e p í lo g o p a r t e u n o

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Habían pasado tres días de la partida de Francisco y, a pesar de que Janie no estaba completamente bien, parecía tener mejor semblante. A pesar de la tristeza, sentía paz. Sabía que ese sentimiento era pasajero, pero la tranquilidad permanecería siempre con ella.

Y gran parte de eso era gracias a Javier. La chica intentaba mostrarse indiferente ante toda la situación para no molestarlo, pero en las noches, cuando dormía, era imposible controlar el despertar debido a las pesadillas con gritos y lágrimas. Ambos sabían que sería un proceso que tomaría tiempo, pero no les afectaba porque lo harían juntos.

Janie caminaba de un lado a otro en las oficinas de la DEA mientras Javier estaba con los directivos y figuras importantes de la embajada en lo que parecía una sala de sentencia. La tarde anterior, él y la chica habían contactado a Carolina Álvarez, reportera que había estado investigando y publicando artículos sobre el Cartel de Cali por meses.

—¿Saben lo que implica para todos esto que van a hacer?— dijo la mujer de cabello rizado y ojos grandes frente a ellos hace menos de veinticuatro horas. Se encontraban en una oficina vacía del departamento.

La chica tragó saliva y miró al agente. Este asintió.

—Presione el botón— Javier observaba la grabadora cerca de Carolina, y esta obedeció.

—Digan sus nombres y cargos.

—Javier Peña. Agregado de la DEA en Colombia.

—Janie. No tengo apellido registrado— dijo la chica mirando la madera del escritorio. Por debajo de la mesa, el hombre tomó su mano y entrelazó sus dedos con los suyos—. Agente de la CIA y colaboradora de la DEA.

Estuvieron casi dos horas compartiendo toda la información que habían logrado obtener, y cómo organismos del país les habían puesto trabas. Tenían que hacerlo de esa manera, porque sabían que los jefes de Javier eran conscientes de ello y evitarían a toda costa que se supiera.

Pasó poco tiempo desde que el artículo se publicó para que Colombia se convirtiera en un completo caos.

Alrededor de la chica solo podía escucharse personas recogiendo sus cosas de los escritorios, el pitido de los teléfonos y personas conversando. Su cabeza estaba por explotar y decidió salir de allí para esperar al agente en el aparcadero.

Apoyó sus glúteos en el auto del hombre con vista hacia la entrada del edificio. Encendió un cigarrillo y dio una calada. Miró su reloj, y se dio cuenta que Javier llevaba más de una hora allí dentro. El cielo era lienzo azul de un sol radiante que molestaba los ojos de la chica, por lo que tomó de su bolso sus lentes de sol pequeños con montura de estampado de leopardo.

Minutos después, el hombre salió del lugar mirando a todos lados en busca de ella. La encontró con la mirada luego de un momento, y caminó hacia Janie mientras aflojaba el nudo de su corbata roja.

—¿Cómo te fue?— dijo ella cuando estuvo lo suficientemente cerca.

Suspiró con un movimiento de cejas, y retiró el cigarrillo de la boca de ella para ponerlo entre sus labios. Le dio una calada.

—Estamos libres de cargos.

—Pero vetados de por vida.

—Uhum— respondió el hombre con el tabaco a medio terminar en la boca.

—Y todos esos hijos de perra están acabados. Desde los narcos hasta los corruptos que tienen un lugar en el gobierno— susurró Janie con satisfacción. Observó al hombre y pudo vislumbrar tristeza. Era consciente que el ser agente era parte de la esencia de Javier, y dejar de serlo le afectaba de cierta manera—. Gracias por hacer esto, y lo lamento.

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora