Es mi turno.

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        Isaac había caído justo frente a sus ojos, desplomándose bruscamente sobre el suelo de madera. Alexie por primera vez en muchos años se había quedado petrificado, la sangre se le había congelado y los músculos se le tensaron, la última vez que se sintió de aquel modo, fue en un campo de batalla en Brooklyn, Estados Unidos, situado justamente en el Prospect Park. Aún podía recordar a aquellas criaturas amorfas de un color verde grisáceos saliendo del lago, del tamaño de un oso pero con diez veces más fuerza. En realidad eso no fue lo que estremeció sus huesos, sino el ver a su madre herida casi de muerte. Esa noche se había borrado de su cabeza a partir de cierto momento, y nunca le dieron las ganas de preguntar cómo había acabado realmente. El muchacho sintió una arcada, de verdad odiaba a los Trolls.
Pero en esta ocasión era diferente, aunque la sensación era parecida, era una clase distinta de dolor. Todo fue ocasionado al ver la enorme mordida en el hombro de Isaac. Ver cómo la sangre escurría de la herida, una cascada escarlata, acompañada de un líquido color violeta negruzco, Xie inmediatamente supo de lo que se trataba, aquel líquido lo había visto antes en los frascos del instituto sagrado, aunque en el laboratorio había un millar de botellas con diferentes líquidos, Xie lo recordaba claramente, ya que lo había robado varias veces, era una especie de toxina de licántropo.
       Su nombre no se debía exactamente a qué si se envenenaba con él, el atacado se convertía en lobo, sino que se le había bautizado de aquel modo por la simple razón de que el veneno era compatible con el ADN de los licántropos, pero para los demás, mortal o inmortal, era letal. Las razas de hombres lobo por siglos utilizaron aquel veneno como arma, al ser inmunes a él, les resultaba más fácil familiarizarse con la toxina. Xie había robado esa técnica, hacía años que lo usaba sobre el filo de sus armas para que fuesen más mortíferas.
       —¡Está envenenado!— gritó Xie cuando por fin pudo reaccionar y tomar control de su cuerpo, con una voz desgarrada, rota, hecha pedazos, llamó así la atención de su madre, Maryce lo miró desconcertada, para después echar un vistazo sobre el cuerpo inmóvil de Isaac. Alexie no pudo haberse asustado más al ver la cara de horror de la mujer, y cuando se percató de que ella dejó su lugar al frente del escuadrón y paró de conjurar hechizos protectores para correr al lado de Isaac, se dio cuenta de lo grave que era la situación, Xie de inmediato supo que su madre se acercó para intentar curarlo pero de lo que no estaba seguro era de si podría.
Maryce pertenecía a un largo linaje de "médicos", que a lo largo del tiempo habían desarrollado infinidad de hechizos para la sanación, antídotos, pociones y cuanta cosa fuera capaz de imaginarse, era sin duda una de las mejores sanadoras de toda la familia, por no decir que la numero uno, inclusive contaba con un laboratorio, una enfermería y un salón de máquinas médicas en casa. Pero el poison loup... Esa clase de veneno no había llegado a ser investigada aún, de hay la razón por la que Xie hurtó la toxina de Secra, La Cidad Sagrada.
       Cuando Maryce por fin llegó frente a Isaac se hincó frente a él y Xie la acompañó. Su estómago dio un vuelto al ver la herida de cerca, simplemente aterradora. No era que nunca había visto una parecida, incluso había visto peores, pero... Se trataba de Isaac.
       —Puedo hacer que sanen la herida pero... Necesita el antídoto para que el veneno salga de sus sistema y no muera.— Maryce dijo las palabras con tacto, pero aún así se clavaron en el pecho de Xie como cuchillos. La mujer pasó sus manos sobre el cuello de Isaac para tomar su pulso y sus dedos brillaron con una pequeña luz blanca. Su reacción no fue buena del todo.—  Apenas respira, si no le damos un antídoto rápido, el veneno llegará a su corazón y dejará de latir, tenemos suerte de que se disperse lento pero...— Alexie apenas podía respirar, se había quedado sin aire como si lo hubieran golpeado en el estómago cientos de veces.
       —¿Cuánto?— susurró, interrumpiéndole. La piel de Isaac se comenzaba a tornar de un tono blanco como el papel, estaba perdiendo demasiada sangre y si seguía así, la hemorragia lo mataría entes que el veneno llegara a su corazón.
       —Quince minutos máximo.— informó Maryce, apartando la mano del cuello del muchacho y Xie frunció el ceño, tratando de no ver la sangre, aunque no olerla era imposible.
       —Cura las heridas...
       —Si sello la herida, el veneno se quedará encerrado y me será imposible sacarlo de otra manera más que con el antídoto.
       —Lo buscaré, pero haz que deje de sangrar...— ordenó, pero de inmediato cambió el tono de su voz al ver la expresión de su madre.— prometí que lo mantendría a salvo, por... Por favor haz lo que te pido.— por la mejilla de Maryce escurrió una lágrima y Xie de inmediato apartó la vista, no era momento de llorar.
       Casi instintivamente giró la cabeza para ver a sus hermanos y no tardó en topárselos, ambos luchaban contra el segundo lobo, ya que gracias a Isaac, quien había matado al primero, sólo quedaba uno. El rubio se comportó como un héroe, y Alexie lo reconocía, e incluso estaba sorprendido y orgulloso, pero las consecuencias fueron grabes, Isaac ahora estaba inconsciente y en peligro de muerte.
       La rabia se escurrió por cada centímetro del cuerpo de Xie, más que nada hacía si mismo por haber dejado que lo atacaran, pero también hacia aquella mujer que lo había provocado. Sentía la furia crecer, cada que veía la escena a su alrededor su enojo se alimentaba con rapidez, como un incendio devorando un bosque seco. Así funcionaba todo, con ira.
       Los ojos del muchacho comenzaron a arder como siempre lo hacían cuando el poder se manifestaba, era una sensación familiar pero nunca dejaba de ser incómoda. El alma de Xie se encendía con vigor, y de inmediato ese potencial salía por sus ojos. Después de todo aquel dicho humano era correcto, "los ojos son el espejo del alma".
       La bace de sus colmillos comenzó a doler y su cabeza a punzar, especialmente la frente. El poder tenía precio, y se cobraba cada vez que era llamado. Xie se percató de que la casa comenzó a vibrar bajo sus pies, los cimientos se estremecían y unas cuantas esporas de polvo cayeron del techo. Sabía lo que pasaría... De inmediato sintió el fuego cubrir poco a poco su cuerpo, comenzando por el torso y avanzando de extremo a extremo en cuestión de segundos, se había cubierto completamente de llamas azules, como una antorcha. El fuego no le quemaba, ni siquiera sentía su presencia físicamente.
       Alexie desenfundó sus espadas con rapidez e igualmente se cubrieron de fuego, y cuando estaba apunto de lanzar un tajo, observó como el lobo se arrojaba sobre Sebastian, derribándolo y rodando con él en el suelo. Una flecha se clavó en la pata del animal en el justo momento cuando este iba a asestar una zarpada, Xie siguió la dirección de la flecha y se topó con Miranda, quien lanzaba flechas a diestra y siniestra hacia el lobo, pero este ni siquiera parecía darse cuenta, debía tener una piel muy resistente o simplemente el pelaje era demasiado grueso.
Sólo bastó con que Xie mirara al lobo y se lo imaginara en llamas para que estas se materializaran en él, el animal comenzó a aullar y salió corriendo por la puerta encendido en llamas azules, ni siquiera le importó seguir peleando, ni de darse tiempo para percatarse de que el fuego no lo quemaba realmente. Se apagarían a cierta distancia, Xie lo sabía, pero por lo menos al lobo no le quedarían ganas de regresar.
       En cuanto el animal salió, Miranda movió sus manos que se cubrieron de un brillo azul claro y las pesadas puertas de madera se cerraron rápidamente, selladas con magia.
       Xie ni siquiera se molestó en ayudar a su hermano a levantarse, no le importó el rasguño que tenía en la mejilla porque a diferencia de Isaac, Sebastian sanaba muy rápido.  El enojo del pelinegro crecía constantemente, hasta llegar al punto de parecer una granada a punto de estallar. El fuego comenzó a arder intensamente, se estaba volviendo cada vez más real y poderoso, a ese nivel era tan fuerte que empezó a quemar su propia ropa, pero en esa situación no le importaba quemarse vivo, él seguí avanzando por el piso de madera que se quemaba a cada paso, dejando sus huellas marcadas con fuego.
       Ubicó a la mujer rubia sin problema, estaba sentada en los escalones de la escalera, con las piernas cruzadas y los ojos fijos en él, contemplando todo sin siquiera moverse. Ella le sonrió, una sonrisa simple, sin alguna emoción en particular que se formaba en sus labios rojos como rubíes. No tenía que significar algo para que Xie sintiera ganas de borrársela a puñetazos.
       —¡El antídoto!— exigió Xie, mirándola totalmente con rabia, la mujer le volvió a sonreír, bajó la vista y hurgó en los bolsillos de su chaqueta, sacando un frasco muy pequeño con un corcho de madera, agitó el líquido verdusco de dentro y volvió a míralo.
       —¿Éste antídoto?— se burló, jugueteando con el frasquito.— si eres como tú padre, sé lo que estás pensando "esta mujer es una maldita molestia, la mataré por lo que le hizo al amor de mi vida."— y estaba en lo correcto, pensaba en eso, pero en lo que se equivocaba era en que él no era como su padre.
       —¡Cállate!
       —... Vaya que eres como él, aunque físicamente no te le pareces tanto como Sebastian.— echó un vistazo al muchacho rubio y los ojos de la mujer brillaron como lava.— el poder del Caos, vaya, igual que Johnny.
       —No somos igual que él.— interrumpió Miranda, y sus ojos, uno azul y el otro dorado, brillaron como los de un gato.
—Mira, y yo que pensaba que las leyendas eran solo eso, leyendas...— la mujer se pasó un dedo por el collar de zafiro que tenía colgado en el cuello.— Querida, ¿qué haces del lado de los perdedores? Tú eres única, excepcional, yo podría enseñarte cosas increíbles, o dime, ¿Ya has aprendido a manipular la lava, o congelar al agua?— Miranda negó con la cabeza, apretando la mandíbula y la mujer volvió a sonreír.— Que desperdicio entonces...
—¡No soy un desperdicio!— Miranda extendió la mano y de inmediato, dos columnas de fuego, una dorada y la otra azul cielo aparecieron sobre ella. La muchacha sopló y ambas columnas se movieron, combinándose una con la otra en un pequeño tornado bicolor.
La muchacha arrojó la llamarada con fuerza hacia la mujer y cuando estaba a punto de colisionar contra el objetivo, ella hizo un simple movimiento de mano, como espantando moscos y una enorme cantidad de llamas doradas se interpuso, disolviendo el fuego de Miranda que a comparación, era una pequeña uña de gato.
—No me hagas reír, ¿¡Eso es todo!?— la mujer soltó una carcajada furiosa.— ¡soy una diosa de fuego!— extendió las manos y dos columnas inmensurables de llamas doradas brillantes se extendieron hasta el techo.— ¿Quieres el antídoto?— preguntó, no miraba a Xie directamente, pero era obvio que se dirigía a él.
—¡Entrégamelo!— volvió a gritar el muchacho, dando un paso al frente.— si no quieres que te corte en pedazos...— la mujer bajó la mirada y por fin lo miró.— y te dé de comer a los lobos.
—¿Es un poco injusto, no te parece? Tú tienes dos espadas ¿y yo...?— la rubia bajó las manos, apartándolas del fuego dorado que siguió ardiendo con intensidad.— Vaya que mola tu fuegito de pitufo, enano, ¡Pero el mío es sagrado!— Xie dio un tajo con la espada derecha, la espada de las estrellas, y de un momento a otro, una pequeña constelación apareció frente a él, cubriéndolo.— vaya, vaya, ¿pero qué acaso no escuchas, mocoso? Nada de lo que hagas, servirá. Si mi poder es ancestral, puro, inescrutable pero notablemente superior, mucho mejor que el fuego de Apolo y todos los demás dioses de...
       —¡Cállate de una puñetera vez!— Alexie volvió a soltar un tajo pero con la espada de la mano izquierda, la espada de la luna. El arma era un poco más curvada que la otra, pero a diferencia, no tenía pequeños dientes afilados al borde de la hoja.
       Una especie de llamarada azul en forma de bumerán salió despedida hacia la mujer, atravesando la muralla de estrellas que Xie había creado. Las manos de la mujer fueron tan rápidas que los ojos del muchacho apenas pudieron verlas.
       Había sujetado el fuego con las palmas... Xie abrió los ojos con sorpresa, que de inmediato disimuló. Nunca había sido capaz de hacer eso, era como si sujetará algo sólido, como si de un arma se trataba y así fue. La mujer utilizó ambas columnas de fuego como espadas, las cruzó con una x sobre su pecho y dio un fuerte tajo. El ataque de Alexie se desvaneció ante la fuerza del contraataque y sólo quedaron un montón de chispas plateadas y azules volando por el salón.
       —¿Eso es todo?— la mujer lo había retado con un tono de voz que Xie odiaba, una combinación entre pena, lastima falsa y burla. El muchacho al verla sonreír, pudo notar como sus ojos brillantes de un dorado metálico, justo como los de Sebastian, se tornaron oscuros y con un tono rojizo brillante como la lava.

Moonlight Race: Alma de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora