c a p í t u l o t r e c e

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Javier salió del baño de su habitación del motel. Guardó la ropa que llevaba anteriormente en el equipaje de Pietro, y se encontró con su reflejo en el gran espejo frente a la cama.

Tuvo que peinar su cabello con gel, rebajar su bigote y vestir un traje rojo que parecía de presentador. Lucía ridículo.

Alguien tocó la puerta y, por reflejo, llevó su mano hacia la parte trasera de su espalda, donde llevaba el arma. Sin mover la mano de allí, caminó hacia la entrada y observó por la mirilla. Era Janie.

Se relajó un poco, y abrió la puerta.

La chica lo miró de abajo hacia arriba.

—¡Vaya! Te ves...

—Como un idiota. Ya lo sé— interrumpió el hombre, irritado.

—Iba a decir que te ves igual a él— Janie se encogió de hombros—. Pero si tú dices que te ves como un idiota...

El agente dedicó una mirada de pocos amigos a la chica, y esta no pudo evitar sonreír a boca cerrada.

Janie parecía de mejor ánimo, tomando en cuenta toda la situación.

Traía un vestido rojo corto y brillante, dejando al descubierto parte de sus pechos. Su cabello estaba completamente recogido. Javier no pudo evitar quedar hipnotizado por un momento.

—De acuerdo— dijo el hombre. Carraspeó y desvió la mirada de la chica—. Vámonos.

Janie notó la actitud cortante del agente, y sintió una punzada en el pecho que bajó hacia su estómago. Trataba de mantener distancia de él, pero cuando éste cedía, se sentía devastada. Odiaba ser una persona tan complicada.

El resto del viaje fue en silencio, y a medida que se acercaba el momento de ir al lugar, el corazón del hombre palpitaba con más fuerza. Para calmarse un poco, Javier miraba disimuladamente a Janie. Lucía tan hermosa que lo demás pasaba a segundo plano.

Cambiaron de auto detrás de la maleza en medio de la carretera, y volvieron al camino, dirigiéndose a la finca donde sería la fiesta.

El agente tomaba el volante con tanta fuerza que se blanqueaban ligeramente sus nudillos. Janie observó sus manos, y quería colocar su mano sobre la pierna de él para calmarlo un poco, pero se contuvo.

Tenía que mantener distancia.

Al vislumbrar la entrada del lugar, Javier tragó saliva. Junto a esta, había una casilla de vigilancia. Una vez allí, detuvo el auto. Un hombre con un arma colgada de lado se acercó.

—¡Amigo!— dijo Javier con muchos ánimos, y sonriendo—. Pietro Álvarez— extendió la mano hacia el hombre frente así. Este miró primero con duda, y luego cedió, tomando su mano—. Somos invitados especiales.

El hombre miró a Janie, y esta le sonrió con picardía. Cruzó sus piernas, dejándolas más al descubierto.

—Señor Álvarez...— el hombre habló, y parecía bastante prepotente. No dijo nada por unos segundos. El corazón del agente se aceleró como si fuera a salir de su pecho— dama— miró a la chica de nuevo, y esta le guiñó el ojo—. Sean bienvenidos. Adelante.

Javier sonrió y, con un saludo de mano hacia el vigilante, volvió a poner el auto en marcha. Una vez que el hombre no podía observarlos más, el agente borró la sonrisa de su rostro. Solo quería plantar un golpe en la cara del vigilante por mirar a Janie de esa manera.

Aparcó donde estaban el resto de los coches, y a unos cuantos metros estaba el lugar techado con luces y música a todo volumen.

El hombre bajó del auto al mismo tiempo que la chica. Miró por un momento la zona techada sin poder creer lo que estaba a punto de hacer.

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora