c a p í t u l o t r e i n t a y c i n c o

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Luego de que Francisco convenciera a Janie de comer algo pidiendo servicio a la habitación, la chica no tuvo problemas para dormirse.

Soñaba que escuchaba la voz de Francisco en la oscuridad pidiendo ayuda. Intentaba buscarlo, pero no había más que sombra. La voz se hacía cada vez más cercana mientras ella recuperaba la consciencia.

Se dio cuenta que había despertado y abrió sus ojos de repente.

El hombre estaba acostado en su cama con las manos sobre su pecho y mirando hacia arriba. Sus ojos transmitían terror, y pedía ayuda una y otra vez. Ella se puso de pie al instante y se sentó en la cama de su compañero.

—Frankie, oye— aún estaba soñolienta por lo que su voz era ronca. Lo sacudió por sus hombros y lo miró con nerviosismo—. Es una pesadilla.

Lo movió con más fuerza, pero aún no se movía. Con lágrimas empezando a correrles por las mejillas, iba a coger el teléfono para pedir que alguien que supiera qué le estaba pasando viniera, pero Francisco se sentó en la cama y la atajó en sus brazos. Estaba temblando, y sudaba.

Janie, con incomodidad porque él la abrazaba con mucha fuerza, le respondió el abrazo.

—No podía moverme— dijo el hombre con voz quebrada, casi en llanto—. Tenía una pesadilla hasta que desperté y... No sé cuánto tiempo estuve así...

—Ya está— Janie susurró con tono tranquilo, distraída. Quería ocultar sus nervios. Subió su mano hasta la nuca del hombre y la acarició—. Estás bien, ¿de acuerdo? Estamos en el hotel— sonrió a boca cerrada, y dijo para aligerar el ambiente—, en la habitación con camas muy separadas.

Su compañero soltó una pequeña risa, y ella suspiró al percatarse que poco a poco volvía a ser él mismo. Francisco aligeró el agarre de Janie, y esta se apartó para poder visualizar su rostro. El hombre buscaba regular su respiración, y su mirada ya no parecía estar en otro lugar. La chica acarició su frente y mandíbula al ver gotas de sudor deslizarse por su cara.

—Te traeré un poco de agua y algo para limpiarte— él, desviando la mirada, asintió.

Una vez en el baño, Janie apoyó su espalda en la pared. Sentía que su corazón iba a salir de su pecho. Inhaló una gran bocanada de aire para calmarse. No podían estar los dos en crisis. Tomó una pequeña toalla blanca y mojó uno de los extremos en el grifo. También llenó un vaso.

Se sentó nuevamente en la cama mientras colocaba el vaso en la mesita de noche. El hombre lo cogió y bebió un gran sorbo, y la chica tomó su rostro con una mano para girarlo hacia ella. Pasó delicadamente el extremo húmedo de la toalla por donde veía gotas de sudor para luego limpiar la zona con el extremo seco.

Ella se concentraba en retirar el sudor, pero su compañero la miraba fijamente. Tenerla tan cerca y no poder abrazarla, acariciarla, besarla... Era una completa tortura. Sin poder resistirse, acercó sus labios hacia los de ella con lentitud. Janie giró su rostro, y los labios de Francisco se plantaron en su mejilla.

—Será mejor que volvamos a dormir— ella carraspeó, ignorando lo que el hombre acababa de hacer. Miró de reojo a Francisco, y se dio cuenta que no le apetecía volver a conciliar el sueño por temor de volver a experimentar lo que le había pasado hace un momento—. ¿Quieres que me quede despierta? Puedo asegurarme que no vuelva a pasar...

—No— interrumpió su compañero. Estaba avergonzado—. No te preocupes, de verdad.

—¿Cuántas veces lo hiciste tú por mí, Frankie?— se miraron uno al otro sonriendo a boca cerrada. Quería decirle que lo haría todos los días por el resto de su vida, pero no sobreviviría a un segundo rechazo la misma noche. Se limitó a asentir y darse la vuelta.

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora