaba en la misma habitación, sí es que a aquel sótano lleno de humedad se lo podía decir así. En ese lugar había un poco más de luz, y por un poco se refería a muchísima más luz, cualquier método de iluminación que no fuese las velas, era un sol para él. Echó un vistazo más a detalle, el lugar era circular y tenía pilares de piedra al rededor, aunque a decir verdad la mayor parte era de piedra, excepto el techo que era de cristal. Xie observó las estrellas desde el piso, solo moviendo los ojos de un lado a otro. No podía mover ni un dedo, estaba prácticamente deshidratado y muriéndose de hambre. Pasó una última mirada por el cielo nocturno y una pequeña lagrima escapó de sus ojos, no sabía si volvería a comer la comida de su madre de nuevo, no sabía si volvería a tan siquiera abrazarla.
       Se movió un poco, con las nulas fuerzas que quedaban en su cuerpo, tenía un collar casi incrustado a la piel de su cuello que apenas lo dejaba respirar y unas cadenas que sujetaban sus muñecas del mismo modo, tan apretadas que podía sentir como abrían poco a poco su piel cada que se movía. El muchacho quedó tumbado en el frío piso de piedra con un suspiro atorado en el pecho.

       —La bella durmiente ha despertado.— la ronca voz del hombre retumbó con el doble de eco, poniéndole la piel de gallina. Xie dejó de ver el cielo a travez del cristal y giró lentamente su cabeza, dejando correr la lágrima por su mejilla, escondiéndola de los ojos de quien lo viera. Cuando se detuvo, pudo toparse con las doradas y brillantes monedas de oro que él llamaban ojos, dignos de un monstruo que se escondía en la oscuridad, una bestia despiadada y feroz que solo le importaba ver sangre correr, se le helaron las entrañas cuando esos ojos le penetraron el alma y le rompieron la seguridad y confianza que había tardado toda su vida en forjar, eran los ojos que tanto temió tener, los ojos de aquel al que llamaba padre.
       —Te gustan demasiado las sombras para ser una parrita del Sol.— Xie se percató de cómo los ojos de su hermano brillaban con ira al lado de su padre.— igual que tu patético hijo mayor.
       —Púdrete.— Le respondió Sebastian con coraje.— siempre haz estado celoso de que yo sea luz y tu oscuridad.— Xie esbozó una dolorosa sonrisa amarga y sarcástica, no porque estuviera dolido, sino porque se le abrieron algunas heridas en los labios.
       —¿Quién diría, no? El iluminado terminó a la causa del asesino. El orgullo de la familia acabo siendo... la basura indeseable que queda después de la fiesta.— Sebastian intento rugir, pero Xie se adelantó.— ¿Porqué no te vas a besar algunos culos, Sebastian? Eso lo sabes hacer muy bien.— los ojos dorados del muchacho llamearon con furia e intentó avanzar hacia él, pero su padre se lo impidió.
       —Cuidado como le hablas a tu familia, mocoso.— advirtió, con una expresión ceñuda.— que al final del día la sangre es más pesada que el agua.— Xie quiso reír, pero solo salió un quejido
       —Vete-a-la-mierda.— sus ojos brillaron, pero por pocos segundos e intermitentemente, como si la luz azul estuviera estropeada.— la buena noticia es que en mis venas no hay sangre, solo puro jodido alcohol...— Xie regresó su mirada al techo.— por cierto, me he terminado tu reserva, no te desilusiones sino la encuentras, se convirtió en orina hace años.— John bufó.
       —Oí que tu amado viene a por ti...— fingió tristeza y Xie regresó la mirada a él con estrépito, claro, de eso había hablado con Isaac.— debo admitir que me molesta reconocerlo, pero el crío tiene sus trucos... Una verdadera lástima.
        —¿A qué te refieres?— preguntó Xie, tratando de ocultar el odio en su voz. John sonrió ampliamente.
       —Si, está muy claro, es una lastima que tanto poder sea desperdiciado por un par de maricones.— el pelinegro volvió a sonreír.
—No, idiota, a que te refieres con "amado".— John mostró una expresión interrogante.— ¿Qué clase de novela romántica-trágica es esta? "Oh, Romeo Romeo"
Cállate de una vez.— John le arrojó el líquido rojizo que contenía la copa que sostenía sobre su espalda, cayendo Justo en las heridas abiertas y haciéndolo aullar.
       —Da más lástima que un solitario y patético hombre como tú tenga que rebuscar poder en un par de maricones ¿no? dime ¿le temes a contagiarte de nuestra mariconería?— Xie rió sin ganas, la risa mas áspera y seca que pudo haber hecho.
       —En cuestión ese poder me pertenece, yo te salvé la vida.— respondió John, al parecer no se le ocurrió nada hiriente.
       —Y dime,— Alexie aprovechó la oportunidad sin pensarlo dos veces.— ¿qué se siente haber perdido todo por salvar a un maricón?, digo, tu miserable vida no pudo haber valido mucho, pero todo lo demás, yo digo que sí.— volvió a intentar reír, y de nuevo no lo logró.
        —¡Calla, nunca habría dado mi vida por ti de haber sabido que serías una vergüenza como la que eres ahora! Pero en fin, de algo serviste, Isaac viene hacia acá y cuando llegué lo mataré, luego te mataré a ti y tomaré todo su poder, por fin podre regresar como el hombre que una vez fui.— dijo sin titubeos, extendiendo los brazos dando a entender que él había ganado. Alexie se incorporó, sintiendo cara herida, hueso roto y moretón punzar.
       —¿Matarlo, acabas de decir que vas a matarlo? no, ¡tú dijiste que si venía contigo lo dejarías en paz!— gruñó, viendo como el hombre salía poco a poco de la oscuridad.— ¡Si creés que te dejaré ponerle un dedo, un solo dedo encima! ¡Te mataré! ¿¡Me oíste!? Te mataré como a un perro.— John volvió a sonreír.
       —No, yo dije que si venias conmigo te daría el antídoto.— Dio unos pasos al frente.— Y te lo di, ¿O no?
       —En realidad en eso tiene razo...
       —¡Cierra la maldita boca Sebastian!— gritó Alexie con furia, fulminándolo con la mirada y cuando el rubio hubo cerrado la boca, regresó a ver la cara a su padre.— todo estaba planeado ¿cierto?, sabías que vendría a por mí, sabías que no me dejaría aquí, todo fue una sucia trampa y...— John comenzó a aplaudir teatralmente, interrumpiéndole, lo que lo hizo enfurecer aún más.— Hijo de pu...
       —Vaya, ¿aparte de marica eres estúpido?, claro que todo estaba planeado, años de planeación... Ese maldito bastardo no podía morir aun, tuvo que haber muerto en el acantilado, pero no, tuviste que salvarlo y arruinarlo todo como siempre lo haces. No me quedó de otra que esperar hasta la otra luna, así que te engañé para poder tenerlos a los dos de una vez, así me evitaba la molestia de ir por ti también...
       —Eres un hijo de perra.— escupió las palabras como veneno.— ¿para qué es todo esto, solo para devolverte poder y ya? Ambos sabemos que hay otras maneras.
       —Oh, basta que me sonrojo.— fingió estar apenado.— y sí hay otras maneras, pero ninguna tan pura como la muerte, la dulce y cálida compañera de la vida, créeme que no hay mejor sabor que el de la despedida del humano, ver cómo su luz se apaga poco a poco.— John aplaudió una vez.— no falta mucho para que Isaac llegué...— miró su reloj de bolsillo.— Sebastian, ve a prepara todo, que el altar este listo.
       —¿Un altar?
       —Si padre.— oírlo le daba nauseas. Algo dentro de él quería pensar que Sebastian no lo hacía de verdad, que en cualquier momento le clavaría una espada a John en el pecho, pero esa idea cada vez era menos realista. La expresión de su hermano había cambiado completamente, y quería decir que le impresionaba verlo de su lado, pero no podía.
       —Repito, Que piensas hacer con un altar ¿llamar a tu jefe del infierno?— preguntó una vez que Sebastian se había ido.— de seguro abusa de ti, dime ¿Por eso es que estas tan perturbado? ¿Te toca tus partes privadas?
       —No trabajo para el infierno, mocoso, yo vengo del cielo.
       —¿Del cielo?— Xie soltó una carcajada, que esta vez salió perfectamente clara de sus labios rojos.— ¿porqué un bastardo como tú vendría de ahí, a caso tan bajas expectativas tienen? Deberías de recomendarme como tu hijo bastardo, seguro me contratan... Dime ¿hay muchos Ángeles buenos? Conozco a unos cuantos y según tengo entendido todo y todos son perfectos allá arriba.
       —No lo conoces como yo, —se inclinó para mirarlo, con odio básicamente.— y nunca lo harás por que tú vas a arder en el infierno.— se acercó aún más.— la gente como tú está destinada ahí.
       —¿La gente como yo, castaños, altos, bronceados, guapos, asquerosamente millonarios?— John se quedó callado y se alejó sin darle una respuesta. Alexie se había tirado en el suelo de nuevo, aunque quería hacer algo antes de que llegara Isaac, no sabía que es lo que su estado le permitirá, estaba más muerto que vivo. Después de un largo rato de silencio, decidió hablar.— Te propongo un trato.— no tenía fuerzas para nada, y su voz lo denotaba muy bien.— haré lo que quieras, me uniré a ti, seré tu sirviente, lo que tú pidas. Pero no le hagas daño a él.— John se giró como si lo hubiera insultado y sus ojos ardieron.
       —¿Me darías tu vida y te condenarías a una eternidad de sufrimiento? si lo haces pasarás un destino peor que la muerte.— dijo con indiferencia.
       —No hay destino peor que ver a la persona que quieres sufriendo.— susurró con un tenue aliento exhausto.
       —Hace diecisiete años tu madre vio morir a la persona que amaba.— continuó seriamente y con furia contenida.— y todo por salvarte a ti, tu madre debería odiarte tanto como yo.
       —¡Mi madre me ama!— Alexie sintió como se desgarraba su garganta al gritar, pero no le importó.— y puedo asegurarte que ella no odia a nadie más que tú en este momento.
       —Basta de tu basura, en unos minutos la luna estará en su punto, el mismo que hace diecisiete años, entonces podré saldar mi deuda.— rió triunfante.
        —¿De qué hablas, que es lo que intentas obtener con todo esto?— Xie se movió un poco, pero eso fue suficiente para sentir un extremo dolo, su padre se había encargado de darle unas buenas palizas cada que hacía algo para escapar o cuando no respondía a sus preguntas. Se recargó contra un muro de piedra cercano, echando la cabeza hacia atrás.
        —¿De qué hablo? mejor cállate...— John volvió a entrar dentro de la oscuridad.

Moonlight Race: Alma de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora