c a p í t u l o v e i n t i s i e t e

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Un par de semanas después, Janie estaba avanzando milagrosamente en su recuperación. Ya podía mantenerse en pie con ayuda de unas muletas debido a que tenía un yeso en su pierna derecha. Las heridas que tenía en su cuerpo estaban ya en etapa de cicatrización, y su ojo estaba casi desinflamado.

Es por ello que acompañó a Javier y a Steve al aeropuerto. El agente moreno no quería despegarse de ella. Había sido el fin de Escobar, pero el Cartel de Cali tomaba cada vez más fuerza.

Estaban sentados en un bar del aeropuerto. A pesar de ser las once de la mañana, los tres habían ordenado una cerveza.

—¿Te harán un juicio?— preguntó el rubio antes de dar un trago al vaso frío.

—No. Solo decidirán qué cojones harán conmigo— Javier se encogió de hombros. Después que se filtrara el hecho de que un encubierto anónimo la CIA (anónimo para el resto del mundo, pero entre las entidades policiales se sabía que era Janie) había sido parte fundamental de la captura de Pablo, la DEA estaba furiosa, y llegaron a la conclusión que el agente moreno ocultó todo esto desde el principio.

—Son unos idiotas— dijo la chica en un susurro, cruzada de brazos—. No quisieron creerme cuando les dije que Javi no lo sabía.

—Ustedes acabaron con Pablo Escobar, y aún quedan más narcos— dijo Steve inclinándose hacia ellos y hablando en voz baja—. No los van a hacer a un lado solo porque no siguieron las reglas. Todo ese espectáculo es para quedar bien frente a la prensa.

—Los tres acabamos con ese hijo de puta— dijo Janie, levantando el vaso de cerveza—. Salud.

Javier asintió y dio un sorbo, distraído. Quería parecer tranquilo, pero la realidad era que estaba nervioso sobre esa reunión que no era un juicio pero que parecía uno. La tendría mañana a primera hora.

No sabía realmente qué quería en ese momento. Podría seguir trabajando para la DEA, porque cuando empezó a hacerlo sintió que había encontrado su propósito. Nunca se había considerado una persona buena, pero encontró un oficio con el que podría usar eso a su favor. Tampoco podía dejar de preguntarse qué había más allá de eso. Ahora tenía a Janie, con quién valía la pena estar del otro lado, así como Santiago había hecho con Yovanna.

Sin embargo, la chica le había dejado en claro que quería demostrar su valía siendo una agente, y no podía dejarla sola.

Steve miró su reloj, y dio un largo sorbo del vaso para beber el resto de cerveza que quedaba.

—Ya es hora que me vaya— se puso de pie, junto con Javier y Janie. Esta última tomó sus muletas que estaban reposadas en la pared.

—Nos vemos— dijo Javier a su amigo. Había puesto una mano en el hombro del rubio. Sonrió a boca cerrada pensando en lo extraño que sería volver a trabajar (si no lo suspendían) sin su compañero. Steve lo tomó del brazo para acercarlo a él, y le dio un cálido abrazo. El agente moreno, un poco incómodo, le dio unas palmadas en la espalda. Aún no se acostumbraba a hacer esas cosas que hacían los amigos.

—Te quiero, amigo— dijo Steve, sabiendo que no recibiría respuesta de Javier. No le importó, porque sabía que su amigo lo quería de vuelta por todo lo que había hecho por él y Connie. Giró hacia Janie, y se aproximó a ella para abrazarla. Ella no pudo devolverle el abrazo porque se sostenía con las muletas. Él le susurró a su oído—. Cuídalo, ¿de acuerdo? Sé que él tiene la idea de que te protege, pero tú y yo sabemos que es todo lo contrario. Y tú también cuídate mucho.

La chica contuvo una risa.

—Lo sé— dijo en voz baja antes de que el rubio se alejara.

El rubio tomó su maletín y la chaqueta de la silla. Dio un último vistazo a la pareja, y sonrió. Javier había rodeado los hombros de Janie. Se iría feliz porque su compañero ya no estaría solo.

—Vengan a visitarnos cuando antes— Steve los señaló con su dedo índice—. Queremos que conozcan al bebé cuando nazca.

—Seguro— dijo el agente.

Javier y Janie miraron a Steve girarse y alejarse de ellos. El hombre suspiró, y plantó un beso en la frente de la chica.

—De acuerdo. Vámonos para que vuelvas a descansar. No deberías haber venido en primer lugar.

—Estoy cansada de descansar— se quejó Janie, haciendo reír al agente. Caminaban despacio debido a las muletas.

Cuando estaban por llegar a la salida, la chica se detuvo. Había visto a Santiago entrar.

—¡Santiago!— exclamó Janie mientras movía una mano.

El hombre giró y tragó saliva. Incómodo, se acercó a ellos. Javier lo miró de abajo hacia arriba, con sospecha.

—Janie…— dijo Santiago con respiración entrecortada—. ¿Qué… qué haces aquí?

—Despedimos a Steve. ¿Tú qué haces aquí?

—Yo…— miró a su alrededor, como si temiera que alguien más los viese— vine a buscar un antiguo colega. Me llamó para que lo recibiera.

—¿Quién?— insistió la chica, sabiendo que algo extraño le ocurría a su amigo.

—No lo conociste. Un muy viejo colega— Santiago hizo ademán con la mano, y rió con nerviosismo—. Me tengo que ir ya, pero nos vemos después— besó la mejilla de la chica, y dio un apretón de manos a Javier sin decir nada. Luego, caminó hacia la zona de llegada con pasos acelerados.

—Algo está pasando con él— dijo el agente sin dejar de mirar a Santiago—. Y no me gusta para nada.

—No seas paranoico— dijo Janie, también observando a Santiago—. Pero sí, algo le pasa. Debería seguirlo.

La chica se dirigía hacia donde Santiago había desaparecido entre la multitud, pero Javier la tomó del brazo.

—Janie, es un hombre adulto. Y por más que no me agrade creo que todos merecemos privacidad. Seguro te lo dirá después.

Janie se mordió la lengua, pensativa. No era común que Santiago le ocultara cosas, pero el agente tenía razón. A ella no le gustaría que su amigo la siguiera. Además, no podría ser sutil con las muletas.

La chica se encogió de hombros y suspiró con preocupación. Camino hacia la salida, y Javier la siguió.

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora