Miranda prácticamente lo había obligado a comer, ya que Isaac ni siquiera podía tragar saliva, ¿Cómo lo haría después de presenciar todos aquellos momentos tan perturbadores? Sólo tenía un enorme hueco en el estomago, sentía nervios, miedo y todas las emociones que no había asimilado días atrás se estaban agrupando en su interior, provocando la necesidad de salir corriendo y tirarse al mar.
Necesitaba poner en orden sus pensamientos urgentemente, pero no podía, al cerrar sus ojos solo lograba pensar en besos, labios, sentimientos, texturas cálidas...
Haziel lo había besado y estaba completamente desubicado en ese momento, no podía dejar de pensar en eso como si fuera el acontecimiento del siglo, era tanto porque se trataba de un chico como la parte de que era un extraño, además de que era mayor, tal vez por más de mil años, y aunque él conociera su pasado, Isaac no lo recordaba, era un simple extraño en aquel momento... & la peor parte de todas, se había dado el lujo de pensar en besar a Xie en un arrebato, ¿cómo se le había ocurrido esa brillante idea? Ni él mismo sabía, era un chico, su cerebro funcionaba de maneras extrañas y muy poco ortodoxas.
Además de todo eso, Isaac sentía una presión enorme en el pecho, porque después de todo, le habría gustado besar a Xie, aunque por una parte no quería que le gustara porque... ¡Era Xie! Él era simplemente la persona incorrecta, para hacer cualquier cosa. Era como querer jugar con un lagarto, sabía que saldría perdiendo de cualquier forma. Podría decirse que estaba más que confundido con lo que sentía, pero una parte de él le decía que no podía darse el lujo de sentir en una situación como en la que estaba...
No sabía que hacer, tal vez si se imaginaba que Xie besaba horrible se le quitarían las ganas de volver a acercarse a él, pero estaba más que seguro que no era así. Tal vez si pensaba que le apestaba la boca o sabía a col hervida... Pero no era así y odiaba al destino por hacer que Xie oliera a canela y supiera a cerezas.
Isaac sonrió un poco, no podía negar que a una parte de él le encantaría besarlo... El muchacho sacudió la cabeza, una de las cosas de las que se arrepentía de verdad era haberle roto el corazón a Haziel, el chico parecía sentir algo fuerte y hasta le ofreció dejar todo por estar a su lado, y él simplemente lo rechazó como si no importara nada, Isaac se sentía como basura por hacer eso, pero ¿qué podía hacer? La sonrisa desapareció.
Y también tenía muy en claro lo que Haziel le había dicho, realmente sabía muchas cosas sobre su persona, necesitaba preguntarle, sobre él, sobre su familia, sobre el asesino de sus padres, nadie le había dado respuestas, ninguna persona, humana o no, había podido decirle que fue lo que pasó. E incluso seres que suponían saberlo todo le fallaron. Entonces aparecía Haziel, como un personaje crucial entra en escena. Necesitaba hablar con él... ¿pero, cómo?
Isaac dio un salto en su lugar y abrió los ojos de par en par. Delicadamente metió la mano a su bolsillo y sintió un pequeño pedazo de papel en él. Claro, Haziel le había dado su numero, entonces pensó en que podía llamarlo y acordaría una cita con él, iban a verse y así le preguntaría todas las dudas que ocultaba ese pasado tortuoso y lleno de baches oscuros.
—¿Alguien tiene algunas monedas para el teléfono?— preguntó, mirando como Xie devoraba una hamburguesa doble, que estaba a un lado del montón de papas fritas con queso derretido y como Miranda tomaba tranquilamente un café. Su alrededor olía a comida frita y a café. Ambos hermanos se giraron para verlo e Isaac pudo contemplar el leve parecido entre ellos, la forma redondeada de los ojos, las facciones marcadas, pero solo Miranda lo miró lo suficiente como para indicar que prestaba atención.
—¿Haz recordado algún número?— la muchacha dejó la taza de color negro sobre la mesa de madera y lo miró con picardía, algo insinuante como si diera a entender algo que obviamente él no sabía.— ¿o es que el angelito te a dado su numero?— Xie se atragantó con la comida de repente, tosiendo y haciendo que la mesa se estremeciera bajo las arcadas.
—No lo hagas.— articuló Xie con dificultad. Isaac giró para mirarlo y el pelinegro estaba inclinado sobre la mesa con sus brazos hacia el frente, con los ojos cerrados y tratando de recuperar el aliento.— Es estupido... No puedes confiar en él, ni siquiera lo conoces, solo es cuestión de verlo, ¡parece un loco!— El rubio ni siquiera vio cuando el otro habló, pero su voz había cambiado, sonaba más susurrante y tenue.
Lo miró por un segundo, hasta que por fin levantó la cabeza y respiró con libertad. Isaac logró ver una minúscula luz azul destellar antes de contemplar los ojos de Xie, que se habían tornado muy oscuros. Estaba pensando si en realidad había dicho algo, por qué sinceramente no reconoció la voz. ¿Y si solamente había sido su imaginación?, ya que su expresión volvió a tomar la serenidad de antes.
—No necesitas monedas...— informó Xie, apuntando a su hermana y recobrando su compostura.— Miranda trae su teléfono.
—Y tú igual, no me molesta que use el mío, pero tú también tienes el tuyo.— objetó Miranda, frunciendo el ceño.
—Mi teléfono nadie lo toca además de mí.— el pelinegro miró de reojo a Isaac pero regresó con rapidez a su hermana, diciéndole algo en un fluido francés. Miranda le respondió del mismo modo pero el rubio supo que no se trataba más que de una pelea de hermanos, para como subieron el tono y se miraban el uno al otro, parecía que se atacarían en cualquier momento.
—Toma el mío.— ofreció Miranda por fin, extendió la mano para darle un teléfono con un protector color rosa y cantidad de piedras preciosas, Isaac quería pensar que eran falsas.
—¿Te haz robado el teléfono de alguna joyería?— comentó Isaac con una sonrisa, y Miranda arremedó su gesto.— bromeó, la bisutería es...
Xie soltó una pequeña carcajada con la boca llena de comida e Isaac suspiró, podía ser un verdadero animal cuando se lo proponía.
—Son diamantes y esmeraldas reales.— comentó Xie, aún con la boca llena.— esa cosa está valuada en más de veinte mil euros.— Isaac miró el frágil y enorme celular, pensando en una y mil maneras en que se le podría caer o romper, incluso perder.
—Prefiero las monedas... Si las pierdo no tendré que vender mi riñón para pagartelas.
—Tengo uno para cada color Isaac, no te preocupes por eso, tú ve y haz tu llamada, no le tomes importancia a lo que Alexie diga.— comentó Miranda agitando el teléfono en el aire.
—Bueno, solo porque tú lo dices.— contestó, dedicándole una pequeña mirada de complicidad y se apresuró a levantarse y caminar por el pequeño restaurante.
Con el teléfono de Miranda en la mano se sentía adinerado, Isaac sonrió, le parecía un verdadero desperdicio de dinero, si él tuviera esa cantidad, se la donaría a algún refugio animal o de gente sin hogar, a veces las personas ricas hacían ese tipo de gastos sin pensar en que ese dinero podría salvar vidas y no solamente comprar un artefacto inútil que solo luce bonito.
—Ahora regreso.— informó, echándole un vistazo a su plato casi intacto, en el cual solo había dado unas mordidas a la tostada que Miranda le había ordenado.
Isaac atravesó el restaurante haciendo el piso de madera rechinar bajo sus pies, viendo la playa por los grandes ventanales y al final de el pequeño establecimiento, se encontraban las puertas de los sanitarios. Cuando entró al lugar se percató de que parecía una extensión completamente distinta al restaurante, que a diferencia del baño, era cálido y rústico.
Era un espacio totalmente blanco, con cabinas y un lavabo de piedra blanca, que destacaba de todo lo demás, Isaac se acercó y abrió el grifo, dejando el agua correr por un segundo. Se miró al espejo pero solo de reojo, pues ya estaba mojándose el rostro, se pasó las manos mojadas por su cabello, peinándolo un poco y soltó un largo suspiro.
Se miró al espejo de nuevo, esta vez más detalladamente y pudo ver cómo unas marcadas ojeras destacaban en él, oscuras y un poco hinchadas. Tenía los labios resecos y los cabellos muy despeinados aún cuando los había mojado. Era un completo desastre desde la cabeza a los pies.
Isaac decidió dejar de contemplar su patética apariencia y tomó el enorme celular de Miranda, presionando el único botón de la pantalla, de inmediato se iluminó, dejando ver una foto familiar como fondo de pantalla, claro, enfocada únicamente en Miranda. El muchacho se acercó a la puerta y cerró con seguro para no ser interrumpido, se preparó mentalmente diciéndose a sí mismo que nada pasaría si lo llamaba, para eso le había dado el número, para que lo hiciera... A menos que solo se sintiera atado a hacerlo, pensó, desviando la mirada... Isaac no lo pensó más, volvió a encender el móvil y marcó el numero. Uno, dos, tres...
—¿Isaac?— respondió Haziel agitado.— ¿todo va bien?— su voz se escuchaba detrás de una fuerte ráfaga de aire.
—¿Cómo sabes que soy yo? el número no es mío...
—No lo sé, lo presentí. ¿Pasa algo?, ¿haz pensado lo que te dije de venir conmigo?— la voz del muchacho sonó cansada, aunque estuviera casi gritando para que pudiera oírlo.— o solo me has llamado porque si....
—Aún tengo que quedarme.
—¿Entonces solo hablas para...?— esperaba que siguiera.
—Necesito que me digas todo lo que sabes de mí, de mi pasado, de mi familia, eres la única persona que sabe donde están mis hermanos, el único aquí que parece conocerme...— Isaac solamente escuchó el silencio.— perdóname si no he querido ir contigo, Haziel, pero esto es algo que debo hacer...
—Tu noviecito parece conocerte muy bien.— le cortó, tratando de sonar indiferente pero la irritación sonó en su voz.
—Ya te lo he dicho, no es mi novio y no lo será jamás, ahora tú deja de comportarte como si lo fueras...— no pasó ni un segundo para que Isaac se diera cuenta de lo que había dicho, una tremenda majadería.— lo siento, yo estoy...
—¿Dónde quieres verme?— preguntó en seco, interrumpiéndolo de nuevo.
—¿Te parece en casa de los Lauren? Nos dirigiremos allá ahora mismo y...
—¿A caso estás loco?— Isaac se quedó en silencio y Haziel suspiró, desde hacía un rato que el aire se había ido y ahora su voz sonaba más clara.— ¿Sabes lo que me pasadía si mis superiores se enteran que tengo contacto con esa familia? Lo considerarían traición ¿y sabes que le hacen a los traidores?— no respondió.— les cortan las alas y los mandan a... Bueno, no creo que quiera saber a dónde.
—Dijiste que harías todo por mí, Haziel.
—Estas jugando sucio Isaac, ¿crees que no sé lo que intentas? Hacerme sentir culpable... ¡Tú eres el que deberías sentirte culpable, no yo!
—No trato de...
—¿Sabes qué? Estoy harto de ti y de tus caprichos, tus padres murieron, qué pena, pero la venganza no los traerá de regreso y yo no estoy dispuesto a perder mi lugar en el cielo por semejante niñería, haznos un favor a todos, no te metas más en esto si quieres seguir vivo.— y colgó.
Isaac se quedó con el móvil pegado a la oreja, aunque ya nadie hablara, mirando fijamente a la pared como si ahí fuera a encontrar sus respuestas en los mosaicos blancos. No acababa de asimilar lo que Haziel había dicho, ¿dónde estaban todas sus palabras de amor ahora? Él sabía que lo necesitaba, que era un jugador indispensable en ese juego y le decía que no iba a ayudarlo, realmente se equivocó al pensar que Haziel lo ayudaría. Al parecer solo le importaba su trabajo.
Aunque si lo pensaba bien, él ya no tenía ninguna responsabilidad de ayudarlo, ¿porqué lo haría? Acababa de romperle el corazón en mil pedazos. Tal vez si esperaba y lo llamaba después, estaría un poco más abierto a las posibilidades. Sí, debía ser eso, solamente estaba dolido, cuando tuviera la cabeza fría, recobraría la conciencia...
La cabeza de Isaac trataba de buscar cualquier cosa que justificara las palabras de Haziel, pero lo que aún no acababa de entender, era que no todos iban a apoyarlo en todo. Las personas nunca estarían dispuestas a perderlo todo por él, aunque así lo dijeran, era la dura realidad.
ESTÁS LEYENDO
Moonlight Race: Alma de fuego.
FantasyÉl es salvado de una muerte segura por un chico de extraños ojos azules, y este, sin saber todos los secretos que su pasado esconde, decide llevarlo a su hogar y mostrarle su cara más obscura. Ese misterioso muchacho le mostrará un mundo que sus ojo...