Finalmente

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       Un soplido de aire frío despeinó sus cabellos rebeldes, dejando que los rubios mechones acariciaran su frente y le hicieran cosquillas. Isaac estaba cansado, le dolían los pies y los hombros, sin mencionar la cabeza, abrió los ojos y terminó por ver lo que lo rodeaba, kilómetros y kilómetros de absoluta y abundante... nada.
Se talló con ligereza los párpados y con pereza se echó a andar, sin importar que estuviera descalzo y que caminara sobre nieve. Isaac sabía que debía caminar para llegar a algún lugar de extrema importancia, y que estaba mucho más lejos de lo que parecía puesto que no había sitio visible a la distancia. El muchacho daba paso tras paso como si un enorme grillete sujetara sus tobillos, tan cansado que su cuerpo en ocaciones se negaba a obedecerlo y caía de rodillas, pero él se levantaba sin importar el dolor que sintiera.
—Peacem...— susurró Isaac. La palabra salió de sus agrietados labios como un suspiro y de inmediato, la música de una orquesta sinfónica comenzó a sonar en el vacío lugar, no le dio importancia, tampoco se preguntó de dónde venía o como se producía si no había nada a su alrededor, solo siguió en su cometido. Los violines, chelos, arpas, clarinetes y cuanto instrumento se podía imaginar tocaban en total armonía, componiendo una hermosa pieza tan relajante que haría dormir hasta el más inquieto de los hombres, pero a la vez tan triste y solitaria que los ojos del muchacho se llenaron de lágrimas.— sigue al alma de quienes amas... ellos te llevarán por un buen camino.
Un copo de nieve cayó sobre su mejilla, transformándose en una gota de agua inmediatamente, Isaac no supo si fue la gota la que rodó por su piel o una de sus lágrimas, pero supo que se congelaban de nuevo una vez volvían a caer. El muchacho no soportó el dolor de sus piernas y sin más aviso cayó de rodillas, para después desplomarse totalmente en el suelo.
Sus ojos estaban vacíos, viendo directamente a la nada como si esperaran ver algo que nunca aparecería, como si toda esperanza saliera de ellos sin compasión alguna y sin mirar atrás al marcharse. Isaac estaba cubierto de heridas, podían verse claramente, al igual que la sangre que manchaba la nieve volviéndola escarlata y espesa, en un par de minutos, ya estaba rodeado por un charco de su propia sangre.
Isaac con un esfuerzo que pareció sobre humano, movió su brazo y estiró uno de sus dedos, marcando algo sobre la nieve aún clara con su sangre. Dos simples líneas cruzadas por la mitad...

"X"
Segundos después, el muchacho dejó de moverse, aún tenía los ojos abiertos pero no parecía ver nada  más.

Alexie dejó caer el plato que sostenía con una mano, sus ojos cubiertos de fuego chispearon hasta apagarse y volverse cristalinos. Un dolor agudo atravesó su pecho y cuando menos lo imaginó ya estaba arrodillado en el suelo, sosteniéndose con ambas manos y tratando de respirar difícilmente, sintiéndose agotado, como si acabara de correr de un polo a otro de la tierra.
La música aún sonaba a sus espaldas como en su visión, con un ritmo sombrío e intimidante, como el coro de una iglesia al llegar al punto más crucial de la interpretación. El muchacho no supo que había pasado o como pasó, estaba totalmente desconcertado, tanto, que ni siquiera se percató de que se estaba cortando con los cristales rotos. Antes había tenido visiones, claro, pero jamás tan vívida cómo esa, aún podía sentir el frío.
       —¿Estás bien, camarada?
       Xie se encontraba prácticamente en estado de shock, su cerebro no daba señal de respuesta y todo lo que podía ver ante sus ojos era Isaac en un baño de sangre.
       —Estás sangrando...— una delicada voz avisó algo que era obvio, pero que Xie no sabía, el muchacho volvió a la realidad, topándose enteramente con un charco de su propia sangre. El intenso calor que sintió le recordó sus pesadillas, en las que veía arder el fuego arrasando con todo sin compasión.—¿Xie, qué pasa?
       El muchacho levantó la mirada y observó los ojos inquietos de Elizabeth, estaba nerviosa, se notaba que no estaba acostumbrada a la sangre pues se rehusaba a verla o si quisiera olfatearla, Ashton, a su lado, estaba preparado con un botiquín médico de bolsillo y cuando iba a arrodillarse para ayudarlo, Xie le hizo una señal de negación. No tenía idea de donde sacaba tantos artilugios inútiles, siempre tenía algo nuevo en las manos. Si no era un par de tijeras, una jeringa o banditas adhesivas, era una enorme bolsa de medicamentos. Ashton siempre tenía algo para la ocasión y Alexie pensaba que era desesperante.
       —Déjame hacerlo a mí.— empapado en sudor, el muchacho agitó su mano, manchando la loza blanca con chispitas rojas. Ashton retrocedió, apretando el pequeño maletín y Xie bajó de nuevo su mirada, enfocándola en sus grandes manos heridas, las líneas escarlatas se deslizaban a todo lo largo y ancho de las palmas, la sangre había cesado, pero aún estaban manchadas y pegajosas, olorosas a ese aroma ácido y metálico. El muchacho suspiró.— amé, luché y perdí, repara el error que cometí.— unos hilos azules brillantes envolvieron sus manos y el plato roto que se encontraba en el piso, los presentes permanecieron atentos a lo que pasaba, y se dieron cuenta de cómo las heridas se cerraban sin más, pegando músculo a músculo, carne a carne, dejando solo la huella de la sangre detrás, los ojos sorprendidos pasaron al plato roto, que al igual se unían los cristales con los cristales, la porcelana con la misma.
       —Alguien está haciéndose bueno con eso de los hechizos.— reconoció Ashton, sonriéndole al muchacho como si le diera un premio a un niño bien portado. El comportamiento del chico rubio había cambiado completamente hacia él, lo trataba como a un hermano, era un aprecio fraternal más que sexual.— me sorprende que comiences a convocar hechizos en español, de verdad es increíble, ¿lo haz creado tú?
       —Pudo haberse curado solo, pero quiere alardear.— Elizabeth cruzó los brazos y apartó la mirada, celosa de ver el hechizo que ella misma había practicado mil veces y nunca había logrado, claro, a su manera.— y el llamado fue muy cursi para el rey de la indiferencia. Solo digo.
—Pero funciona, no como los tuyos que terminan siempre en llamas.— Alexie hizo que las mejillas de Elizabeth se pusieran rojas del coraje, común entre ellos. —además, no es alarde, es práctica. Sino lo hago, perderé la costumbre y...
       —Se volverá lento en batalla.— terminó Ashton de decir, ganándose la mirada de los demás.— los hechizos no son para todos, y no es que seamos débiles, sino que no está en nuestro código genético. Hay pequeñísimas chispas "mágicas" en nosotros, en algunos más que otros, nadie sabe cómo llegaron ahí. Evolución, pienso yo.
       —Pero la familia de Xie no es de hechiceros, hasta donde sé.— podía sentirse los celos en la voz de Elizabeth.— ellos son puros e inmaculados...
       —Estoy hecho con magia, niña, no necesito brujos en la familia para usarla, ya es parte de mí.
       —El tiene razón, tiene conexión directa con ella.— opinó Ashton, sonriendo.— además, nosotros no necesitamos eso,— el muchacho agitó su mano que segundos después se cubrió de fuego negro.— si tenemos a este ardiente y sexy adolescente llameante.
—Tienes casi veinte, no te quites años.— Ashton flexionó sus bíceps ante el comentario de su hermana.
—Entonces soy un papasito ardiente.
       —Una persona muy sabía me dijo una vez...— Alexis se levantó lentamente, cambiando completamente el ambiente del lugar.– que la práctica hacia al maestro, y hasta ahora me doy cuenta.— la voz de su madre sonó en su cabeza, remordiéndole la conciencia.— mis demás familiares, me refiero a los lejanos, no son precisamente amantes de la magia, incluso hay quienes se niegan a usarla. Pero, hay estudios que demuestran que no afecta en nada nuestro poder, y en batalla, sobre todo, tendremos ventajas sobre alguien que solo domina una sola rama.
       —De ahí tu fascinación por la magia, como la de tu hermana.— las palabras de Elizabeth salpicaban malicia, no estaba contenta, parecía un manojo de nervios a punto de explotar en mil pedazos. Su cara se crispaba cada que miraba hacia él y permanecía con los brazos cruzados con rigidez.
       —El caso de Miranda...— la cara de la muchacha volvió a retorcerse.— es distinto, de niña ella le temía a usar sus poderes de nacimiento, e incluso creo que sigue un poco atemorizada de ellos...— Alexie permaneció un momento en silencio.— ni lo pienses, que te diga esto no es en traición contra mi hermana, te digo esto porque sé que te podría derrotar con una mano atada a la espalda, o incluso con las dos.— el muchacho le sonrió, su sonrisa más encantadora.— ahora, volvamos a cocinar, y limpien esto que no lo hará por si solo.
—¡Yo no limpiaré!— exclamó Ashton, quien todos sabían que limpiaría el desastre.


Moonlight Race: Alma de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora